La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 6 de enero de 2013

¿Qué significa ser cristiano?


¿Qué significa ser cristiano? Esta pregunta viene a mi mente cada tanto, y sobre todo, a mi corazón, cuando experimento que el don de la amistad de Jesús es siempre mayor a mis propios esfuerzos por corresponder a su amor. Pero también hay otros motivos para hacernos esta pregunta, para cuestionarnos seriamente sobre nuestra fe. Por un lado pienso en el Año de la fe (11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013) convocado por el Papa Benedicto XVI el cual quiere ser “una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor”[1]. Por otro lado, pienso también, en tantas personas -en tantos amigos- que sinceramente se han embarcado en la búsqueda de la felicidad y de la plenitud en filosofías y tradiciones no cristianas. También frente a sus preguntas y anhelos no respondidos me pregunto ¿qué significa ser cristiano? ¿Qué significa vivencialmente ser cristiano? ¿Qué significa para nosotros hoy?

La fe cristiana

Tal vez podamos encaminarnos a responder a la pregunta por el cristianismo considerando la fe cristiana. Pero ¿qué entendemos por fe cristiana? Aquí, por fe cristiana, no me refiere en primer lugar a los contenidos de la fe cristiana –la fe en la cual creemos, como se expresa en el Credo- sino al acto de fe que hacemos al declararnos cristianos –la fe que cree-. No pretendo sin embargo separar ambas dimensiones, pues una alimenta a la otra. Pero sí quisiera centrarme en el acto de fe, en la fe que cree.

Así, la pregunta que habría que plantear ahora es la siguiente: la fe que cree, ¿en qué cree, en quién cree? O si queremos desde ya personalizar esta cuestión, ¿en qué creo, en quién creo? El acto personalísimo y libre de la fe se realiza no en primer lugar en contenidos doctrinales –aunque estos son necesarios para expresar nuestra fe, para comprenderla, para compartirla y para dar razón de ella (cf. 1 Pe 3,15)- sino en una persona, en Jesús de Nazaret, el Cristo.

La fe cristiana es entonces fe en una persona, se trata de un creo en ti. “Su fórmula central reza así: «creo en ti», no «creo en algo». Es encuentro con el hombre Jesús (…). En su vivir mediante el Padre, en la inmediación y fuerza de su unión suplicante y contemplativa con el Padre, es Jesús el testigo de Dios, por quien lo intangible se hace tangible, por quien lo lejano se hace cercano. (…) Él mismo es la presencia de lo eterno en este mundo.”[2]

Entonces la fe cristiana es actitud vital, una actitud ante la vida y ante toda la realidad que nos rodea. Y esta actitud vital es una opción, “una decisión por la que afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible”[3]; hay un punto en nuestra propia existencia que no se sostiene en nada de lo que podemos ver, que no se sostiene en nosotros mismos, sino en Cristo Jesús, en su amor.

Aparece entonces ante nosotros una primera respuesta a nuestra pregunta: ser cristianos significa que nuestra vida, nuestra existencia más íntima no está sostenida en nosotros mismos –en nuestros logros, en nuestros esfuerzos ni en nuestras caídas- sino en aquel que nos “amó hasta el extremo” (Jn 13,1), en Jesús de Nazaret.

Un encuentro

Demos todavía un paso más. Si ser cristianos significa vivir sostenidos por el amor de Jesús, entonces ser cristiano es más que practicar una religión y más que la pertenencia eclesial.

Sin embargo, paradojalmente, el cristianismo no se da sin la religión –como expresión de amor filial a Dios y de búsqueda de amistad con Cristo- ni sin la Iglesia, donde Cristo sigue actuante, vivo y presente en su Palabra, en los sacramentos y en las personas. No existe el cristianismo en el aislamiento, no existe el cristianismo sin referencia a Dios y a los hombres. Ahora bien, siempre es necesario convertir nuestra religión y nuestra pertenencia eclesial a Jesucristo, pues “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”[4]

San Pablo ha expresado la primacía del amor de Cristo en la vida del cristiano al señalar en la Carta a los Romanos que tanto los judíos y los griegos –que no poseían la Ley de Moisés- son salvados por la gracia de Cristo. Para él, el Evangelio “es fuerza de Dios para salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego” (Rm 1,16). En dicha carta, San Pablo señala que el judío, aun conociendo la voluntad de Dios expresada en la Ley mosaica, no la cumple y sin embargo juzga al gentil por sus pecados pensando que las “obras de la ley” lo justificarán (cf. Rm 3,20).

Pienso que la advertencia de San Pablo es válida para todos nosotros, para los cristianos, y en particular para los que nos hemos comprometido a vivir en la Iglesia. San Pablo nos recuerda que, si bien nuestro cristianismo se expresa en nuestra pertenencia eclesial y en nuestro esfuerzo por llevar una vida conforme al querer de Dios, lo esencial del cristianismo no es nuestro hacer, nuestro esfuerzo moral y ético, sino la salvación recibida por el amor de Jesús una y otra vez. El cristianismo no se trata de perfección moral, sino de la humildad de conocer y reconocer nuestra pequeñez –nuestros pecados y limitaciones- y de dejarnos amar en esa pequeñez para así aceptarla con esperanza filial e incluso gratitud, pues Dios ha revelado el Evangelio de su Hijo no a los sabios e inteligentes sino a los pequeños (cf. Mt 11,25-26).

El cristianismo: un don

Finalmente se nos va haciendo claro que el cristianismo es un don. El pertenecer a Cristo, el vivir con Él y seguirlo es un don. Y si el cristianismo es un don, ser cristiano significa entonces acoger ese don, acoger el don del amor de Cristo Jesús. Dejarnos salvar por Él, dejarnos amar por Él y así comenzar a vivir y a amar con Él y desde Él.

Entonces si en nuestra vida experimentamos que “ser cristiano es ante todo un don, (…) que luego se desarrolla en la dinámica del vivir y poner en práctica este don”[5], comprenderemos –con el corazón- que el cristianismo es un camino de vida, un caminar con Cristo, y que por ello, ser cristiano es estar siempre en camino -más allá de nuestras caídas- en camino hacia el amor, hacia la plenitud de vida que nos es dada en Cristo Jesús.


[1] BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, Nº 6.
[2] J. RATZINGER, Introducción al cristianismo (Ediciones Sígueme, Salamanca 21971), 57.
[3] J. RATZINGER, Introducción…, 32.
[4] BENEDICTO XVI, Deus caritas est: carta encíclica sobre el amor humano, Nº 1.
[5] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jesrusalén hasta la Resurrección (Ediciones Encuentro, Madrid 2011), 83.