29° Domingo durante el año
– Ciclo C
Levantar los brazos con
Cristo
Queridos hermanos y
hermanas:
Así como «Jesús
enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1), también la primera lectura –tomada
del libro del Éxodo (Éx 17, 8-13)- nos habla sobre la
constancia y el sentido de la oración.
La oración de Moisés
El Éxodo nos
relata una batalla entre los amalecitas e Israel, pero sobre todo nos muestra
el rol orante de Moisés durante la batalla que libra su pueblo: «Moisés dijo a Josué: “Elige a alguno de
nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre
la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios”» (Éx 17,9).
Durante la batalla de su pueblo, Moisés sube al monte; es
decir, sube al lugar de la oración, del encuentro con Dios. La oración misma es
como una peregrinación a la cima de un monte, cima en la cual –luego de un
arduo caminar- nos encontramos con Dios.
En la cima, «mientras
Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer,
prevalecía Amalec» (Éx 17,11). Es
decir, Moisés no solo debe subir al monte de la oración, sino permanecer en
oración implorando por su pueblo.
También nosotros debemos aprender a permanecer en
oración; es decir, orar concretamente con nuestros pensamientos, palabras y
gestos; pero también, aprender a mantener una actitud orante a lo largo del
día, aun cuando no podamos rezar en todo momento. La actitud orante consiste en
cultivar la conciencia de que vivimos en la presencia de Dios, vivimos bajo su
mirada bondadosa.
Muchas veces nos proponemos hacer oración –tomamos propósitos,
nos comprometemos con el rezo del santo
Rosario o con la celebración eucarística-, y al inicio lo hacemos con
entusiasmo. Pero a medida que pasan los días, ese entusiasmo decae, y vamos
perdiendo fuerza y constancia en la oración. Nos dejamos llevar por nuestras
múltiples ocupaciones, distracciones y cansancios. O simplemente sentimos que
no somos escuchados en nuestras peticiones. Estamos lejos del ejemplo de la
viuda insistente del evangelio (cf. Lc
18, 1-8).
Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es la oración?
¿Cómo vivirla y expresarla? ¿Cómo ser perseverantes en ella?
Los brazos levantados
Volvamos al relato del Éxodo. Allí se nos dice que: «mientras
Moisés tenía los brazos levantados vencía Israel; pero cuando los dejaba caer
prevalecía Amalec» (Éx 17,11).
¿Qué significa el gesto de los brazos levantados durante la oración?
En primer lugar hay que decir que el gesto de los brazos
levantados en oración es expresión exterior de la actitud interior del orante. Todo
“gesto corporal tiene, en sí mismo, un sentido espiritual, (…) y el acto
espiritual, por su parte, tiene que expresarse necesariamente, en virtud de la
unidad corpóreo-espiritual del hombre, en el gesto corporal.”[1]
Así, la oración, que comprende un reconocer a Dios, adorarle y suplicarle, es
un acto humano que implica al hombre en su totalidad: espíritu y cuerpo.
Así, los brazos levantados en oración expresan al hombre
que eleva su mente y su corazón a Dios: es el orante. Pero también expresan su
apertura a recibir de Dios su misericordia; “el hombre abre sus manos y, con
ello, se abre al otro.”[2]
Se trata de búsqueda y apertura.
Por eso los cristianos comprendemos la oración como
búsqueda, respuesta y apertura a Dios; la entendemos también como intercesión
constante en favor de nuestros hermanos y sus necesidades; pero, sobre todo,
entendemos nuestra oración personal y eclesial como una participación en la
gran oración de Cristo al Padre.
Por esta razón, para nosotros el gesto de “los brazos
extendidos tiene al mismo tiempo un significado cristológico: nos recuerdan las
manos extendidas de Cristo en la cruz. (…) Extendiendo los brazos queremos orar
con el crucificado, hacer nuestros sus «sentimientos» (Flp 2,5).”[5]
Con Cristo abrimos nuestros brazos y manos al Padre y a los hermanos: se trata
del amor a Dios y al prójimo. Ese es el sentido profundo la oración cristiana y
su ley interior.[6]
La fe de Cristo
Esta profunda comprensión de la oración cristiana nace de
la fe en Cristo Jesús y en su testimonio de la paternidad misericordiosa de
Dios. Solo el auténtico creyente es un auténtico orante. Y Jesús lo sabe.
Por
eso, luego de la parábola del “juez inicuo y la viuda insistente” (Lc 18, 2-5), Jesús dice: «Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos,
que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un
abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc
18, 7-8).
Sí,
la oración insistente, la oración de intercesión y la espera en la oración,
requieren fe. La fe en Cristo y la fe de Cristo. Confiar como Él y con Él en
que el Padre bueno y misericordioso escuchará nuestra oración y responderá a
ella a su debido tiempo y en la manera adecuada. La oración filial vive de la
fe y de la confianza filial.
A María, Madre creyente y orante, le pedimos que en el Santuario nos eduque en la fe y en la oración, para que con Cristo levantemos nuestros brazos en oración “desde donde sale el sol hasta el ocaso”[7]. Amén.
[1] J.
RATZINGER, Obras Completas. Tomo XI:
Teología de la Liturgia (BAC, Madrid 2014), 109.
[2] J.
RATZINGER, Obras Completas..., 117.
[3]
MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística de la
Reconciliación I.
[4]
Cf. J. ALDAZÁBAL, Gestos y Símbolos
(Agape Libros, Buenos Aires 2007), 134.
[5] J.
RATZINGER, Obras Completas..., 117.
[6] Cf.
Ibídem
[7]
MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística III.
Durante la noche casi siempre a las 3 de la mañana me despierto y rezo a JHS con los brazos y manos extendidos al cielo
ResponderEliminarNo sabía por qué lo hacía que instinto me llevaba a actuar así
Hoy con esta lectura comprendí el motivo
Sin saberlo estaba adorando más al Señor con mi rezo
Gracias Padre Santo por todo
O H Uhlig