La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 25 de septiembre de 2011

Niño: cruz y corona

Ser niño[1] es ser cruz y corona,

es ofrecer cruz y corona…

Ser niño es ser cruz para María…
Ella acompaña a su niño en el via crucis.
Ella sufre con la cruz de su niño.
Ella sufre dolores de parto hasta dar a luz al Niño.

Ser niño es ser corona para María…
Ser alegría para Ella,
ser aliado, ser instrumento,
coronarla con la vida.

La Alianza es cruz y corona,
y por eso la vida en Alianza –la filialidad-
se trata de ofrecer cruz y corona,
se trata de ofrecer con confianza toda la vida, todo el corazón…

Ser niño es ser cruz y corona.



[1] Niño en el sentido de la infancia espiritual a la cual Jesús nos invita. Así en el Evangelio según San Mateo (Mt 18,3) nos dice: “Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos”. El P. J. Kentenich al presentarnos la infancia espiritual (cf. Libro Niños ante Dios) nos dice que la misma se funda no primero en un “hacer”, sino en un “ser” filial; en el asumir una nueva forma de ser, la de ser niños. La salvación no se trata de “hacer cosas” sino más bien de recibir un nuevo “ser”: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5). 
Este asumir una nueva manera de ser se refiere a una manera de ser relacional, es decir, este nuevo ser se verifica en la relación con Dios. Se trata de ser “hijos adoptivos” del Padre de los Cielos. Así este nuevo ser es el fundamento del actuar del hombre que se experimenta y sabe hijo de Dios. En la infancia espiritual no se trata primeramente de presentar exigencias éticas al hombre, no se trata primero de actuar como “debería” actuar un hijo de Dios, sino que, se trata primeramente de experimentarse hijo de Dios, profundamente amado por el Padre, y, como consecuencia de ese amor, de ese nuevo ser, surgirá un nuevo actuar. Por lo tanto, aquí el ser conducirá al actuar; un actuar fundado en un ser de amor.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Cultura de Alianza: un proceso de vida


En la entrada de hoy quisiera compartir con ustedes una experiencia de vida. Una experiencia muy reciente que surgió a partir de lo que hoy está vivo en la sociedad chilena: el movimiento estudiantil. Quisiera mirar este fenómeno social desde la perspectiva de la vida que suscitó en los estudiantes de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Varios de los que allí estudiamos somos religiosos, pertenecientes a las más diversas congregaciones y comunidades religiosas –Padres de Schoenstatt, Jesuitas, Salesianos, Sodalicios de Vida Cristiana, etc.-, muchos somos extranjeros, y también algunos son estudiantes laicos… Toda esta diversa realidad hace a la recepción vital del movimiento estudiantil y sus demandas al interior de la Facultad de Teología.

Siendo sincero hay dos cosas que a mí me han impresionado fuertemente: por una lado la vida que este tema suscitó entre nosotros como estudiantes de Teología, y como hombres y mujeres de fe; y por otro lado, el tomar conciencia de que lo que nos aunó a todos fue la misión, el anhelo de dar una respuesta a la realidad social en que vivimos.

Como les contaba, los estudiantes de Teología procedemos de diversos orígenes, sea de distintos países, sea de distintas comunidades religiosas y espiritualidades. Y nunca antes –al menos en el tiempo en que yo llevo estudiando en esta Facultad- habíamos logrado encontrarnos tan fuertemente.

El movimiento estudiantil y su demanda por una educación de calidad y para todos, una educación que no genere desigualdad social, sino que ayude a sanar el tejido social; nos llegaron de fuera de la Facultad, fue, por decirlo de alguna manera, vida que surgía no desde nuestro interior, sino extra muros, más allá de las puertas de la Facultad y de la Iglesia. Esta vida que surgía y su fuerza, nos obligaron a paralizar nuestras actividades académicas, y darnos el tiempo para dejarnos tocar, para dejarnos afectar por lo que la sociedad chilena está viviendo[1].

He aquí un “primer paso” de este proceso de vida: dejarse tocar por la realidad que otros viven, dejarse afectar y acoger esa realidad.

El dejarnos interpelar por la realidad nos llevó a encontrarnos entre nosotros como estudiantes de Teología y compañeros de estudio. De a poco, los rostros que nos eran familiares desde la distancia fueron teniendo nombres. Esos nombres se transformaron en personas a las cuales empezamos a conocer un poco más. Empezamos a saber no sólo lo que pensábamos los unos y los otros, sino de dónde proveníamos, cuáles eran nuestras inquietudes y nuestras reacciones frente al tema. En síntesis el abrirnos a la realidad que nos interpelaba nos llevó a un “segundo paso” de este proceso de vida: encontrarnos mutuamente, conocernos, escucharnos, intercambiar ideas, respetarnos; entrar en una relación más personal. Ya no éramos personas que estaban simplemente unas al lado de las otras, sino que estábamos unos con otros, y para los otros; se empezó a gestar una “comunidad estudiantil”; y desde esa comunidad nos dispusimos a dar una respuesta a la realidad social.

“Hemos experimentado en carne propia los frutos del diálogo y del encuentro, aun cuando entre nosotros no había y no hay un parecer uniforme sobre muchos de los problemas que aquejan a la educación en particular y al país en general. Sin embargo, a pesar de ello, hemos decidido paralizar nuestras actividades académicas, a fin de identificarnos con los que paran, miran, se compadecen y actúan (cf. Lc 10,34-36) en relación a los que más padecen la injusticia”[2]. Es éste el “tercer momento” de este proceso de vida: la unidad en la misión.

Vida y misión ha sido lo que nos unió, lo que nos permitió reconocernos los unos a los otros y formar una comunidad orientada hacia una meta: dar testimonio de Jesucristo en la sociedad. Creo que es ésta también la experiencia de la Iglesia. La Iglesia no es otra cosa que una basta y multiforme comunidad de hombres y mujeres que encuentra su unidad en Jesucristo y su misión. La Iglesia es Iglesia cuando en los “signos de los tiempos”[3] reconoce una voz del Espíritu y se abre a dejarse tocar por esa voz, se abre a dejarse impulsar por ese viento (cf. Jn 3,8); y así, poniendo su mirada y su corazón en los otros, vuelve a encontrar a Jesucristo y a encontrarse ella misma.

Se trata, me parece a mí, de una experiencia muy concreta de lo que es la cultura de Alianza. Se trata de vivir en Alianza con Cristo y María, pero una Alianza que siempre implica vivir en Alianza con otros; es la dimensión eclesial o social de la Alianza de Amor. La relación personal con el Dios vivo en Jesucristo, por su propia dinámica, nos lleva a una relación personal con aquellos que nos rodean. Nos lleva a salir de relaciones anónimas para entrar en relaciones personales –con todo el desafío que ello implica-, nos lleva a entrar en relaciones de alianza; y así, en el día a día, vamos gestando una nueva cultura, una nueva manera de vivir, una nueva manera de comprender nuestra sociedad y de hacer las cosas: la cultura de Alianza, la vida en Alianza.


[1] La primera asamblea de estudiantes de Teología se llevó a cabo el día martes 16 de agosto. En ella, la comunidad estudiantil decidió ir a paro hasta el día lunes 22 de agosto. Hasta la fecha (2 de septiembre) seguimos en paro a la espera del diálogo entre dirigentes estudiantiles y el gobierno.
[2] Declaración de Estudiantes de Teología UC, “¿Y quién es mi prójimo?” Lc 10,30. Disponible en: http://encarnaccion.blogspot.com/2011/08/y-quien-es-mi-projimo-lc-1030.html
[3] Cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, Nº 4: “Para cumplir esta misión, es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas”. Disponible en: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html

jueves, 1 de septiembre de 2011

Crisis en la educación. Una mirada desde la teología.


La actual crisis educacional en Chile –y sobre todo el movimiento social que ha surgido en torno a este tema- pareciera poner en cuestión a la “racionalidad económica” como racionalidad directiva de la sociedad… De allí entonces surge la pregunta: ¿Cuál es la racionalidad adecuada para pensar la sociedad humana?

La Teología y la racionalidad
Al cuestionarse por la relación entre fe y razón, la Teología se pregunta por la razón humana. Se pregunta por su fundamento, su alcance y sus límites. En ese sentido, la pregunta por la razón desde la Teología no es una pregunta superflua o retórica. De acuerdo a la respuesta que se dé a esta pregunta la Teología podrá proponer su objeto: la fe. Y la fe, no puede renunciar a la razón, pues “la fe sin la razón no será humana”[1] .
Por eso la Teología tiene una palabra para decir y proponer sobre la razón humana y si tiene una palabra sobre la razón humana desde la fe, tiene también una palabra para ofrecer sobre el hombre y la sociedad.
Entonces, si la razón teológica aspira a la comprensión de Dios, del hombre y de la realidad –con sus límites-, la razón teológica puede cuestionar a la razón económica –íntimamente unida a la razón moderna positivista-, sobre todo si esta pretende erigirse como la única razón directiva de la sociedad.

La reducción de la razón y sus consecuencias
Ya en Ratisbona Benedicto XVI nos señalaba la “autolimitación moderna de la razón (…) radicalizada ulteriormente (…) por el pensamiento de las ciencias naturales”[2]. Así, esta razón moderna, basada en la síntesis entre cartesianismo y empirismo, ratifica su éxito por medio de la técnica[3]. De alguna manera de este “éxito” participa también la racionalidad económica. Ella se preocupa fundamentalmente de medir la realidad humana, de hacerla mensurable presentando la realidad como unidades a ser cuantificadas y organizadas a través de modelos matemáticos. ¿Pero puede la sola racionalidad económica dar cuenta de toda la realidad? ¿Se explica toda la realidad humana por medio de modelos matemáticos?
Se trata de poner en cuestión la reducción de la razón; pues al reducirse la razón –al reducirse la comprensión del hombre y de su realidad- se reduce al hombre mismo. Allí donde la razón sólo se ocupa de mensurara y cuantificar la realidad ya no queda espacio para los interrogantes propiamente humanos: la pregunta por el sentido de la vida, por la ética y por la fe. Es la reducción de lo humano lo que está en cuestión, la reducción de la educación, la reducción de la vida social que se manifiesta como “mercantilización de la vida social”[4].

Ampliar la razón humana
Si la razón ha de ser verdaderamente humana y por ello realmente “razón social” –razón que dirige la vida social- ha de ampliarse. No se trata de negar los avances de la razón moderna –científica y técnica-, sino de corregir su pretensión de absolutizarse como parámetro de validación de la realidad. Lo mismo se ha de decir de la razón económica, no se trata de negar su campo de acción, pero sí de corregir su pretensión de absoluta auto-regulación. “La dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental. La economía no funciona sólo son una auto-regulación mercantil, sino que tiene necesidad de una razón ética para funcionar para el hombre”[5], pues, “el sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y preciosamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente”[6].
Se trata entonces de “ampliar nuestro concepto de razón y su uso”[7] para que sea verdaderamente humana y por ello social. Junto a la razón científica y técnica, junto a la razón económica, habría que ubicar a la “razón relacional y orgánica”.
Razón relacional. Se trata de una razón –una manera de comprender la realidad- relacionada con el Dios de Jesucristo, y por eso abierta a la dimensión trascendente del hombre, abierta a la pregunta ética y de sentido. Se trata aquí de la confianza fundamental en que el si el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27), entonces el logos humano –la razón humana- es capaz de reflejar al Logos divino, Jesucristo. Cuando hablamos de razón hablamos siempre de persona. Por eso la razón puede ser relacional en el sentido de abierta a lo social, a lo comunitario y a las relaciones interpersonales. No se puede comprender la realidad en solitario, sino vinculados personalmente unos con otros.
Razón orgánica. La razón humana, y por ello la razón social, está llamada a ser orgánica en el sentido de que no es sólo ratio, conocimiento y saber científico, sino también amor, amor entendido como el constante salir del propio yo hacia el encuentro del y la formación del nosotros. Si la razón es también amor, entonces es humana, entonces da cuenta de la totalidad de lo humano. “Cristo es el Logos encarnado y es “el amor hasta el extremo””[8].
Ampliar la razón humana y social es ampliar la concepción del hombre y de lo humano, ampliar sus instituciones sociales y darle su verdadero horizonte y dignidad.

Una propuesta a nivel personal
Toda la reflexión precedente quiere mover a las personas y sobre todo generar la pregunta por cómo estamos viviendo nuestra vida en sociedad, cómo comprendemos nosotros nuestra realidad.
A nivel personal se trata de generar espacios de encuentro entre las personas, se trata de generar  confianzas y así dar espacio a la gratuidad. Como lo señala Benedicto XVI: “La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión”[9]. Se trata de tomar conciencia de que a nivel humano lo más importante se da en los encuentros gratuitos… La amistad, la fraternidad, el amor paterno-filial y el de pareja, cuando son verdaderos, nunca se dan como una relación mercantil, sino como encuentro gratuito. Si la razón humana es razón relacional, cuanto más el hombre mismo es ser relacional.
La relacionalidad que lleva al encuentro tiene sin duda su fundamento en el ser relacional del hombre, pero también tiene su fundamento en la limitación propiamente humana, en la finitud del hombre. Somos seres relacionales porque no podemos abastecernos a nosotros mismos de todo aquello que necesitamos, y mucho menos de aquello que más necesitamos: del amor, del encuentro con un . La vida misma nos es dada… Desde el primer momento somos donados a la existencia. Y desde la fe podemos decir que somos donados para donar.
La finitud humana así entendida es oportunidad de encuentro gratuito a nivel personal, pero cabe también la pregunta por esos encuentros humanos a nivel social. ¿Qué espacio queda para lo gratuito en las relaciones sociales? ¿Qué espacio queda para las relaciones verdaderamente humanas –y no sólo mercantiles- a nivel social?

De lo personal a lo social
Desde la perspectiva personal vale la pena hacerse la pregunta por lo social. Ya al inicio de este artículo decíamos que la racionalidad económica está puesta en cuestión como racionalidad social. ¿Cómo se articula entonces una razón relacional y orgánica en la vida en sociedad?
La primera concreción pasa por reconocer el carácter finito y relacional del hombre, y por lo tanto su necesidad de relaciones plenamente humanas. Es por ello que estas relaciones plenamente humanas deben darse primeramente en las relaciones personales, pero desde allí deben llegar a conformar la vida en sociedad.
La vida social pide nuevamente que lo propiamente humano sea puesto en el centro de la sociedad. El grito social pide dejar atrás el paradigma mercantil en las relaciones humanas y volver a recuperar las relaciones humanas, las relaciones con rostro. No son los objetos lo que dan rostro a una sociedad, sino los rostros humanos.
En este sentido se trata de cuestionar nuestras estructuras sociales y su sentido. ¿Cuánto ayudan nuestras instituciones a humanizar al hombre? ¿Cuánto ayudan nuestras instituciones a personalizar al hombre, a crear comunidad? La sociedad y sus instituciones debieran responder a ese anhelo de humanidad, a ese anhelo de una sociedad más humana, más relacional y orgánica. Se trata de caminar hacia una sociedad donde todos tengamos un lugar, donde estemos los unos al lado de los otros, con los otros y para los otros… No podemos seguir enfrentados como sociedad.
Una sociedad más humana, más relacional, es aquella que sabe preocuparse por otros, y en especial por los más débiles; se trata de generar condiciones de vida más humanas –educación, salud, vivienda, trabajo-. Se trata de entrar de nuevo en diálogo, confiando que en todo diálogo verdadero –y por ello humano y social- se encuentra en medio Cristo, el Logos que es amor, que es relación.


[1] Ratzinger, J., «Situación actual de la fe y la teología», en Humanitas, Número Especial (2005), 30-43.
[2] Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://humanitas.cl/html/destacados/ratisbona/Ratisbona.html>
[3] Cf. Ibídem
[4] Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Recuperemos la confianza y el diálogo, 4 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.iglesia.cl/>
[5] Benedicto XVI, Respuestas de Benedicto XVI  a los periodistas en el vuelo a Madrid [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.zenit.org/article-40094?l=spanish >
[6] Caritas in Veritate 36.
[7] Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://humanitas.cl/html/destacados/ratisbona/Ratisbona.html>
[8] Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del CELAM, 1 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.celam.org/conferencias/Documento_Conclusivo_Aparecida.pdf >
[9] Caritas in Veritate 6.