El Evangelio según San Lucas nos narra que "José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba en cinta." (Lc 2, 4-5).
José, María y el Niño en su vientre, se pusieron en camino, desde Nazaret a Belén; y en medio del camino, en medio del trajín de la llegada a Belén, a María "se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue" (Lc 2, 6-7). En medio del trajín de lo cotidiano aconteció para ellos la Navidad.
De forma similar ha llegado para nosotros el tiempo de Navidad. En medio de este intenso fin del 2011 el nacimiento de Jesús nos encuentra en lo cotidiano, con sus alegrías y sus penas, con sus anhelos y cansancios. En medio de nuestra cotidianeidad Navidad acontece.
Y es que no puede ser de otra manera. El Dios que en el Hijo se encarnó entra en nuestra historia -en nuestra cotidianeidad- y consiente con ello el pasar desapercibido en medio de lo cotidiano, consiente el hacerse presente en nuestros corazones compartiendo su lugar con nuestras preocupaciones y cansancios.
Y sin embargo notamos su presencia, su acontecer en nuestra historia, su ser "Dios-con-nosotros" (Mt 1,23). Si recorremos en nuestro corazón el camino que cada uno realizó a lo largo de este año que concluye, seguro podremos encontrar rastros de la presencia de Dios en medio de nosotros: personas con las que nos hemos encontrado, grandes alegrías que han tocado el corazón, tristezas que nos han puesto en contacto con nuestra humanidad, desafíos superados, esperanzas que brotan y momentos de oración íntima con Dios... En esa cotidianeidad Dios se hace presente, en esa cotidianeidad acontece nuevamente Navidad, acontece nuevamente Belén.
Con el P. José Kentenich le decimos a María en oración: "Tu Santuario es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija. Allí diste a luz virginalmente al Señor, quien te eligió por Madre y Compañera" (Hacia el Padre 186s). De manera similar, hoy ante el Pesebre también nosotros podemos rezar: "Nuestra vida -nuestras alegrías, preocupaciones y necesidades- es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija. Allí María, tú das a luz virginalmente al Señor, al Niño, quien te eligió por Madre y Compañera, y quien nos eligió para vivir con Él en Alianza. Amén."
Cuando hacemos de nuestra cotidianeidad oración, entonces acontece Navidad, entonces el Niño vuelve a nacer en nuestras vidas.
Feliz Navidad!
Con cariño, Oscar Iván