La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 24 de mayo de 2024

Yo te daré la Maestra - Ma Auxiliadora 2024

 

Santuario María Auxiliadora – Asunción

7° día del Novenario

“Yo te daré la Maestra de acción de gracias al Creador”

35° aniversario de la dedicación del templo

Queridos hermanos y hermanas:

            En el contexto del Novenario en preparación a la solemnidad de María Auxiliadora, celebramos hoy el trigésimo quinto aniversario de la dedicación de este templo.

Al hacerlo, recordamos “con inmenso gozo la dedicación del santuario de María Auxiliadora de la ciudad de Asunción, un 21 de mayo de 1989, de manos de Monseñor Ismael Rolón, entonces Arzobispo de Asunción”.[1]

Por eso es muy apropiado que el lema que nos acompaña en este día del Novenario nos invite a la gratitud: “Yo te daré la Maestra de acción de gracias al Creador”.

Yo te daré la Maestra

Queremos asumir las palabras: “Yo te daré la Maestra”, como si fueran dirigidas a cada uno de nosotros de forma personal, y a la vez, a toda la comunidad de fe que se reúne en este Santuario.

En realidad, a cada cristiano, a cada bautizado, María es ofrecida como Madre y Maestra. En cada uno de nosotros, en algún momento de nuestras vidas, se actualizan las palabras contenidas en el Evangelio según san Juan:

«Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».

Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.» (Jn 19, 26 – 27).

Sí, cada uno de nosotros, en un momento de gracia recibe a María como Madre y Maestra; la hace propia y la recibe en su corazón. Y así se deja educar por Ella, para que en cada uno de nosotros se forme la imagen de Cristo Jesús. La misión de María en la Iglesia es educar a cada uno de los bautizados a semejanza de su hijo Jesús. 

Yo te daré la Casa de oración

            Y precisamente en una «Casa de oración» como es este Santuario dedicado a María Auxiliadora, es donde podemos experimentar que Jesús nos confía al cuidado de su Madre, es donde podemos escuchar en nuestros corazones las mismas palabras que escuchó san Juan Bosco: “Yo te daré la Maestra”.

            Todo santuario mariano es siempre casa y escuela. Es casa, es hogar, porque allí se encuentra la Madre de Dios y Madre nuestra. Decía el Papa Francisco en la Basílica Santuario de Caacupé: “En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia. (…) Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que alguien nos espera.”[2]  

Santuario María Auxiliadora
Arquidiócesis de Asunción
Mayo 2024
        En la casa de la Madre, que es hogar para los hijos, todos pueden venir con su vida a cuestas, y dejar descansar el corazón –con sus alegrías y tristezas- en el corazón de la Santísima Virgen María, nuestra Madre. En sus manos y en su corazón toda nuestra vida adquiere sentido, y al cobijarnos, Ella renueva en nosotros la fe, la esperanza y el amor. En María y en sus santuarios, experimentamos de forma sensible la hermosa promesa de Jesús: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.» (Mt 11, 28).

            La casa de María es siempre también escuela de vida y de fe; lugar donde Ella no sólo nos cobija, sino que además, nos educa, nos transforma y nos envía.

            Todo santuario mariano es siempre lugar privilegiado de la acción pedagógica de la Santísima Virgen María. Ella nos educa al menos de tres maneras en un santuario. En primer lugar, nos educa por medio del ambiente mariano que se vive y se irradia en todo santuario. Ambiente de paz, de serenidad, de oración y de amor.

            Nos educa por medio de su presencia en los santuarios; por medio del amor. Es decir, cuando nos vinculamos a María y la amamos sinceramente, vamos asemejándonos a Ella. Vamos adquiriendo sus actitudes marianas, sus gestos, sus palabras, tal cual nos transmiten los Evangelios.

            Finalmente, en todo santuario mariano, María nos educa con nuestra propia colaboración; es decir, por medio de la auto-educación. Ella nos da la lucidez y la humildad para ver en nosotros, aquello que necesita ser transformado, convertido a Jesús. Ella nos da la fortaleza y la esperanza para día a día educarnos a nosotros mismos venciendo nuestra pereza y egoísmo. Ella nos enseña a caminar por la vida tal como Ella misma lo hizo: “fuerte y digna, sencilla y bondadosa; repartiendo amor, paz y alegría.”[3]          

Acción de gracias al Creador

            Por ello, hoy, en esta «Casa de oración», en este Santuario mariano, casa y escuela del Pueblo de Dios, queremos dar gracias a Dios, nuestro Padre Creador.

Sí, queremos agradecerle por el gran don de la fe cristiana; por habernos llamado en Cristo a ser sus hijos e hijas; por el gran don de la redención en Cristo. Queremos agradecerle por el gran don de habernos hecho pueblo, pueblo de su propiedad en la Iglesia. Queremos agradecerle el gran don de la maternidad de María Santísima. ¡Qué sería de nosotros sin Ella, sin su cuidado y educación maternal!

            Así es queridos hermanos y hermanas; Dios, nuestro Padre, en el Bautismo nos ha hecho hijos suyos; y al hacerlo, nos ha regalo una identidad y vocación filial; nos ha regalado un hogar y una misión, y nos ha regalado una Madre y Maestra.

            En esta Eucaristía, elevamos al Padre por Cristo en el Espíritu Santo, una sincera y jubilosa acción de gracias por los dones del Bautismo, la Iglesia, y María. Con esta Liturgia le decimos: “Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.”[4]

            Que desde este Santuario, consagrado como lugar de culto y bendecido con la presencia maternal de María, suba como incienso, nuestra oración de gratitud y alabanza:

“El universo entero
con gozo glorifique al Padre,
le tribute honra y alabanza
por Cristo con María
en el Espíritu Santo,
ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.”[5]

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

21/05/2024



[1] Cf. P. NILO ZARATE, SDB, Yo te daré la Maestra. Novenario en honor a María Auxiliadora de los cristianos, Reflexión del 21 de Mayo de 2024.

[2] PAPA FRANCISCO, Homilía, Misa en la explanada del santuario mariano de Caacupé, 11 de julio de 2015.

[3] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 609.

[4] MISAL ROMANO, Himno Gloria a Dios en el Cielo.

[5] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 185.

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