La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

lunes, 2 de julio de 2012

A propósito de la situación en Paraguay

A propósito de la situación en Paraguay
            
Al iniciar esta reflexión sobre la situación del Paraguay a partir del juicio político a Fernando Lugo y su posterior destitución como Presidente de la República, debo confesar, que para mí, todavía no son claros todos los hechos que en este último tiempo se han vivido en Paraguay. Confieso, que me falta claridad en torno al procedimiento con el cual se llevó a cabo el juicio político, y en torno a la interpretación que se ha hecho del mismo y de sus consecuencias. Sin embargo, sí tengo claridad, de que es un hecho que no me puede dejar indiferente, ni como ciudadano, ni como consagrado. Por eso me aventuro a observar este momento clave de la historia paraguaya, e intento articular una reflexión coherente desde una mirada a la realidad que quiere ser también una mirada de fe.

El hecho y sus interpretaciones

El hecho en cuestión es a estas alturas bastante conocido. Se trata del juicio político y posterior destitución de Fernando Lugo como Presidente de la República del Paraguay. El juicio político, impulsado por la Cámara de Diputados y realizado en la Cámara de Senadores, en un tiempo bastante corto –hecho que genera preguntas en torno a la legitimidad de todo el proceso-, está contemplado en la Constitución Nacional paraguaya en su artículo 225. Una lectura del citado artículo demuestra que el Congreso Nacional actuó de acuerdo a las formalidades requeridas por la Constitución. Sin embargo, dicho artículo no regula tiempos ni procedimientos de dicho juicio. En mi opinión, es certero señalar que dicho procedimiento –tal y como actualmente se encuentra en la Constitución Nacional- es “una herramienta absolutamente discrecional”[1].

Las interpretaciones del juicio político, sus causas y su desarrollo son bastante variadas. Basta con recorrer los artículos y editoriales de los mismos periódicos paraguayos y sudamericanos, como las opiniones que circulan en las redes sociales y blogs.

Ante la pregunta de ¿por qué un juicio político? He recogido al menos tres líneas de respuestas. Un periodista paraguayo señala que la causa del juicio hay que buscarla en la pérdida de apoyo político que sufrió el gobierno de F. Lugo en el Congreso paraguayo: “Fernando Lugo cayó porque se quedó sin respaldo político en el Congreso, es así de simple.”[2] Otro columnista busca una causa más profunda en la misma sociedad paraguaya, y apunta al “conservadurismo paraguayo”: “Fue la resolución dramática de una extraña singularidad nacional: un presidente que se decía socialista, al frente de un país con una matriz social y política extremadamente conservadora.[3] El juicio sería la reacción de la clase política paraguaya tradicional ante las aperturas progresistas de F. Lugo. La causa sería política, pero motivada por razones ideológicas[4].

Una tercera opinión –o teoría- apunta a preguntarse por los intereses que estaría defendiendo la clase política en el Congreso. Esta opinión, presenta a la clase política como un amplio espectro de partidarios de la derecha política al servicio de empresas transnacionales ligadas a la agroindustria[5].

En medio de todas estas interpretaciones surgen también las más variadas opiniones ciudadanas. Para unos se trata de un “golpe de Estado parlamentario”, para otros, de un “proceso institucional”. Afloran así una serie de epítetos que pretenden descalificar a uno y otro grupo, hacen su aparición –por primera vez desde 1989- las divisiones entre “izquierda” y “derecha”. Me pregunto si muchos de los que utilizan estos adjetivos realmente comprenden lo que estas ideologías pretenden significar y proponer tanto en el campo político y social como económico.

Signos contradictorios

En mi opinión, en este último tiempo, los hechos en Paraguay han estado marcados por una multitud de signos contradictorios. Por un lado el mismo proceso del juicio político: una figura legal, pero cuya concreción pareciera carecer de legitimidad; por otro lado, el mismo Fernando Lugo, quien en un primer momento dijo someterse a la decisión del Congreso, para luego desconocerla y proclamarse como el “legítimo” presidente del Paraguay.

Tal vez el signo contradictorio más indignante provenga de la actuación del MERCOSUR y de la UNASUR ante todo esto. Por un lado el MERCOSUR ha reclamado que se ha faltado al debido proceso durante el juicio político, y por ello, ha decidido suspender al Paraguay hasta las elecciones generales del 2013; y, por otro lado, no ha escuchado al gobierno de Federico Franco y ha propiciado la entrada de Venezuela al bloque.

En lo personal, tan poco me merecen confianza las expresiones de los exponentes de la UNASUR. Gobiernos como el de Venezuela y Ecuador, donde la vigencia de la libertad de expresión y de prensa es seriamente cuestionada, ¿pueden presentar credenciales democráticas? Parecieran notarse aquí contradicciones y “discrepancias (…) entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología”[6].

A toda la problemática de la legalidad/legitimidad del juicio político y de la pérdida de confianza del pueblo paraguayo en su Congreso, se suma la temática de la soberanía nacional, lo cual hace más complicado el panorama.

El intento de una mirada de fe

La situación descrita presenta numerosas y complejas aristas, por lo cual hay que dejar de lado simplificaciones y reacciones viscerales ante el presente estado de cosas. Me parece que se nos hace patente que la realidad es más compleja que simplemente “blanco o negro”. Más que nunca debemos reconocer que en la realidad hay trigo y cizaña (cf. Mt 13,24-30), por lo cual necesitamos tiempo para sopesar responsablemente los hechos y tomar las decisiones correspondientes.

Debemos comprender sincera y profundamente lo procesual de nuestra realidad, la historia nuestra –configurada por nuestras acciones, por nuestras elecciones con sus aciertos y desaciertos- es una historia abierta y por lo mismo una llamada a nuestro compromiso y nuestra responsabilidad. Como cristianos no podemos delegar nuestra responsabilidad en otros, ni siquiera en el mismo  Dios.

Sinceramente creo que esta situación nos interpela y nos invita –o más bien nos reclama- dar una respuesta como creyentes. No podemos olvidar que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.”[7] En este momento particular, las esperanzas, las tristezas y angustias del Paraguay, de tantos paraguayos, deben ser nuestras propias esperanzas, tristezas y angustias. La primera respuesta es dejarse tocar sinceramente por lo que ha acontecido y por lo que acontece. Dejarse afectar, interpelar, pues, “el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.”[8]

Dejarse tocar por la realidad es también el paso previo para “escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio”[9], se trata de, muy sinceramente, tratar de escuchar la voz de Dios –que espera una respuesta- en los acontecimientos del tiempo. Esa voz de Dios espera una respuesta de parte de cada uno de nosotros y de toda la sociedad. Una respuesta en Alianza, en alianza con el Dios vivo y con todos los hombres y mujeres que sinceramente buscan el bien común.

Creo que los hechos acontecidos en Paraguay –y que se siguen desarrollando- marcan el momento de un compromiso cívico serio. “El curso de la historia presente es un desafío al hombre, que le obliga a responder.”[10] Me parece que es ésta una oportunidad que no podemos dejar pasar. Es el momento de hacer una seria reflexión en torno a nuestras instituciones democráticas y en torno a los presupuestos de una democracia: educación, participación responsable y seria en los procesos cívicos, y justicia social, entre otros. Se trata de interrogarnos –y respondernos a nosotros mismos- seriamente sobre ¿qué tipo de sociedad estamos construyendo? ¿Qué país queremos construir y legar a los que vendrán después de nosotros? ¿Cuáles son los valores que queremos que rijan nuestra vida en sociedad? A esta reflexión debe seguir la acción constante y perseverante, confiando en que es posible construir una sociedad mejor. “Todo actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto.”[11]

El actuar a su vez debe suponer necesariamente la verdad. En estos días en que he pensado constantemente sobre Paraguay, han venido a mi mente las palabras de Benedicto XVI en Cuba: “Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad”[12]. Creo que lo mismo podemos decir de Paraguay. Paraguay necesita de un sincero cambio, pero esto sólo será posible si estamos dispuestos a abrirnos a la verdad: a la verdad de los hechos, a la verdad de las necesidades de nuestro pueblo, a la verdad del estado de derecho, a la verdad que antepone el bien común a la ganancia personal de la corrupción, a la verdad que es capaz de sacarnos de nuestros fanatismos, y finalmente a la verdad que es Jesucristo, quien “en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación.”[13]

Finalmente, como creyentes, a la par del actuar no debemos olvidar la oración, a nuestros cotidianos esfuerzos debemos unir la súplica a Dios Padre por Cristo y con María, para que Paraguay sea una tierra donde “siempre allí reinen amor, verdad y justicia, y esa unión que no masifica, que no conduce al espíritu de esclavo.”[14]


[1] LUIS BAREIRO, Perjuicio político [en línea]. [fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://blogs.ultimahora.com/post/5782/94/perjuicio-politico.html˃
[2] Ibídem
[3] ALFREDO BOCCIA, El conservadurismo paraguayo [en línea]. [fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://blogs.ultimahora.com/post/5826/50/el-conservadurismo-paraguayo.html˃
[4] Cf. Ibídem
[5] Cf. IDILIO MENDEZ GRIMALDI, Monsanto golpea en Paraguay: los muertos de Curuguaty y el juicio político a Lugo [en línea]. [fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://ea.com.py/monsanto-golpea-en-paraguay-los-muertos-de-curuguaty-y-el-juicio-politico-a-lugo/˃
[6] CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 8.
[7] Ibídem, 1.
[8] Ibídem, 34.
[9] Ibídem, 4.
[10] Ibídem, 4.
[11] BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 35.
[13] CONCILIO VATICNO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 22.
[14] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre, 496.