La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 31 de marzo de 2024

Vigilia Pascual - Ciclo B - 2024 - «Allí lo verán»

Vigilia Pascual en la Noche del Sábado Santo – Ciclo B

2024

Mc 16, 1 – 8

«Allí lo verán»

Queridos hermanos y hermanas:

            Celebramos la Vigilia Pascual en la Noche del Sábado Santo, y con ello llegamos al culmen del Triduo Pascual. Luego de acompañar al Señor Jesús en su entrada mesiánica a Jerusalén y contemplarlo lavando los pies a sus discípulos, para luego adentrarnos en su oración en el huerto de Getsemaní, desde la cual vivirá su muerte en cruz; lo contemplamos ahora como el Resucitado.

            También para nosotros valen las palabras que el ángel dirigió a las mujeres que se encaminaban hacia el sepulcro en «la madrugada del primer día de la semana» (Mc 16, 2): «Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado.» (Mc 16, 6).

            ¡Ha resucitado! Ese es el anuncio pascual que hoy escuchamos, ese es el acontecimiento que hoy queremos celebrar y vivir.

«No teman»

            El texto de san Marcos si bien nos dice que María Magdalena, María y Salomé se dirigían al sepulcro con ánimo de ungir el cuerpo de Jesús, nos da a entender que, a pesar de esto, las mismas no se encontraban preparadas para los signos que encontraron ni para el anuncio que recibieron.

            Aunque el ángel les dice: «No teman»; el texto señala que «salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí» (Mc 16, 8). ¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué reaccionaron así?

            Podemos suponer al menos dos razones. En primer lugar, las mujeres del evangelio no están preparadas para el anuncio que han recibido ni para el acontecimiento mismo que se les ha anunciado. En su momento, tampoco los discípulos comprendieron del todo “cuando Jesús les habló por primera vez sobre la cruz y la resurrección; mientras bajaban del monte de la Transfiguración, ellos se preguntaban qué querría decir eso de «resucitar de entre los muertos» (Mc 9, 10).”[1]

            Ellas buscan todavía al Crucificado, busca su cuerpo que debería estar depositado en el sepulcro. Es por ello que el ángel les dice: «Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí» (Mc 16, 6).

«Ha resucitado, no está aquí»

           

Acoger el anuncio de la resurrección y hacer experiencia del Resucitado, no es algo que dependa sola y exclusivamente de nuestras facultades y capacidades. No se trata de un ejercicio intelectual; no se trata de arrebato de los afectos. Es un don y una misión.

            Y nos adentramos aquí en la segunda razón por la cual las mujeres del evangelio, en un primer momento, reaccionan con temor ante el anuncio de la resurrección y los signos que acompañan este anuncio. Todavía no han recibido el don del Espíritu Santo, que en la oración, capacita a los creyentes para acoger en anuncio gozoso de la resurrección, hacer experiencia del Resucitado y anunciarlo a toda la creación.

            Para acoger plena y auténticamente el anuncio de la resurrección necesitamos el don del Espíritu Santo y necesitamos cultivar el hábito de la oración.

            La oración es el ámbito en el cual la Iglesia recibe el anuncio de la resurrección; lo asume, lo interioriza y lo experimenta. Y desde allí, desde la oración, que no es otra cosa que encuentro con el Resucitado, lo anuncia, testimonia y comparte.

«Allí lo verán»   

             Cuando el ángel dice: «Él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán» (Mc 16, 7); podemos interpretar que ese “allí” es la oración. Es en la oración donde podemos ver  Jesús Resucitado, presente y actuante en nuestras vidas.

            Sin duda que la oración es diálogo con el Dios vivo, con el Dios de la vida. Pero en realidad, la oración cristiana es siempre diálogo del bautizado con la Trinidad; es íntimo diálogo trinitario.

            En la oración por el Espíritu que nos ha sido dado en el Hijo, dialogamos con el Padre. Pero también, muchas veces, nuestra oración es diálogo con el Hijo, encuentro con el Resucitado que ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).

            En efecto, en la oración, cuando es auténtico diálogo, no hablamos solamente nosotros; Dios también nos habla; Cristo también nos habla, nos dirige su palabra.

            En la oración, Jesús nos habla al corazón diciéndonos: “«Resurrexi et adhuc tecum sum». «He resucitado y estoy aún y siempre contigo». Estas palabras, tomadas de una antigua traducción latina —la Vulgata— del Salmo 138 (v. 18 b), resuenan al inicio de la santa misa”[2] del día de Pascua. “En ellas […] la Iglesia reconoce la voz misma de Jesús que, resucitando de la muerte, lleno de felicidad y amor, se dirige al Padre y exclama: Padre mío, ¡heme aquí! He resucitado, todavía estoy contigo y lo estaré siempre.”[3]

            “Gracias a su muerte y resurrección Jesús nos dice también a nosotros: he resucitado y estoy siempre contigo.”[4] En la oración podemos escuchar al mismo Resucitado que nos habla al corazón. En la oración, nosotros mismos unimos nuestra voz a la del Resucitado y le decimos al Padre: ¡Con tu Hijo he resucitado, y estoy –y estaré para siempre- contigo!

            Sí, por el Bautismo, ya hemos muerto y resucitado con Cristo. Por el Bautismo, la oración, los sacramentos y la caridad fraterna, estamos siempre con Jesús y con el Padre. Sí, allí radica la alegría pascual, allí radica la razón por la cual queremos testimoniar a todos que Cristo Jesús ha resucitado.

            A María, a quien con alegría invocamos como Regina Coeli – Reina del Cielo, le pedimos hoy y siempre, que con su presencia orante en nuestras vidas nos eduque en la oración, en esa “actitud interior de escucha, que es capaz de leer la propia historia personal, reconociendo con humildad y confianza que es el Señor quien actúa”[5], quien nos guía y acompaña.

Es el Resucitado el que nos dice:

Aquí estoy contigo, y lo estaré para siempre;

Aquí estoy contigo y me verás en la oración llena de fe y confianza.

Aquí estoy contigo y tú estarás siempre conmigo.

Amén. Aleluya.

 

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

Vigilia Pascual 2024



[1] Cf. BENEDICTO XVI, Homilía, Sábado Santo, Vigilia Pascual, 15 de abril de 2006.

[2] BENEDICTO XVI, Mensaje Urbi et Orbi, Pascua 2008.

[3] Ibídem

[4] Cf. BENEDICTO XVI, Mensaje Urbi et Orbi, Pascua 2008.

[5] Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia General, 14 de marzo de 2012.

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