La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 26 de agosto de 2011

Meditación Pascual 2007


Sión de la Trinidad, 8 de abril de 2007

Querida familia y amigos:
Quisiera escribir algunas líneas, fruto de mis meditaciones en esta Semana Santa, como un pequeño saludo pascual.
Algo que pensaba en estos días santos era que podía decir que tuve dos compañeros fieles en estos días; por un lado la Mater, que siempre está dispuesta para escuchar y dialogar, y por otro lado el Papa Benedicto, de cuyos textos pude sacar mucha inspiración para mis meditaciones y oración.
Justamente de su mensaje para la Cuaresma 2007 “Mirarán al que traspasaron”, saqué mucho alimento espiritual…

Mirarán al que traspasaron (Jn 19,37) es una invitación justamente a volver los ojos y sobre todo el corazón hacia Jesús y volver a contemplar, a mirar en serio a ese hombre, a ese Dios crucificado… Pero no solo mirarlo superficialmente – tal vez estamos muy acostumbrados a ver un crucifijo y lo tomamos por obvio – sino a mirarlo enserio y a mirarlo desde la perspectiva del amor, pues Deus caritas est. Me serviré de algunas líneas del mensaje papal…

El amor de Dios: ágape y eros. El amor con el que Dios nos envuelve es sin duda ágape…
El amor con que Jesús nos ama y nos envuelve es sin duda ágape, dice el Papa. Es ese amor que quiere exclusivamente nuestro bien, anhela nuestra plenitud. La primera gran constatación que vale la pena hacer es que Dios mismo me ama, Jesús mismo me ama a mí, con un amor que quiere y anhela mi bien.

Pero el amor de Dios es también eros
Pero Jesús no solamente anhela mi bien, mi plenitud, sino que él también anhela estar conmigo… De eso se trata el amor eros, del anhelo de estar con lo amado, con la persona amada, incluso el deseo profundo de estar con él… ¡Qué impresionante pensar que Dios quiere estar conmigo! Jesús quiere estar conmigo… fue en este punto donde me detuve a “mirar al que traspasaron”, a mirar la Cruz y tratar de ver y escuchar lo que ella me quiere decir a mí, incluso gritar… Jesús quiere estar conmigo, de eso se trata la Cruz, de eso se trata la Eucaristía.
La Eucaristía es el anhelo de Jesús de estar con nosotros, el anhelo de Jesús de estar conmigo.
Si tan sólo pudiésemos grabarnos en el alma y el corazón esta verdad que la Cruz y la Eucaristía nos revelan… El mismo Dios quiere estar conmigo, ¡cómo decirle que no!

En la Cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros
Podría incluso decir que en la Cruz Jesús espera cada día mi sí, en la Cruz y en la Eucaristía Jesús espera paciente, fiel y cariñosamente mi sí… Mi sí a aquello que es lo único importante y fundamental, mi sí a su amor; todo  lo demás vendrá por añadidura.

La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor…
Ya al comprender que Jesús en la Cruz espera mi sí, nace el anhelo de darle ese sí, dárselo desde el corazón… Creo que la misa, la Eucaristía, ese momento de encuentro y diálogo íntimo con Jesús es la oportunidad para decirle cada día sí a su amor. Ese amor que a cada uno se manifiesta de muchas formas, en una persona que me pide que confíe en ella, en un amigo que se preocupa por mí, en mis inseguridades que piden hallar seguridad más allá de mí mismo, en Dios. Esa fue la experiencia de Jesús, encontrar seguridad en Dios, su Padre, darle su sí en la confianza del Amor, lo dice la misma Escritura: “Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia” (Heb 5,8).

Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia
En la Semana Santa recordamos justamente los sufrimientos de Cristo, eso que él sufrió por amor a cada uno de nosotros, por amor a su Padre. Y sufriendo aprendió a ser obediente, obediente por amor, por confianza.
También nosotros muchas veces tendremos que aprender a ser obedientes, o más que aprender a ser obedientes, aprender a amar… Y aprender a amar nos va a hacer sufrir a veces; porque amar es salir de uno mismo, de sus seguridades, de sus “castillos interiores” para mostrarse al amado tal y cual  uno es, para mostrarse a los demás y a Dios tal y cual uno es. Un gran desafío, dejarse sorprender por uno mismo y por Dios. Un gran desafío confiar en el amor de Dios Crucificado y responderle sí… Pero no estamos solos, así como al pie de la Cruz estaba su Madre, María, al pie de nuestras cruces diarias está Ella, Madre, Amiga, Compañera y Reina.

Finalmente queridos amigos Jesús ha resucitado y es para nosotros alegría y esperanza de que diciéndole sí a su amor, aún cuando implique sufrimiento o desafíos también nosotros resucitaremos… Resucitaremos en las alegrías de la vida diaria y en sus esperanzas – cuando menos lo esperemos, porque a Dios le gusta sorprendernos - y algún día resucitaremos a la eternidad. La Resurrección es la prueba de que el amor vence, de que aquello que es lo único fundamental vencerá a la larga, y no puede ser de otra manera Dios es amor, Dios quiere estar con cada uno de nosotros por toda la eternidad. Que la Mater, en cuyo corazón encontramos refugio y fuerza, nos anime a perseverar en la fe y en la confianza del amor divino.

Dios quiere estar conmigo. Jesús mismo quiere estar conmigo… Eso es lo importante, todo lo demás vendrá por añadidura.

Oscar Iván    

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