La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

lunes, 22 de octubre de 2018

«Cuando estés en tu gloria»


Domingo 29° durante el año – Ciclo B

Mc 10, 35 – 45

«Cuando estés en tu gloria»

Queridos hermanos y hermanas:

            El evangelio de hoy (Mc 10, 35-45) inicia con un interesante diálogo entre Jesús, por un lado, y los discípulos Santiago y Juan, por el otro lado.

            En este breve pero intenso diálogo inicial vemos cómo se contraponen las expectativas humanas y el ideal de vida que nos propone Jesús. Meditemos el texto evangélico para recibir su mensaje y así aplicarlo a nuestra propia vida.

«Cuando estés en tu gloria»

            Con mucha transparencia y espontaneidad, Santiago y Juan se acercan a Jesús y le dicen: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir» (Mc 10, 35). ¿Y qué es lo que piden? «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria» (Mc 10, 37).

            Si tratamos de imaginar la escena, seguramente nos sorprenderemos ante las palabras de los discípulos. ¿A qué aspiran Santiago y Juan? ¿Qué es lo que están pidiendo a su Maestro?

            Santiago y Juan aspiran al poder y al prestigio. Se trata de las expectativas tan humanas –y al mismo tiempo tan mundanas- que anidan en el corazón de los discípulos y en los corazones de tantos hombres y mujeres. ¿De dónde nacen estas expectativas tan humanas?

            Por un lado, como ya lo señalé, nacen del mismo corazón humano. Si somos sinceros y miramos en  nuestro interior, sin duda descubriremos también en nosotros expectativas similares. Muchas veces, de nuestra vida de fe y de nuestro seguimiento a Jesucristo, esperamos recibir alguna ventaja: una bendición que imploramos; la ayuda en una situación personal, familiar o económica; o simplemente esperamos que el Señor nos haga mejores personas perfeccionando tal o cual cualidad de nuestra personalidad.

            Por otro lado, las expectativas de los discípulos nacen también de una imagen o idea de un “mesianismo triunfalista”. Sabemos que en la Palestina del siglo I abundaban las ideas y expectativas mesiánicas de distinto tipo. Muchos esperaban un Mesías con poder político y militar que estableciera finalmente el Reinado de Dios en la tierra, restableciendo un reino de Israel independiente del poder imperial romano.

            Por todas estas razones los discípulos se atreven a decirle a su Maestro: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria» (Mc 10, 37).

            Incluso, si los discípulos imaginaban una gloria escatológica – es decir, una gloria que se manifiesta al final del curso del tiempo-, su pedido seguía estando motivado por un deseo de participar del poder y del prestigio del Mesías. 

«¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»

            Una primera pregunta que surge del pedido de los discípulos a Jesús es: ¿en qué consiste la “gloria” de Jesús?

            Tanto por los evangelios sinópticos como por el Evangelio según San Juan, sabemos que la gloria de Jesús no consiste en la gloria de los reyes o gobernantes de este mundo. Ante Pilato, el mismo Jesús dirá: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí» (Jn 18, 36).

            Por lo tanto, la verdadera gloria de Jesús, y su auténtica glorificación, se manifiestan en la Cruz (Cf. Jn 17, 1-5). Muy lejos de los conceptos y expectativas mundanos de gloria triunfalista. Por esta razón Jesús responde al pedido de sus discípulos con las siguientes palabras: «No saben lo que piden» (Mc 10, 38).

            Sin embargo, Jesús sabe descubrir lo positivo que hay en las expectativas e ideas muy humanas de sus discípulos. Jesús tomará estas expectativas e invitará a los suyos a purificar sus motivaciones para seguirlo.

            Ese es el sentido del siguiente diálogo: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré? Podemos, le respondieron.» (Mc 10, 38-39).

            El «podemos» de los discípulos es todavía un “sí” muy impulsivo y emocional. Probablemente todavía requiere de maduración y crecimiento. Pero el anhelo de seguimiento de Jesús está presente. Y eso es lo importante para el Señor.

«El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes»

            Y por lo tanto, para purificar las motivaciones de sus discípulos –y nuestras propias motivaciones- Jesús presenta un ideal de vida al cual aspirar: «El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;  y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.» (Mc 10, 43-44).

            Sí, frente a la expectativa de poder y prestigio, Jesús presenta el ideal del servicio y la entrega. Y lo hace no solamente con palabras, sino con su propia vida: «Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,45).

           
Ecce Ancilla Domini.
Dante Gabriel Rossetti, 1850.
Óleo sobre tela. Tate Britain, Londres, Reino Unido.
Wikimedia Commons. 
Por lo tanto, también nosotros estamos invitados a sincerarnos con nosotros mismos y ante Jesús, necesitamos ser conscientes de nuestras expectativas. Las expectativas con las cuales nos acercamos al Señor y lo seguimos. Una vez que somos conscientes de esas expectativas –nuestros anhelos y frustraciones-, debemos asumirlas. Reconocerlas y asumirlas como propias. Para luego confrontar esas expectativas con los ideales que nos propone Jesús.

            Hacer conscientes nuestras expectativas; asumirlas; confrontarlas con los ideales que nos propone Jesús, y luego, decidirnos libre y generosamente por los ideales y valores que Jesús nos propone.

            Porque cristiano no es aquél que sabe mucho sobre la vida de Jesús y habla mucho sobre Él; sino que, cristiano es aquél que día a día se decide por los ideales y valores de Jesús; aquél que día a día trata de actuar como Jesús lo haría en las distintas situaciones de su vida.

            Por eso, a María, Ancilla Domini – Servidora del Señor, le pedimos que nos ayude a conocernos a nosotros mismos, para con Ella, poder educarnos a nosotros mismos como auténticos discípulos de su hijo Jesucristo, de modo que lleguemos a la verdadera grandeza, la verdadera gloria: ser auténticos y alegres servidores de todos (cf. Mc 10, 43-44). Amén.  

jueves, 18 de octubre de 2018

Con María, abrazados a Jesús - Tupãrenda 2018


Jueves, 18 de octubre de 2018

Jn 19, 25 – 27

Rm 8, 31b – 39

Fiesta de la Madre, Reina y Victoriosa, Tres Veces Admirable de Schoenstatt

Con María, abrazados a Jesús

Queridos hermanos y hermanas:

            ¡Feliz día de Alianza! Y una vez más bienvenidos a este Santuario de Tupãrenda, Santuario de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt.

Con María, abrazados a Jesús

            Celebramos este día de Alianza en el Santuario de Tupãrenda, guiados por el lema: Con María, abrazados a Jesús. Con este lema quisimos, desde la festividad de la Virgen de Schoenstatt en Tupãrenda, unirnos a toda la Iglesia en el Paraguay que está viviendo el Trienio de la Juventud; es decir, tres años dedicados especialmente a orar, reflexionar y acompañar a nuestros jóvenes.

            Los Obispos del Paraguay han invitado a todos los jóvenes a Abrazarse a Cristo Jesús. Y por eso, nosotros, desde nuestro carisma, desde nuestra espiritualidad queremos sumarnos a esta iniciativa de la Conferencia Episcopal Paraguaya. Por eso: Con María, abrazados a Jesús

            Este sencillo lema describe y sintetiza muy bien la espiritualidad de Schoenstatt.

            Por un lado, con María. Se trata de la Alianza de Amor con Ella. Así puede describir su vida todo aquél que sella Alianza de Amor con Ella: todo lo vivo y lo realizo con María. Nuestras alegrías y tristezas; nuestras preocupaciones y esperanzas; nuestros logros y fracasos. Todo lo vivimos con Ella. Hemos puesto nuestras vidas en sus manos y en su corazón maternal. Y por eso, nunca estamos solos. ¡Qué gran alegría! ¡Todo lo vivimos con Ella! No estamos solos.

            Así, en este día de gracias volvemos a experimentar que María es una persona viva. Una persona, que de forma nueva y misteriosa –desde la eternidad de Dios- se hace presente y actuante en el Santuario. Ella está presente en este lugar de gracias; cada vez que venimos con fe trayendo nuestras alegrías y tristezas, trayendo nuestros aportes a su Capital de gracias, experimentamos que Ella está aquí y que actúa. ¡Cuánto nos ha educado! ¡Cuánto nos ha cobijado! ¡Cuánto nos ha transformado! ¡Y cuántas veces ha confiado en nosotros y nos ha enviado como sus instrumentos para hacerla presente en nuestros hogares y en medio de los nuestros!

            Y porque María es una persona viva, porque Ella se hace presente y actuante en el Santuario, tenemos la posibilidad, el gran don de sellar una Alianza de Amor con Ella. Un intercambio de corazones, de bienes e intereses. Cada vez que sellamos Alianza, cada vez que a lo largo del día renovamos la Alianza, yo le entrego mi corazón a Ella, y Ella me entrega su corazón maternal y educador. Yo le entrego mis bienes –mis capacidades y mis posesiones- y Ella pone a nuestra disposición el gran bien que posee: el Santuario y su hijo Jesús; yo le entrego mis intereses y Ella pone en nuestras manos sus intereses y proyectos: los apostolados que realizamos en su nombre.

            Abrazados a Jesús. La segunda parte de nuestro lema nos muestra el fruto de nuestra Alianza de Amor con María: abrazarnos a Jesús. Toda devoción mariana auténtica y madura conduce hacia Jesús. María no tiene otra misión en la Iglesia y en la humanidad que conducirnos hacia su hijo Jesucristo.

            Ella nos va educando y en ese proceso de educación nos va asemejando a su hijo Jesucristo. En el fondo, María hace que fructifique la gracia que hemos recibido en el Bautismo. Por el Bautismo cada uno de nosotros ha sido incorporado a Cristo Jesús, cada uno de nosotros está profundamente unido a Cristo. Ella hace que fructifique ese Bautismo al asemejarnos a su hijo, al formar en nosotros, la imagen de su hijo Jesucristo.

            Por eso, en este día de gracias, al renovar la Alianza de Amor con María, estamos renovando también nuestro Bautismo en Cristo. Estamos renovando la vida de Cristo en nosotros.

            Por eso, ahora podemos comprender lo que dice el P. José Kentenich al hablar de lo que él llama la “tri-unidad” entre la persona, la Virgen María y Cristo.[1] Se trata de esa profunda unidad interior que se da entre cada uno de nosotros y la Virgen María; y así, al estar con María, estamos también con Cristo. Por eso somos siempre tres los que estamos en oración: el fiel, María y Cristo. ¡El que cree nunca está solo! ¡El que cree siempre está abrazado, con María a Jesucristo!

«Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?»

            Es lo que se expresa tan hermosamente en la primera lectura que hemos escuchado, tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos:

            «¿Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» Y luego, sigue diciendo el Apóstol: «¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.» (Rm 8, 35. 37).

            En realidad, hoy podemos abrazar a María, podemos abrazar a Jesús, podemos –en la fe- abrazar a Dios Padre, porque Dios nos abrazó primero; porque Jesucristo nos abrazó primero, porque María nos abrazó primero.

            ¡Qué hermoso sería que hoy cada uno de nosotros recuerde la primera vez que se sintió abrazado por María! ¡La primera vez que se sintió abrazado por Jesús!

           
Imagen de la Madre, Reina y Victoriosa, 
Tres Veces Admirable de Schoenstatt.
18 de Octubre de 2018, Iglesia Santa María de la Trinidad.
Foto de Joha Goodacre.
Comunicaciones del Santuario de Tuparenda.
Y el hacer memoria de ese amor, de ese primer abrazo, el hacerlo presente y renovarlo, nos da la fuerza para abrazar a Jesús aún en medio de nuestras dificultades, de nuestras tristezas, de nuestros dolores. Porque ese amor, ese abrazo, esa Alianza sellada para siempre nos da luz, nos da esperanza, le da sentido a todas nuestras experiencias de vida. Siempre hay “un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.”[2]

            No olvidemos que “el hombre es redimido por el amor.”[3] Tal como dice la Carta a los Romanos: «Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.» (Rm 8, 38 - 39).

            “Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces- el hombre es “redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular.”[4]

            Y este amor incondicional y su certeza absoluta existen: se nos regala en Cristo Jesús y en María Santísima. Se nos regala en este Santuario, se nos regala en la Alianza de Amor.

«Ahí tienes a tu Madre»

            Por eso, hoy, una vez más queremos dejarnos abrazar por Cristo Jesús, quien colgado en la Cruz abraza a toda la humanidad; abraza todos nuestros dolores, dolencias y sufrimientos. Y al abrazarlos los transforma. Los transforma en caminos de sanación, de maduración espiritual, de conversión; en caminos de redención. Su amor incondicional nos libera de la tristeza, de la soledad, del egoísmo y del pecado. Y sobre todo nos libera del sin sentido. Suceda lo que nos suceda, estamos ya salvados, estamos liberados porque somos amados.

            ¡Recibamos hoy ese amor! Recibamos hoy a la Madre de Jesús como Aliada, Madre y Educadora nuestra. El mismo Señor nos dice desde la Cruz: «Ahí tienes a tu Madre» (Jn 19, 27).

            Recibámosla, Ella es el abrazo de Cristo. Recibámosla, Ella nos enseña a abrazar a Cristo y a nuestros hermanos. Recibámosla, Ella quiere enviarnos, desde aquí, como sus instrumentos para llevar este abrazo a todos los hombres y mujeres de nuestra patria y de nuestro tiempo.

            Al llegar a nuestros hogares, abracemos a los nuestros y digámosles: “Este es el abrazo de Cristo; este es el abrazo de María”. Y en esa abrazo regalaremos y recibiremos el amor de Dios, «el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.» Amén.

            ¡Feliz día de Alianza!


P. Oscar Iván Saldívar F., I.Sch.

Santuario de Tupãrenda, 18 de Octubre de 2018


[1] Cf. P. JOSÉ KENTENICH, El secreto de la vitalidad de Schoenstatt. Espíritu y Forma (Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile 2012), 154ss.
[2] PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 6.
[3] BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.
[4] Ibídem

miércoles, 17 de octubre de 2018

La Alianza de Amor, nuestra manera de seguir y abrazar a Jesús


Domingo 28° durante el año – Ciclo B

Mc 10, 17 – 30

Novena a la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt en Tupãrenda

 La Alianza de Amor, nuestra manera de seguir y abrazar a Jesús

Queridos hermanos y hermanas:

            Hoy estamos invitados a tomar consciencia de que “La Alianza de Amor es nuestra manera de seguir y abrazar a Jesús”.[1] Volvamos a escucharlo –y así interiorizarlo-: la Alianza de Amor con María –lo central de nuestra espiritualidad de Schoenstatt- es la forma original y auténtica en que nosotros seguimos a Jesús.

            Por lo tanto, la Alianza de Amor con María en el Santuario de Schoenstatt no es un “añadido superfluo” a nuestra condición de cristianos. Tampoco se trata de una “devoción accesoria”; y tampoco se trata de una “competencia” al amor y fidelidad que le ofrecemos a Jesús, nuestro Salvador.

            Al contrario, la Alianza de Amor con María es renovación y actualización de nuestro Bautismo en Cristo Jesús. En Alianza con María nos hacemos más cristianos, ésa debería ser nuestra profunda convicción, nuestra profunda alegría y nuestro testimonio. La Alianza de Amor con María nos transforma, de a poco, en otros “Cristos”. [2]

            Y precisamente el Evangelio de hoy (Mc 10, 17 – 30) nos habla del seguimiento de Cristo y todo lo que ese seguimiento implica.

«Tú conoces los mandamientos»

            Si miramos con atención el texto evangélico podemos descubrir al menos tres momentos de crecimiento o de maduración en el seguimiento de Jesús. El seguimiento de Jesús es un camino, es un proceso, y por lo tanto en ese proceso hay momentos de crecimiento y maduración.

            El relato evangélico inicia con un diálogo entre un hombre y Jesús. Ese hombre –cuyo nombre no consigna el Evangelio- tiene un anhelo de Vida eterna: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» (Mc 10, 17). En el fondo anhela una vida plena, feliz. Y este anhelo de Vida eterna, de vida plena, tiene que manifestarse en un  primer momento en el asumir y cumplir de corazón los Mandamientos de la Ley de Dios. Por eso Jesús ante esta pregunta le dice: «Tú conocer los mandamientos», y cita algunos de los mandamientos (cf. Mc 10, 19).

            Lo que hoy día nosotros conocemos como los “Diez Mandamientos” o las “Diez palabras” de la Ley de Dios, son como el primer paso en el seguimiento de Jesús. Son como el punto de partida, la base sobre la cual nosotros vamos construyendo nuestra madurez humana y cristiana.

Si queremos seguir a Jesús, junto con ese anhelo de Vida eterna, hay un primer paso muy concreto: conocer, asumir y vivir los Mandamientos de la Ley de Dios. Nadie puede decir con sinceridad que sigue a Jesús si no asume los Mandamientos de Dios como estilo de vida. Nadie puede decir que sigue a Jesús si perjudica a sus hermanos: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». Nadie puede decir que sigue a Jesús si no ama a Dios con un corazón filial (cf. Mc 12, 29 - 31).

            Así los Mandamientos son el mínimo necesario para ponernos en camino de seguir a Jesús. Por lo tanto, debemos descubrir los Mandamientos como un camino de vida. Un camino de vida que vamos asumiendo día a día. Y así, estos Diez Mandamientos son expresión concreta de mi vida en Alianza con Dios y al mismo tiempo son una escuela de vida en Alianza.

            El que quiera aprender a vivir en Alianza con Dios, con los demás e incluso con uno mismo; lea, medite y asuma estos Mandamientos de la Ley de Dios. Por eso, les invito a que nos preguntemos hoy: ¿vivo yo los Mandamientos como expresión de mi Alianza con Dios?

«Ve, vende lo que tienes… …Después, ven y sígueme»

            Sólo si vivo en Alianza con Dios; sólo si he hecho de sus Mandamientos, de su Sabiduría, mi riqueza (cf. Sab 7, 7 – 11); sólo entonces estoy en condiciones de desprenderme libremente de todo lo que me ata e impide mi seguimiento de Jesús. Éste es el segundo paso para seguir a Jesús: el desprendimiento, la libertad, la disponibilidad.

            Así tomamos consciencia de que Jesús nos pide algo más sobre el término medio. Jesús nos pide generosidad y magnanimidad en su seguimiento. Lo cual es todo lo contario a la mediocridad. A veces nosotros mismos, hombres y mujeres de Iglesia, estamos acostumbrados a vivir mediocremente nuestra fe. Muchas veces nos preocupamos en cumplir lo mínimo necesario que nos pide nuestra fe.

            Fijémonos en que recién cuando el hombre del relato evangélico le dice a Jesús: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud» (Mc 10, 20), el Señor le responde: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» (Mc 10, 21).

Una vez que Jesús ve que este hombre está en un camino de vivencia de los Mandamientos, entonces le propone algo más. En el fondo se trata de vivir los Mandamientos, y estar libre, estar disponible para seguir a Jesús. En eso consiste el seguimiento de Jesús.

            ¿Qué tan libre soy para seguir a Jesús? ¿Qué cosas a veces me atan e me impiden seguir a Jesús? ¿Qué tengo que “vender” para ser libre?

«Para Dios todo es posible»

            Conocemos la situación del hombre que se acercó a Jesús. Una vez que escuchó la invitación del Señor, «se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.» (Mc 10, 22). Ante esta situación Jesús dice: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios! Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.» (Mc 10, 23. 27).

            Así, estas palabras de Jesús nos demuestran que el seguimiento de Cristo es, por un lado, decisión, y, al mismo tiempo, es una gracia. Tenemos que decidirnos por seguir a Jesús, tomar opciones; pero, al mismo tiempo es una gracia de Dios el seguir al Señor. Por eso, es como si el Señor dijera: “Para los hombres es difícil tomar decisiones radicales, pero si tienen un anhelo sincero  de Vida plena en el corazón, la gracia de Dios va a fecundar ese anhelo y lo va a hacer posible.”

            El seguimiento de Jesús es decisión y al mismo tiempo gracia. En el fondo es una Alianza. Si estamos decididos sinceramente, Dios nos concede seguir con generosidad a su Hijo. Y por eso el seguimiento de Jesús podríamos describirlo con tres expresiones: es un estilo de vida –por eso la referencia a los Mandamientos-; es libertad, es disponibilidad para lo que Jesús nos pida; y, es una gracia, un don que Dios hace posible, siempre y cuando nosotros demos nuestro sí sincero y auténtico.

           
Santuario de Tuparenda, Itauguá, Paraguay.
Foto de Joha Goodacre.
Comunicaciones del Santuario de Tuparenda.
Y precisamente María -nuestra querida Mater- nuestra Aliada, es la que nos ayuda y la que nos educa para seguir a su hijo Jesucristo de forma auténtica y plena.

            Ella es la que nos educa en un estilo de vida: la santidad de la vida diaria, la Alianza de Amor hecha concreta en el día a día. Ella es la que nos enseña a estar libres y disponibles para Dios: la Fe práctica en la divina Providencia. Esa capacidad de ver los signos que Dios nos muestra en nuestra vida cotidiana y de animarnos a responderle. Ella es la que implora para nosotros la gracia de vivir nuestro Bautismo con una consciencia de misión, consciencia de que hemos sido elegidos y de que tenemos una tarea que Dios nos confía.

            Por eso, camino al 18 de Octubre, queremos pedirle a María que en esa Alianza de Amor que hemos sellado con Ella, se manifiesta con nosotros como la gran Educadora de los discípulos de Jesús; como la gran Educadora que nos asemeja al Señor. Por eso, con fe le decimos:

“Aseméjanos a ti y enséñanos

            a caminar por la vida tal como tú lo hiciste:

            fuerte y digna, sencilla y bondadosa,

            repartiendo amor, paz y alegría.

            En nosotros recorre nuestro tiempo

            preparándolo para Cristo Jesús.”[3] Amén.



[1] Lema del sexto día de la Novena en preparación a la fiesta del 18 de Octubre de 2018 en el Santuario de Tupãrenda, Paraguay.
[2] Cf. P. JOSÉ KENTENICH, Mi vida en Alianza de Amor (Schoenstatt Nazaret, Florencio Varela 2014), 12.
[3] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, estrofa 609.