La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 5 de junio de 2024

Vida eucarística - Corpus 2024

 

 

El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – Ciclo B – 2024

Vida eucarística

Mc 14, 12 – 16. 22 – 26

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo en el contexto del “Año de la Oración”; un año dedicado a tomar conciencia de la hermosura, grandeza y profundidad de la oración cristiana -la oración de Cristo, de toda la Iglesia y de cada bautizado-.

Movidos por el año dedicado a la oración, recordamos hoy que la Eucaristía es oración de Cristo al Padre; y, al mismo tiempo es diálogo personal y auténtico con Cristo presente realmente en los dones eucarísticos.

Oración de Cristo al Padre

Sabemos que la Eucaristía, instituida por Jesús en la comida pascual que celebró con sus discípulos antes de su Pasión (cf. Mc 14, 12 – 16. 22 -26), es la celebración sacramental de su Pasión, Muerte y Resurrección. En cada Misa se actualiza para nosotros el Misterio Pascual de Cristo.

Misterio que consiste en su entrega al Padre por todos los hombres y mujeres; por todo el mundo. Es por ello que en cada Eucaristía se hace presente la oración de expiación, entrega y alabanza del Hijo por el Espíritu Santo al Padre. En cada Eucaristía, Jesús se entrega y ofrece por nosotros al Padre. Y al hacerlo, nos invita a entregarnos y ofrecernos juntamente con Él al Padre.

Cristo nos involucra en su oración de expiación, entrega y alabanza a Dios Padre. Como los dones de pan y vino se ofrecen en el altar; así nuestras vidas; nuestras alegrías y tristezas; nuestros corazones; se ofrecen con Cristo al Padre.

Por Él pedimos perdón por nuestras faltas y pecados; entregamos nuestra fragilidad y nuestras capacidades; nuestra vida toda. Y alabamos al Padre por habernos creado, redimido y santificado. Verdaderamente la Eucaristía es acción de gracias. Verdaderamente en cada Misa, Cristo Jesús se entrega por nosotros, y nos involucra en su ofrenda al Padre.

Así la oración de Cristo que es cada Eucaristía, por la misericordia de Jesús y por la gracia del Bautismo, es al mismo tiempo oración de toda la Iglesia y de cada uno de nosotros, los bautizados.

La Misa es oración de todos: de todo el Cuerpo de Cristo -Cabeza y miembros-. En la Eucaristía, el sacerdocio bautismal y el sacerdocio ministerial se unen al Sumo y Eterno Sacerdote para hacer oración al Padre en favor de toda la humanidad, de toda la Iglesia y en favor de cada corazón creyente.

Oración a Cristo

Pero al mismo tiempo, la Eucaristía, que nos implica en la oración de Cristo al Padre, es oración de cada creyente a Cristo, verdaderamente presente en su Cuerpo y en su Sangre eucarísticos.

Ambas dimensiones de la oración la vivimos en cada Misa: la dimensión de alabanza por Cristo, en Cristo y con Cristo al Padre; así como la dimensión contemplativa, donde nuestros corazones entran en ese encuentro y diálogo personal con Jesús Resucitado presente en su Eucaristía.

Nos convoca Jesús en los ritos iniciales, Él nos congrega y nos hace pueblo que camina hacia su encuentro. Serena nuestros corazones en el rito penitencial y así nos prepara a recibir su palabra proclamada litúrgicamente. Con Él la meditamos, ya que “como hizo en otro tiempo con sus discípulos, nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan”[1]. Él nos guía en la oración de los fieles para presentar al Padre nuestra oración, nuestras intenciones y necesidades.

Finalmente, Él se hace realmente presente en su Cuerpo y Sangre, y así cumple su promesa: «yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

Al recibirlo en comunión sacramental, Él está “enteramente con su ser en el santuario de nuestro corazón”[2]; y así se hace íntimo amigo y alimento que nos acompaña, nos nutre y nos sustenta.

Verdaderamente la Eucaristía vivida con un corazón bien predispuesto y con anhelo, es oración a Cristo; encuentro personal con Él, mutua in-habitación de Cristo en nosotros, y de nosotros en Él.

Por todo esto celebramos hoy la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo; porque queremos elevar nuestra oración de acción de gracias por este don admirable, este sacramento admirable.

Al dejar que Jesús Eucaristía camine en medio de nosotros, volveremos a renovar nuestra fe en su presencia real en el Santísimo Sacramento del altar; volveremos a renovar nuestra confianza en que Él camina en medio de nosotros; nos acompaña, nos sostiene, nos guía y nos salva.

Y al recibir la bendición; volveremos a recordar que desde la Eucaristía celebrada, Él nos envía a vivir la vida de forma eucarística; es decir, a vivir nuestra vida como constante oración de entrega al Padre y como constante diálogo y amistad con Cristo.

Vida eucarística

Si vivimos así, todo lo que hagamos será oración “por Cristo, con Él y en Él, a Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo”[3]. Dándole al Padre, con nuestra vida –unida a la Eucaristía de Cristo-, “todo honor y toda gloria” en el día a día.

En el fondo, la vida vivida de forma eucarística, no es otra cosa que la santidad de la vida diaria; ofrecida con Cristo y con María al Padre en el altar de los corazones y en el altar eucarístico.

A María, Mujer eucarística, que supo unirse a la oración del Hijo al Padre en el altar de la cruz, le pedimos que desde el Santuario nos eduque para vivir con Ella y como Ella una vida eucarística, una vida donde todo sea oración por Cristo y con Cristo; oración que tributa al Padre Dios, “todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.”[4]

 

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

2/06/2024



[1] MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias I

[2] Cf. J. KENTENICH, Hacia el Padre, 143

[3] Cf. MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística II, Doxología

[4] Ibídem