La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 9 de mayo de 2025

Ha resucitado Cristo, mi esperanza - Vigilia Pascual 2025

 

Vigilia Pascual en la Noche Santa – Ciclo C – 2025

Lc 24, 1 – 12

Ha resucitado Cristo, mi esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

            Surrexit Christus spes mea – Ha resucitado Cristo, mi esperanza; son las palabras que la Liturgia cristiana pone en boca de María Magdalena al entonar la Secuencia Pascual en la Misa del día del Domingo de Pascua. Son las palabras que la fe cristiana quiere poner en nuestros labios y en nuestros corazones: Ha resucitado Cristo, mi esperanza.

            Al reunirnos para celebrar esta solemne Vigilia Pascual en la Noche Santa, volvemos a recordar, asumir y manifestar que “Jesús muerto y resucitado es el centro de nuestra fe”[1] y es la razón de nuestra esperanza. Sin embargo, cabe preguntarnos con sinceridad y responsabilidad si todavía esperamos la venida del Resucitado y la vida definitiva con Él.

            ¿Está nuestro corazón abierto a esta esperanza o tal vez la existencia terrena se ha convertido en nuestro único horizonte?

«Las mujeres fueron al sepulcro»

            Esta pregunta, este cuestionamiento al núcleo de nuestra personalidad sigue siendo vigente hoy, como lo era también en tiempos de los discípulos de Jesús. Si prestamos atención al texto evangélico proclamado hoy, notaremos que «el primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado» (Lc 24, 1).

            Esto significa que en un primer momento, tanto las mujeres que acompañaron a Jesús durante su ministerio público, como los discípulos que fueron llamados para estar con Él y luego ser enviados; no esperaban la resurrección del Maestro.

            ¿Qué esperaban los discípulos? ¿Qué esperaban los apóstoles y tantos hombres y mujeres que siguieron a Jesús –y sus signos- en su peregrinación desde Galilea a Jerusalén?

            Los Evangelios dan cuenta de las diversas expectativas –y con ello de las diversas esperanzas- que las personas de su tiempo tenían sobre Jesús. Mencionemos simplemente dos ejemplos.

«Han comido pan hasta saciarse»

            Por un lado, se nos menciona en el Evangelio según san Juan, que luego del signo de la multiplicación de los panes (cf. Jn 6, 1 – 15), Jesús dice a la multitud que lo busca: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse» (Jn 6, 26). Así mismo se menciona, que inmediatamente después del signo de los panes,  la multitud, viendo el signo que realizó, quería hacerlo rey (cf. Jn 6, 15).

            Se trata de la esperanza meramente mundana; la esperanza de saciar únicamente el hambre física o material. Por supuesto que es necesario saciar el hambre material, es necesario atender a las necesidades concretas y urgentes de los hombres; pero no es suficiente. “El hombre tiene hambre de algo más, necesita algo más. El don que alimenta al hombre debe ser superior, estar a otro nivel.”[2] La esperanza que sacia al corazón humano debe ser superior.

            Otro pasaje que demuestra la diversidad de esperanzas puestas sobre Jesús y su misión, aún entre sus propios discípulos, es el conocido pasaje de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13 – 35).

            En el mismo se nos dice con toda claridad, qué esperaban los discípulos de su Maestro; con semblante triste, en el camino, responden al Resucitado –a quien todavía no reconocen-, diciendo: «Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas» (Lc 24, 21).

            Se trata de la esperanza en el mesianismo político. Del mesianismo que simplemente quiere hacer de Israel un reino político entre los reinos y naciones del mundo. El horizonte se hace pequeño, se circunscribe solamente a los terrenal y mundano. Sin embargo, lo hemos escuchado en el relato de la Pasión del Señor: «Mi realeza no es de este mundo» (Jn 18, 36).

            “A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar.”[3]

Ha resucitado Cristo, mi esperanza

            Todos esperamos algo en nuestro corazón. Todos somos movidos día a día por esa esperanza que no sabemos formular bien  del todo. Pero que la anhelamos: anhelamos la plenitud, anhelamos la felicidad auténtica; el amor auténtico.

            A pesar de sus desilusiones ante la muerte en cruz de Jesús, los discípulos -en su desesperanza ante el no cumplimiento de sus expectativas mundanas-, siguen abiertos a la auténtica esperanza, aquella que no defrauda (cf. Rm 5, 5).

           

Vigilia Pascual en Noche Santa
19/04/2025

Es por ello que en lo inesperado del acontecimiento de la Resurrección se abre para ellos –y para nosotros- el horizonte de la esperanza que no defrauda. De la esperanza que sacia todos los anhelos del corazón humano. Digámoslo con toda claridad y convicción junto con María Magdalena: Ha resucitado Cristo, mi esperanza.

            “La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento» (cf. Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente «vida». Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza que hemos encontrado en el rito del Bautismo: de la fe se espera la «vida eterna», la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud.”[4]

            En esta Noche Santa “renovemos nuestra esperanza en la vida eterna fundada realmente en la muerte y resurrección de Cristo. "He resucitado y ahora estoy siempre contigo", nos dice el Señor, y mi mano te sostiene. Dondequiera que puedas caer, caerás entre mis manos, y estaré presente incluso a las puertas de la muerte. A donde ya nadie puede acompañarte y a donde no puedes llevar nada, allí te espero para transformar para ti las tinieblas en luz.”[5]

            María, a quien saludamos como Regina Coeli – Reina del Cielo, brille para nosotros como Estrella de esperanza en nuestra peregrinación diaria, de modo que, luego de estos días santos, cada uno de nosotros –como el Cirio Pascual- distribuya entre todos los hombres y mujeres de este tiempo, la luz de la esperanza que proviene de Jesucristo resucitado “que brilla sereno para el género humano, y vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”

 

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

19/04/2025

Jubileo de la Esperanza



[1] FRANCISCO, Spes non confundit, 20

[2] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración (Planeta, Chile2007), 315.

[3] BENDICTO XVI, Spe salvi, 30

[4] BENDICTO XVI, Spe salvi, 27

[5] BENEDICTO XVI, Ángelus, Conmemoración de los fieles difuntos, 2 de noviembre de 2008

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