Solemnidad de la Asunción
de la Virgen María – 2016
Lc 1, 39 - 56
Apoc 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab
Lc 1, 39 - 56
Apoc 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab
La Asunción de María,
signo de misericordia
Queridos hermanos y
hermanas:
Al celebrar hoy la Solemnidad
de la Asunción de la Virgen María les invito a meditar sobre este misterio
mariano a partir de la Sagrada Escritura.
En particular a partir de la primera lectura de esta solemnidad que se toma del
libro del Apocalipsis (Apoc 11,19a; 12, 1-6a. 10ab).
Un gran signo
El capítulo 12 del libro del Apocalipsis confronta dos signos, dos señales:
«Un gran signo: una
mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas
en su cabeza» (Apoc 12,1).
En la interpretación de la Iglesia, María es el «gran signo» que aparece en el cielo, en
el horizonte de la historia de la salvación. María es sobre todo signo de la
acción de Dios. Ella es el signo de lo que Dios quiere y puede realizar en la
vida de aquellos que ponen ante Dios su pequeñez y se dejan mirar por Él con
bondad (cf. Lc 1,48). Es signo de lo
que Dios quiere y puede realizar en aquellos que creen en su misericordia que
se «extiende de generación en generación»
(Lc 1,50).
Todo esto, Dios lo ha realizado ya plenamente en María,
la Madre y compañera de Jesús. Y lo realizará en la Iglesia a lo largo de la
historia de salvación. Es por eso que María es “garantía de consuelo y
esperanza” para la Iglesia.[1]
El Apocalipsis
nos presente todavía otro signo en el horizonte de la historia humana:
«Y apareció en el cielo otro signo: un
enorme Dragón rojo como el fuego…» (Apoc 12,3).
Aunque impresionante, este otro signo que aparece en el
cielo, no es descrito como “gran signo”. Y ello se debe a que el mal, el pecado
y el egoísmo impresionan, incluso atemorizan, pero nunca son un signo mayor que
la misericordia de Dios.
María, asunta en cuerpo y alma al cielo, es un gran signo
de la misericordia de Dios. Un signo mayor que el mal, el pecado y el egoísmo.
Y este misterio de María –profundamente ligado al
misterio de Cristo y de su Iglesia- es signo de la misericordia de Dios porque
nos muestra que al final del tiempo toda la realidad humana será asumida por
Dios.
Justamente de eso se trata la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. Se trata de que la
totalidad de lo humano puede entrar –y entrará- en comunión con la vida de
Dios. Tanto el alma, es decir, la
dimensión espiritual de la persona humana –intelecto, voluntad y sentimientos-,
como el cuerpo, nuestra dimensión
corpórea y todo lo que ello implica, pueden entrar en comunión con Dios a
través de Cristo Jesús.
Sí, toda la realidad humana tiene lugar en el corazón de
Dios. Nada humano le es ajeno. Y esa es nuestra gran esperanza y nuestra gran
alegría. Por eso, la Asunción de María
es signo de misericordia; signo de esa misericordia divina que abraza,
comprende y asume todo lo humano.
Signos de misericordia en
nuestra vida
Tratemos de aplicar esta meditación a nuestra propia
vida. Si somos sinceros y miramos con atención, reconoceremos que en nuestra
propia vida encontramos también signos del mal, el pecado y el egoísmo.
En
algunas ocasiones incluso experimentamos que el mal es como ese «Dragón [que] se puso delante de la Mujer
que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando naciera» (Apoc 12,4b); es decir, muchas veces sentimos que el mal y el pecado en nuestra
vida devoran nuestra esperanza, devoran nuestra alegría.
Sin
embargo, en nuestra vida también encontramos signos de misericordia; momentos
donde experimentamos que Dios asume nuestra realidad, nuestra vida, y así la
llena de sentido y de paz.
Por
eso hoy nos haría bien recordar todos los signos de la misericordia de Dios en
nuestras vidas: personas –familiares, amigos y seres queridos- que nos
transmiten algo de la ternura y misericordia de Dios; situaciones personales o
familiares donde hemos crecido y madurado; palabras de aliento y de perdón que
hemos recibido o que hemos donado; momentos de oración e intimidad con Dios.
Personas, situaciones, palabras y momentos, son muchas veces signos de la
misericordia de Dios; signos que vuelven a llenarnos de esperanza.
Y
en la medida en que tomamos conciencia de estos signos de misericordia en
nuestras vidas, nos damos cuenta de que la asunción,
el misterio por el cual Dios asume nuestra humanidad, va aconteciendo día a
día. Sí, día a día el Señor va asumiendo nuestra vida, va haciendo suya nuestra
vida, en la medida en que la compartimos sin temor con Él. Y lo seguirá haciendo
hasta el momento final en que, como María, participaremos plenamente de la
Resurrección de Cristo Jesús. La misericordia es nuestra esperanza. La
misericordia es nuestra meta.
Por
eso, hoy que contemplamos el camino de María hacia el cielo de manos de su hijo
Jesús[2],
queremos aprender a caminar como Ella aquí en la tierra, para que un día
también nosotros hagamos ese camino de misericordia hacia el cielo:
“Aseméjanos a ti,
y enséñanos a caminar por la vida
tal como Tú lo hiciste:
fuerte y digna, sencilla y bondadosa,
repartiendo amor, paz y alegría.
En nosotros recorre nuestro tiempo
preparándolo para Cristo Jesús.” [3]
Amén.
[1]
MISAL ROMANO, Prefacio de la Santísima Virgen María, La gloria de María elevada al cielo.
[2] Cf.
PAPA FRANCISCO, La Asunción de María,
misterio grande para nuestro futuro, Ángelus del 15 de agosto de 2016 [en
línea]. [fecha de consulta: 15 de agosto de 2016]. Disponible en: <http://www.news.va/es/news/papa-la-asuncion-de-maria-misterio-grande-para-nue>
[3] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre 609.
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