La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 5 de abril de 2015

El camino pascual - Meditación Pascual 2015

Vigilia Pascual 2015

El camino pascual

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Reunidos en esta “noche de gracia”[1] para celebrar esta Vigilia Pascual les invito a que hagamos un recuento de los acontecimientos y celebraciones que hemos vivido durante la Semana Santa.

Un camino pascual

            Desde el Domingo de Ramos nos hemos puesto en camino con Jesús y sus discípulos. Nos hemos unido a su peregrinación hacia Jerusalén; una peregrinación cuya meta última “es la entrega de sí mismo en la cruz”[2], y con  ello el cumplimiento de su amor hasta el fin por nosotros (cf. Jn 13,1).

            Al caminar con Jesús y sus discípulos en estos días santos hemos descubierto que ser cristiano es un “camino de conversión”. Un camino que nos exige dar pasos día a día; un camino, cuyo fruto es la transformación de la cruz en amor entregado. Se nos revela entonces el verdadero sentido del camino cristiano: se trata de un “camino pascual”.

            Un camino en el cual, siguiendo a Jesús día a día, paso a paso, vamos transformando nuestro egoísmo en generosidad; nuestra indiferencia en ternura; nuestro rencor en perdón; nuestro pecado en arrepentimiento esperanzado; nuestra cruz en amor entregado hasta el fin. Sí, el camino cristiano es un camino pascual, es la transformación por el amor de Cristo Jesús.

El amor siempre transforma, nos toca en lo más profundo y nos abre a un nuevo horizonte lleno de luz y de esperanza.

Un camino mistagógico

            Comprendemos entonces el sentido profundo de las celebraciones y los ritos de la Semana Santa, y en particular, del Triduo Pascual. Se trata de hacer nuestro el camino de Jesús, se trata de hacer nuestro su camino pascual.

           Y para que nosotros podamos hacer nuestro el camino de Jesús; para que podamos hacer nuestras sus palabras, sus actitudes, sus gestos y su corazón, la Iglesia nos propone las liturgias que hemos celebrado en estos días santos como un “camino mistagógico”; es decir, un camino que nos introduce vivencialmente en el Misterio Pascual de Cristo Jesús.[3]

           
Sí, la Iglesia como Madre que nos dio a luz en el Bautismo, nos toma de la mano con ternura, paciencia y sabiduría, y nos introduce en el Misterio Pascual de Cristo, en la vida cristiana. Nos toma de la mano con ternura en el sacramento de la Reconciliación y sana nuestras heridas. Nos toma de la mano con paciencia y nos muestra  múltiples signos en la Eucaristía para que nuestro corazón se abra a la presencia del Resucitado. Finalmente nos toma de la mano con sabiduría y nos explica las Sagrada Escrituras y el sentido de los acontecimientos de la historia de salvación.

            Y como buena Madre la Iglesia quiere que vivamos lo que nos ha enseñado, que entreguemos lo que hemos recibido. Por eso nos envía a glorificar al Señor Jesús con nuestra vida[4], nos envía para que en la vida cotidiana podamos ser hombres y mujeres pascuales.

«No teman. Jesús de Nazaret ha resucitado»

            Sí, somos enviados a nuestra vida cotidiana luego de estos intensos días santos para que allí caminemos como hombres y mujeres pascuales, como testigos de la resurrección de Cristo.

            Sin embargo, al igual que a los discípulos, la resurrección de Jesús nos sorprende y supera. No la comprendemos del todo y muchas veces nos cuesta percibir la presencia del Resucitado en el día a día. Incluso a veces nos dejamos ganar por la oscuridad “del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.”[5] En esos momentos recordemos las palabras del ángel: “«No teman. Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado»” (cf. Mc 16,6).

            Cuando nuestro camino pascual se torne difícil renovemos en nuestros corazones ese mensaje reconfortante: «No temas».  Es como si el mismo Jesús nos dijese a cada uno: «No temas. Yo hice este camino y lo volveré a hacer contigo. Yo te mostraré el camino de la vida y te saciaré de alegría en mi presencia» (cf. Sal 16 (15), 11).

           
Sí, en este camino pascual, Cristo, verdadero cirio pascual, va delante de nosotros y así nos regala la luz de la fe pascual, “una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce el ocaso.”[6]

            Que María, Madre y Compañera del camino pascual, nos enseñe a percibir al Resucitado en nuestra vida cotidiana para que todas las dimensiones de nuestra existencia reciban la luz pascual, la transformación por el amor. Amén. Aleluya.   
           




[1] Pregón Pascual
[2] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones Encuentro, Madrid 2011), 17.
[3] Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 1075: «La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo (es “mistagogia”), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los “sacramentos” a los “misterios”.»
[4] Cf. MISAL ROMANO, Ordinario de la Misa, Rito de conclusión.
[5] PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 1.
[6] PAPA FRANCISCO, Carta encíclica Lumen Fidei 1.

sábado, 4 de abril de 2015

Vía crucis del corazón - Viernes Santo 2015

Viernes Santo 2015 – Ciclo B

Vía crucis del corazón

Jesús, cargando sobre sí la cruz… (Jn 19,17)

Sin duda alguna la imagen que domina este día del Triduo Pascual es la imagen de Jesús cargando con la cruz hasta el Gólgota.

El relato de la Pasión según San Juan (Jn 18,1-19,42) pone ante nuestros ojos y nuestro corazón el cumplimiento de aquella palabra con la cual se inicia el relato del lavatorio de los pies: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13,1).

Sí, Jesús nos amó hasta el fin asumiendo voluntariamente la cruz y transformándola en entrega de amor hasta el fin por nosotros. Podríamos decir que en eso consiste el Misterio Pascual: en la transformación del dolor de la cruz en amor entregado. Pascua es transformación por amor.

Una y otra vez hemos escuchado en estos días que el Sagrado Triduo Pascualde la pasión, muerte y resurrección de Cristo, (…) es el culmen de todo el año litúrgico y también el culmen de nuestra vida cristiana.”[1] ¿Comprendemos vivencialmente lo que se nos dice? ¿Comprendemos lo que celebramos en esta Liturgia?

El Misterio Pascual de Cristo es el culmen de nuestra vida cristiana no solamente porque a través de este misterio Cristo nos ha redimido; sino porque en la medida en que nosotros mismos nos introducimos en este misterio salvífico -en el misterio de su cruz y su resurrección- nos vamos asemejando a Él, nos vamos haciendo más hijos, nos vamos haciendo más Cristo.

Nuestro misterio pascual

            Nuestra vida misma nos presenta numerosas oportunidades para vivir el misterio pascual de Cristo. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de participar vivencialmente de este misterio, porque cada uno de nosotros, así como Jesús, carga una cruz.

            La cruz del sufrimiento; la cruz de un dolor físico o moral –el pecado-; la cruz de la incomprensión; la cruz de una herida íntima en el alma; la cruz de una situación que no puedo cambiar; la cruz de una enfermedad; la cruz de una situación familiar difícil; la cruz de la ausencia de un ser querido… Cada uno de nosotros carga una cruz en su vida.

            Y al contemplar hoy la Pasión de Jesús estamos llamados a confrontarnos con nuestras propias cruces. A mirarlas de frente, a reconocerlas y a aceptarlas. Somos discípulos de Jesús y por lo tanto queremos seguirlo a Él en su camino, también en su camino de cruz.

            Sí, queremos integrar nuestras cruces personales o familiares a nuestra vida. No tiene sentido rechazarlas, esconderlas o negarlas. Aceptar la cruz es el primer paso de la transformación en el amor.

Vía crucis del corazón

            Aceptar. Decir: «sí, esta es mi cruz. Me duele, pero es mía. Hace parte de mi vida, de mi historia, de mi identidad.» Aceptarla y así cargarla con serenidad para unirla a la cruz de Jesús. Entregársela a Él, compartirla con Él. Cuando compartimos nuestra cruz con Jesús esta adquiere sentido y se hace fecunda.

            Aceptar, cargar, entregar y fructificar. Son los pasos del discípulo que toma su cruz y sigue a Jesús (cf. Mt 16,24). Ese es nuestro propio vía crucis existencial. Un vía crucis del corazón que nos ayuda a transformar nuestras cruces en entrega de amor. Y la cruz transformada en entrega de amor se convierte en camino de esperanza, en Pascua que se espera y se anhela.

            Que María, Madre del Camino y de la Esperanza, implore para nosotros el Espíritu Santo que nos ayuda a “aceptar, cargar y soportar” (cf. Hacia el Padre 639); que Ella implore para nosotros la gracia de la transformación pascual: la transformación de nuestras cruces en amor. Que así sea. Amén.




[1] PAPA FRANCISCO, Audiencia General del miércoles 1 de abril de 2015 [en línea]. [fecha de consulta: 1 de abril de 2015]. Disponible en:< http://www.news.va/es/news/el-papa-francisco-explica-el-triduo-pascual-en-su>

miércoles, 1 de abril de 2015

«Hagan esto en memoria mía» - Jueves Santo 2015

Jueves Santo 2015 – Ciclo B

«Hagan esto en memoria mía»
Queridos hermanos y hermanas:

Así como con el Domingo de Ramos abríamos la Semana Santa, con la celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor abrimos el Sagrado Triduo Pascualde la pasión, muerte y resurrección de Cristo, que es el culmen de todo el año litúrgico y también el culmen de nuestra vida cristiana.[1]

Al escuchar el evangelio proclamado para conmemorar la entrada del Señor en Jerusalén (Mc 11,1-10), veíamos cómo Jesús y sus discípulos se aproximaban a Jerusalén (cf. Mc 11,1) en una peregrinación que tenía como meta última la entrega de Jesús en la cruz, la entrega de Jesús en el amor hasta el fin (cf. Jn 13,1).

Hagan esto en memoria mía

La celebración de esta misa de la Cena del Señor nos pone de lleno ante el misterio de la “entrega de Jesús”, ante el misterio de su “amor hasta el fin”: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13,1).

La Liturgia de la Palabra nos invita en primer lugar a hacer memoria de este amor hasta el fin. Así lo expresa la lectura tomada del libro del Éxodo (Éx 12, 1-8. 11-14) que lleva nuestra memoria hasta la Pascua judía, “la Pascua del Señor” (Éx 12,11), y nos invita a integrarnos a ese acontecimiento salvífico de la liberación del pueblo de Israel, porque para nosotros la Pascua judía prepara la Pascua cristiana, la Pascua de Cristo Jesús.

En la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios se presenta nuevamente ante nosotros la memoria creyente: “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». (1Co 11, 23-24. 25b).

Resuena en nuestros oídos y corazones la palabra de Jesús transmitida por San Pablo: «Hagan esto en memoria mía». ¿A qué se refiere el Señor? ¿De qué tenemos que hacer memoria? ¿Por qué es importante para nuestra fe hacer memoria?

Porque “la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios.”[2] Se trata de la memoria del amor. Necesitamos hacer memoria de que Jesús nos amó hasta el fin (cf. Jn 13,1); necesitamos hacer memoria de que su Cuerpo y su Sangre se entregan por nosotros (cf. 1 Co 11, 24-25). La memoria de su amor renueva nuestra fe y despierta nuestro amor.

“Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19).”[3] Sí, esta memoria nos introduce cada vez más en su misterio pascual. Su entrega por nosotros nos lleva a renunciar a nosotros mismos y a entregarnos a Él en los hermanos. Así nos vamos introduciendo día a día en su Pascua. Por eso “el creyente es fundamentalmente «memorioso».”[4]

Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes

            “Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino.”[5] Por eso, junto con la memoria de la Última Cena, la Liturgia de la Palabra propone hoy para nuestra meditación el relato del lavatorio de los pies contenido en el Evangelio según San Juan (Jn 13, 1-15).

            Luego de lavar los pies a sus discípulos Jesús les dice: “les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 14-15).

            Así, la memoria de la fe se vuelve camino a seguir. Y nos muestra que hacer memoria del amor de Jesús, celebrar la Eucaristía, no consiste solamente en celebrar el sacramento, sino en vivir este sacramento día a día. Sí, para hacer memoria de su entrega debemos hacer lo mismo que Él hizo con sus discípulos y con cada uno de nosotros: lavar los pies, es decir, abajarnos y servir a nuestros hermanos. Lavar sus pies, lavar sus rostros, lavar sus corazones con nuestro amor y misericordia. Por eso, hacer memoria del amor de Jesús no es sólo recordar, sino vivir hoy ese amor a Él en nuestros hermanos.

            La memoria del amor se transforma en tarea de amor y así nos abre al futuro, a la esperanza de la Pascua, a la esperanza de la felicidad plena. Como el mismo Jesús lo dice a sus discípulos en un versículo que hoy no se lee pero vale la pena recordar: “Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican” (Jn 13,17).

            Sí, vivir el amor como Jesús lo vivió nos abre a la felicidad plena. Que estos días santos renueven la memoria de nuestro encuentro con Jesús, y que esta memoria renueve nuestro amor y nos abra así a participar plenamente de su Pascua amando a los demás. Que así sea. Amén.



[1] PAPA FRANCISCO, Audiencia General del miércoles 1 de abril de 2015 [en línea]. [fecha de consulta: 1 de abril de 2015]. Disponible en:< http://www.news.va/es/news/el-papa-francisco-explica-el-triduo-pascual-en-su>
[2] PAPA FRANCISCO, Memoria de Dios, Homilía durante la Misa para la jornada de los Catequistas, Roma, 29 de septiembre de 2013. [en línea]. [fecha de consulta: 1 de abril de 2015]. Disponible en:
[3] PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 13.
[4] Ibídem.
[5] PAPA FRANCISO, Carta Encíclica Lumen Fidei 9.