La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 16 de abril de 2025

Domingo de Ramos 2025 - «Señor, estoy dispuesto a ir contigo»

 

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor - Ciclo C – 2025

Lc 19, 28 – 40

Lc 22, 7. 14 – 23, 56

«Señor, estoy dispuesto a ir contigo»

 

Queridos hermanos y hermanas:

            En este día tan especial para la Liturgia de nuestra fe y para el sentir religioso del Pueblo de Dios, se proclaman dos textos evangélicos. En primer lugar el texto propio de la Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén (Lc 19, 28 – 40); y luego, la Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Lc 22, 7. 14 – 23, 56).

            De este modo se nos presentan las dos dimensiones de la celebración de este día: el jubiloso peregrinar a Jerusalén para proclamar a Jesús como rey-mesías; y el significado profundo de la realeza de Cristo y de su misión mesiánica, manifestado en su pasión y muerte redentora.

«Iba camino a Jerusalén»

            En el texto proclamado al inicio de la procesión del Domingo de Ramos se nos dice que «Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén» (cf. Lc 19, 28). También nosotros queremos acompañar a Jesús en su camino a Jerusalén, en su peregrinación hacia el cumplimiento del Misterio Pascual.

            De alguna manera, por la fe y la devoción, nosotros nos hemos hecho contemporáneos a esta peregrinación de Jesús hacia Jerusalén, y nos unimos a la gente y a los discípulos del Evangelio alabando a Dios llenos de alegría y reconociendo a Jesús como «Rey que viene en nombre del Señor» (Lc 19, 38). La alegría y la emoción se apoderaron de nuestros corazones.

            ¡Qué hermoso es creer! ¡Qué hermoso poder expresar juntos nuestra fe! ¡Qué hermoso es ser Pueblo de Dios que camina detrás de su Señor!

            Sí, la emoción, la alegría y la esperanza nos colman el corazón, y eso nos vuelve a poner en movimiento, nos vuelve a encender el corazón para caminar, para peregrinar detrás de Jesús, el «Rey que viene [a nuestras vidas] en nombre del Señor».

            Pero, ¿qué significa peregrinar, qué significa caminar detrás de Jesús?¿Cuál es la meta de esta peregrinación?

«Señor, estoy dispuesto a ir contigo»

            “La peregrinación (…) es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.”[1]

            Sí, cada uno de nosotros es un peregrino; o más bien, está llamado a ser un peregrino, que transita por los senderos de la vida siguiendo a «Cristo Jesús, nuestra esperanza» (1Tim 1, 1).

            Sin embargo, no siempre caminamos detrás de Jesús. Muchas veces, como Pedro le decimos al Señor: «estoy dispuesto a ir contigo» (Lc 22, 33), pero con nuestros pasos y nuestra indiferencia o dejadez espiritual negamos conocer a Jesús, negamos nuestra condición y vocación de peregrinos, y así nos convertimos en vagabundos errantes “que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte.”[2]

            ¡No permitas Señor que perdamos nuestra vocación de peregrinos! ¡No permitas Señor que perdamos nuestra vocación de discípulos tuyos!

           No permitamos que el pecado, la tristeza, el vacío interior y el aislamiento nos paralicen y detengan nuestro caminar, nuestro peregrinar.

           


Al iniciar hoy al Semana Santa caminando detrás de Jesús y aclamándolo como «el que viene en nombre del Señor», preguntémonos qué detiene nuestro caminar en el día a día: ¿qué situaciones, qué actitudes, qué egoísmos, rencores y pecados detienen mi caminar detrás de Jesús?

            Dejemos atrás aquello que nos detiene, aquello que distrae nuestro caminar y desvía nuestros pasos –y nuestro corazón- del seguimiento de Jesús.

            Caminar detrás de Jesús –en la procesión del Domingo de Ramos y en la vida cotidiana- es permanecer con Él en el bullicio y alegría de la emoción, pero también, permanecer con Él en el silencio y la soledad de la cruz. Caminar detrás de Él es seguir sus pasos, sus actitudes, sus gestos; su modo de ser y de actuar, tanto en la alegría como en la dificultad. Caminar detrás de Él es reconocerle todos los días como rey de nuestras vidas y de nuestros corazones; y así, entregarle el propio corazón con toda su capacidad de amar y con toda su fragilidad.

            Solo así venceremos lo que nos paraliza, lo que muchas veces desvía nuestros pasos y nos impide caminar detrás de Jesús. Solo así seremos, con Él, peregrinos de la esperanza.

«Hoy estarás conmigo»

            Y solo así, llegaremos a la meta de nuestra peregrinación. “La meta inmediata de la peregrinación de Jesús es Jerusalén, la Ciudad Santa con su templo.”[3] Pero “la última meta de esta «subida» de Jesús es la entrega de sí mismo en la cruz (…), es la subida hacia el «amor hasta el extremo» (cf. Jn 13, 1)”[4], que es la verdadera meta de Cristo y de todo cristiano.

            Caminamos con Jesús, caminamos detrás de Jesús hacia el «amor hasta el extremo», porque solo muriendo con Cristo es que resucitamos a una  vida nueva, a una vida plena. Esa es nuestra gran esperanza.

            María, que como Madre Dolorosa se hace con nosotros peregrina de la esperanza, acompaña nuestro caminar. Aún en medio del dolor y de la incertidumbre, Ella brilla ante nosotros como estrella de la esperanza.

            Y su presencia luminosa nos recuerda que podemos levantarnos de nuestras caídas y volver a caminar, no porque podamos solos; sino, porque Ella está con nosotros, porque nuestros hermanos están con nosotros. “El que cree nunca está solo”[5]; el que cree nunca camina solo, sino que camina en la gran peregrinación de la esperanza hacia el «amor hasta el extremo», hacia la promesa de Jesús: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). Que así sea. Amén.

 

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

13/04/2025 


[1] FRANCISCO, Misericordiae vultus, 14

[2] FRANCISCO, Evangelii gaudium, 170

[3] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 12

[4] Ibídem

[5] BENEDICTO XVI, Homilía en la Santa Misa en la explanada de Isling, 12 de septiembre de 2006

1 comentario:

  1. Buenas Pater!!
    Maravillosa homilía!
    ..que pueda yo, dejar de ser Pedro y aferrarme a Jesús con su amor incondicional que entrega cada día.
    Fuerte abrazo!

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