Domingo 5° de Pascua –
Ciclo C - 2016
Jn
13, 31 – 33a. 34 – 35
«Les doy un mandamiento
nuevo»
Queridos hermanos y
hermanas:
El evangelio de hoy (Jn
13, 31-33a. 34-35) pone ante nuestros ojos el “mandamiento nuevo”: «Ámense los unos a los otros. Así como yo
los he amado, ámense también los unos a los otros» (Jn 13, 34).
«Les doy un mandamiento
nuevo»
¿En qué consiste la novedad de este mandamiento de Jesús?
¿No se nos manda ya en el Antiguo
Testamento el amor al prójimo (cf. Lv
19, 18)?
San Agustín también se pregunta en qué consiste esta novedad,
y, reflexionando responde:
“Os doy –dice- el mandato nuevo: que os améis mutuamente.
¿Es que no existía ya este mandato en la ley antigua, en la que hallamos
escrito: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo? ¿Por qué, pues, llama nuevo el Señor a lo que nos consta que es tan
antiguo? ¿Quizá la novedad de este mandato consista en el hecho de que nos
despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo? Porque renueva en verdad al
que lo oye, mejor dicho al que lo cumple, teniendo en cuenta que no se trata de
un amor cualquiera, sino de aquel amor acerca del cual el Señor, para
distinguirlo del amor carnal, añade: Como
yo os he amado.”[1]
Sí, el mandamiento de amarnos los unos a los otros como
Jesús nos amó es nuevo porque nos renueva en lo más íntimo de nuestro ser cuando
lo vivimos.
Amor pascual
En ese sentido podríamos decir que el amor con que Jesús
nos amó es un “amor pascual”. Un amor que ha sido «amor hasta el fin», hasta el extremo (Jn 13,1). Un amor que ha pasado por la entrega de la cruz y ha
vencido a la muerte en la resurrección.
Cuando el amor se entrega hasta el fin y vence la muerte
del egoísmo entonces renueva al que ama. Entonces es “amor pascual”.
Comprendemos entonces la petición que le hicimos a Dios
en la oración colecta de este día:
“realiza plenamente en nosotros el misterio pascual”.[2]
El misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo
debe realizarse todavía en cada uno de nosotros. Y se realiza precisamente en
la medida en que nuestro amor a Dios y a los demás madura en la entrega de la
cruz.
En ese sentido interpreto las palabras de los Hechos de los Apóstoles que hoy hemos
escuchado: «Pablo y Bernabé… …Confortaron
a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es
necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios» (Hch 14, 22).
Entrar en el Reino de Dios es amar como Jesús nos amó:
“hasta el fin”; “despojándose de sí mismo”; “haciéndose siervo de los demás”;
“haciendo el bien a los demás”; sin egoísmos, sin fingimientos, sin esperar
retribución o reconocimiento alguno, sino amando sincera y desinteresadamente.
Muchas veces nuestro amor está teñido por el egoísmo y
por la búsqueda del propio yo. Si somos sinceros nos daremos cuenta de que
muchas veces amamos sólo a los que nos aman. Y, a veces, en realidad no amamos,
sino más bien “queremos”; es decir, sentimos afecto por alguien que nos hace
bien, pero olvidamos pensar en su propio bien.
Así,
saludamos a los que nos saludan, ayudamos a los que nos ayudan o lo hacemos esperando
algún reconocimiento; buscamos amistades que nos convienen u ofrecemos cariño
esperando recibir una retribución a cambio. Si somos sinceros nos daremos
cuenta que nuestro amor todavía es pequeño y muchas veces es más búsqueda del
propio yo que camino de encuentro con el tú.
Por
eso las “tribulaciones” purifican nuestro amor y nuestro corazón. Si vivimos
nuestras dificultades unidos al misterio
pascual de Jesucristo, entonces las dificultades, obstáculos y crisis se
volverán camino de maduración para nuestro amor. Cuando el amor entra en
crisis, es un llamado a la madurez de ese amor, a la madurez de las personas
que lo viven: “Aquello que era terreno en el pensar o demasiado humano en la
entrega, quiso Dios orientarlo hacia las alturas y sumergirlo enteramente en su
corazón.”[3]
Sí,
vivir el mandamiento nuevo del amor, el mandamiento pascual del amor, nos
purifica de todo egoísmo y nos libera de nuestras ataduras y encierros, y por eso nos renueva.
Un don nuevo
Mater Divini Amoris Madre del Amor Divino |
Sí, con este mandato nuevo, con este don nuevo del amor
pascual en Cristo, Dios, que está sentado en el trono vuelve a decir: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5).
A María, Mater Amoris
Paschalis - Madre del amor pascual, que supo atravesar con la luz de la fe y
el amor la oscuridad de la muerte en cruz para llegar al amanecer de la
resurrección, le pedimos que nos eduque para que nuestro amor llegue a ser
también amor pascual y así se nos reconozca como discípulos de su hijo
Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
[1]
SAN AGUSTÍN, Sobre el Evangelio de San
Juan, Tratado 65, 1.
[2]
MISAL ROMANO, Domingo V de Pascua,
Oración colecta.
[3] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 616.
[4]
BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 1.
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