Domingo 4° de Adviento –
Ciclo C – 2024
María,
peregrina de la esperanza
«María
partió y fue sin demora»
Lc 1, 39 – 45
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos
ya el 4° domingo de Adviento; muy
cercanos a la Noche Buena y a la Navidad; muy cercanos a la celebración del
Nacimiento del Salvador.
Cercanos
también al inicio del Año Santo. En
Roma, el Santo Padre dará inicio al Año Santo
con la apertura de la Puerta Santa en
la Basílica de San Pedro del Vaticano el 24 de diciembre; en el resto de las
diócesis del mundo iniciaremos el año jubilar el domingo 29 de diciembre con una
solmene Eucaristía, inspirados por el lema de este jubileo: “Peregrinos de la Esperanza”.
¿Qué
significa ser peregrinos de la esperanza? ¿Cómo ser peregrinos de la esperanza en
el día a día? Contemplemos a María, para aprender de Ella a caminar por la vida
como peregrinos de la esperanza.
Peregrina de la esperanza
En el evangelio que hemos escuchado hoy
(Lc 1, 39 – 45) vemos a María,
precisamente, como peregrina de la esperanza: «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá» (Lc 1, 39).
Recordemos
que el pasaje evangélico proclamado hoy es conocido como “la Visitación”; hemos escuchado la primera parte de dicho relato. Este
pasaje viene a continuación del relato de “la
Anunciación” (Lc 1, 26 – 38). Por
lo tanto, María inicia su peregrinación luego de haber escuchado el anuncio del
Ángel: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor
está contigo. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús»
(Lc 1, 28. 31).
Por lo tanto, es el
anuncio, la Buena Noticia, la que pone
en movimiento a María. Se trata de la dinámica de la esperanza. Al recibir esta
Buena Noticia el corazón se alegra,
la inteligencia se ilumina y la voluntad se pone en movimiento. Porque ese anuncio:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor
está contigo»; «No temas, María,
porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús» (Lc 1, 28. 30 - 31), genera esperanza; la
esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,
5), la esperanza que viene de Dios.
Al contemplar hoy a María,
tomamos consciencia de que es la esperanza lo que nos pone en movimiento; es la
esperanza la que nos moviliza y tiene la capacidad de ponernos en camino, de sacarnos
de nuestras parálisis, encierros y tristezas.
Por lo tanto, para ser peregrinos
de la esperanza debemos primero volver a escuchar el anuncio de la salvación, volver
a escuchar el Evangelio –la Buena Noticia- de que Dios está con nosotros.
Peregrina de la
misericordia
María, peregrina de la esperanza se convierte
en peregrina de la misericordia. Ella se pone en camino con prontitud para acompañar
y ayudar a su anciana pariente Isabel (cf. Lc 1,7) que lleva ya seis
meses de embarazo. Con ello nos muestra que la misericordia “se identifica con
tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad”[1];
pero sobre todo, nos muestra que la misericordia se identifica con la acción
concreta en favor de los demás. Sí, la misericordia siempre es concreta, como
el amor de una madre.Nuestra Señora de los Milagros,
la Virgen de Caacupé.
Basílica Santuario de Caacupé, Paraguay.
Así,
con sus obras y palabras, María testimonia la misericordia de Dios que se
derrama sobre los hombres «de generación en generación» (Lc 1, 50).
Pero al realizar la misericordia con Isabel, María misma recibe a su vez
misericordia. María se pone en camino para ayudar y acompañar a Isabel; e
Isabel la proclama «bendita entre todas las mujeres» y «feliz por
haber creído» en el Señor (Lc 1, 42. 45). Es entonces cuando María
entona su cántico de alabanza: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con
bondad la pequeñez de su servidora» (Lc 1, 46b-48).
Las
dos realidades van unidas: realizar misericordia y recibir misericordia. Así lo
enseña el mismo Jesús: «Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia» (Mt 5,7). Así lo experimentamos nosotros cuando
realizamos la misericordia ayudando con sinceridad: al dar un don, o al dar de
nuestro propio tiempo y capacidades, aunque recibamos apenas una sonrisa como
muestra de gratitud, experimentamos que como seres humanos necesitamos de esa
sonrisa, de esa muestra de cariño y humanidad; y así, también nosotros
recibimos misericordia.
Por
ello, a lo largo del Año Santo, queremos
ser peregrinos de la esperanza caminando con pasos de misericordia; es decir, realizando
concretamente obras de misericordia a favor de nuestros hermanos. Cuando la esperanza
cristiana es auténtica, ella se manifiesta en obras de misericordia en favor de
los necesitados; obras de misericordia que son signos de esperanza: “Las
obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los
corazones sentimientos de gratitud.”[2]
Peregrina de la alegría y la
alabanza
Precisamente, es la gratitud de Isabel la que llena de gozo
y alegría a María. Isabel proclama: «¡Tú
eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! Feliz
de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor» (Lc 1, 42. 45).
En ese momento, María se transforma en peregrina de la alegría
y la alabanza, al responder con su propio cántico a la bienaventuranza que Isabel
le dedica: «Mi alma canta la grandeza del
Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró
con bondad la pequeñez de tu servidora» (Lc 1, 46 – 48a).
Así vemos en qué consiste ser peregrinos de la esperanza;
vemos que la fe nos lleva a la esperanza; ella a su vez se manifiesta en el amor
y la misericordia, y llega a transformarse en cántico de alegría y alabanza «porque el Todopoderoso he hecho grandes
cosas» (cf. Lc 1, 49).
De eso se trata la peregrinación de la esperanza, el camino
de la esperanza: fe y esperanza; misericordia y amor; alegría y alabanza. He aquí
la síntesis de lo que queremos vivir desde la Navidad durante todo el Jubileo
de la Esperanza. Con María queremos ser peregrinos de la esperanza, la misericordia
y alegría.
A Ella,
la Madre de la Esperanza, le pedimos en
oración:
Madre, muéstranos el camino
para que lleguemos a ser auténticos
peregrinos de la esperanza;
peregrinos de aquella esperanza que no
defrauda,
la de Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
P.
Óscar Iván Saldívar, I.Sch.
Rector del Santuario de Tupãrenda - Schoenstatt
Buenas Pater!
ResponderEliminarQue bello mensaje, recordatorio para todos los días. Nuestra voluntad está paralítica para muchas cosas para otras no, y la gratitud qué nos enseña Isabel es ejemplar.. Nos olvidamos que todo es gracias a Dios 🙏
Saludos desde San Lorenzo.