A
propósito de la situación en Paraguay
Al iniciar esta reflexión sobre la situación del Paraguay
a partir del juicio político a
Fernando Lugo y su posterior destitución como Presidente de la República, debo
confesar, que para mí, todavía no son claros todos los hechos que en este
último tiempo se han vivido en Paraguay. Confieso, que me falta claridad en
torno al procedimiento con el cual se llevó a cabo el juicio político, y en torno a la interpretación que se ha hecho del
mismo y de sus consecuencias. Sin embargo, sí tengo claridad, de que es un
hecho que no me puede dejar indiferente, ni como ciudadano, ni como consagrado.
Por eso me aventuro a observar este momento clave de la historia paraguaya, e
intento articular una reflexión coherente desde una mirada a la realidad que
quiere ser también una mirada de fe.
El hecho y sus interpretaciones
El hecho en
cuestión es a estas alturas bastante conocido. Se trata del juicio político y posterior destitución
de Fernando Lugo como Presidente de la República del Paraguay. El juicio político, impulsado por la Cámara
de Diputados y realizado en la Cámara de Senadores, en un tiempo bastante corto
–hecho que genera preguntas en torno a la legitimidad
de todo el proceso-, está contemplado en la Constitución Nacional paraguaya en
su artículo 225. Una lectura del citado artículo demuestra que el Congreso
Nacional actuó de acuerdo a las formalidades requeridas por la Constitución.
Sin embargo, dicho artículo no regula tiempos ni procedimientos de dicho juicio.
En mi opinión, es certero señalar que dicho procedimiento –tal y como
actualmente se encuentra en la Constitución Nacional- es “una herramienta
absolutamente discrecional”[1].
Las interpretaciones del juicio político, sus causas y su desarrollo son bastante variadas.
Basta con recorrer los artículos y editoriales de los mismos periódicos
paraguayos y sudamericanos, como las opiniones que circulan en las redes
sociales y blogs.
Ante la pregunta de ¿por qué un juicio político? He
recogido al menos tres líneas de respuestas. Un periodista paraguayo señala que
la causa del juicio hay que buscarla en la pérdida de apoyo político que sufrió
el gobierno de F. Lugo en el Congreso paraguayo: “Fernando Lugo cayó porque se
quedó sin respaldo político en el Congreso, es así de simple.”[2]
Otro columnista busca una causa más profunda en la misma sociedad paraguaya, y
apunta al “conservadurismo paraguayo”: “Fue la resolución dramática de una extraña
singularidad nacional: un presidente que se decía socialista, al frente de un
país con una matriz social y política extremadamente conservadora.”[3]
El juicio sería la reacción de la clase política paraguaya tradicional ante las
aperturas progresistas de F. Lugo. La causa sería política, pero motivada por
razones ideológicas[4].
Una tercera opinión –o teoría- apunta a preguntarse por
los intereses que estaría defendiendo la clase política en el Congreso. Esta
opinión, presenta a la clase política como un amplio espectro de partidarios de
la derecha política al servicio de empresas transnacionales ligadas a la
agroindustria[5].
En medio de todas estas interpretaciones surgen también
las más variadas opiniones ciudadanas. Para unos se trata de un “golpe de
Estado parlamentario”, para otros, de un “proceso institucional”. Afloran así
una serie de epítetos que pretenden descalificar a uno y otro grupo, hacen su
aparición –por primera vez desde 1989- las divisiones entre “izquierda” y “derecha”. Me pregunto si muchos de los que utilizan estos
adjetivos realmente comprenden lo que estas ideologías pretenden significar y
proponer tanto en el campo político y social como económico.
Signos contradictorios
En mi opinión, en este último tiempo, los hechos en
Paraguay han estado marcados por una multitud de signos contradictorios. Por un
lado el mismo proceso del juicio político:
una figura legal, pero cuya
concreción pareciera carecer de legitimidad;
por otro lado, el mismo Fernando Lugo, quien en un primer momento dijo
someterse a la decisión del Congreso, para luego desconocerla y proclamarse
como el “legítimo” presidente del Paraguay.
Tal vez el signo contradictorio más indignante provenga
de la actuación del MERCOSUR y de la UNASUR ante todo esto. Por un lado el
MERCOSUR ha reclamado que se ha faltado al debido proceso durante el juicio político, y por ello, ha decidido
suspender al Paraguay hasta las elecciones generales del 2013; y, por otro
lado, no ha escuchado al gobierno de Federico Franco y ha propiciado la entrada
de Venezuela al bloque.
En lo personal, tan poco me merecen confianza las
expresiones de los exponentes de la UNASUR. Gobiernos como el de Venezuela y
Ecuador, donde la vigencia de la libertad de expresión y de prensa es
seriamente cuestionada, ¿pueden presentar credenciales democráticas? Parecieran
notarse aquí contradicciones y “discrepancias (…) entre las instituciones
internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz y las
ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología”[6].
A toda la problemática de la legalidad/legitimidad del juicio
político y de la pérdida de confianza del pueblo paraguayo en su Congreso,
se suma la temática de la soberanía
nacional, lo cual hace más complicado el panorama.
El intento de una mirada
de fe
La situación descrita presenta numerosas y complejas
aristas, por lo cual hay que dejar de lado simplificaciones y reacciones
viscerales ante el presente estado de cosas. Me parece que se nos hace patente
que la realidad es más compleja que simplemente “blanco o negro”. Más que nunca debemos reconocer que en la
realidad hay trigo y cizaña (cf. Mt 13,24-30),
por lo cual necesitamos tiempo para sopesar responsablemente los hechos y tomar
las decisiones correspondientes.
Debemos comprender sincera y profundamente lo procesual de nuestra realidad, la
historia nuestra –configurada por nuestras acciones, por nuestras elecciones
con sus aciertos y desaciertos- es una historia
abierta y por lo mismo una llamada a nuestro compromiso y nuestra
responsabilidad. Como cristianos no podemos delegar nuestra responsabilidad en
otros, ni siquiera en el mismo Dios.
Sinceramente creo que esta situación nos interpela y nos
invita –o más bien nos reclama- dar una respuesta como creyentes. No podemos
olvidar que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a
la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.”[7]
En este momento particular, las esperanzas, las tristezas y angustias del
Paraguay, de tantos paraguayos, deben ser nuestras propias esperanzas,
tristezas y angustias. La primera respuesta es dejarse tocar sinceramente por
lo que ha acontecido y por lo que acontece. Dejarse afectar, interpelar, pues,
“el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni
los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone
como deber el hacerlo.”[8]
Dejarse tocar por la realidad es también el paso previo
para “escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del
Evangelio”[9],
se trata de, muy sinceramente, tratar de escuchar la voz de Dios –que espera
una respuesta- en los acontecimientos del tiempo. Esa voz de Dios espera una
respuesta de parte de cada uno de nosotros y de toda la sociedad. Una respuesta
en Alianza, en alianza con el Dios vivo y con todos los hombres y mujeres que
sinceramente buscan el bien común.
Creo que los hechos acontecidos en Paraguay –y que se
siguen desarrollando- marcan el momento de un compromiso cívico serio. “El
curso de la historia presente es un desafío al hombre, que le obliga a
responder.”[10]
Me parece que es ésta una oportunidad que no podemos dejar pasar. Es el momento
de hacer una seria reflexión en torno
a nuestras instituciones democráticas y en torno a los presupuestos de una
democracia: educación, participación responsable y seria en los procesos
cívicos, y justicia social, entre otros. Se trata de interrogarnos –y
respondernos a nosotros mismos- seriamente sobre ¿qué tipo de sociedad estamos
construyendo? ¿Qué país queremos construir y legar a los que vendrán después de
nosotros? ¿Cuáles son los valores que queremos que rijan nuestra vida en
sociedad? A esta reflexión debe
seguir la acción constante y
perseverante, confiando en que es posible construir una sociedad mejor. “Todo
actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto.”[11]
El actuar a su
vez debe suponer necesariamente la verdad.
En estos días en que he pensado constantemente sobre Paraguay, han venido a mi
mente las palabras de Benedicto XVI en Cuba: “Cuba y el mundo necesitan
cambios, pero éstos se darán si cada uno está en condiciones de preguntarse por
la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y
fraternidad”[12].
Creo que lo mismo podemos decir de Paraguay. Paraguay necesita de un sincero
cambio, pero esto sólo será posible si estamos dispuestos a abrirnos a la verdad: a la verdad de los hechos, a la
verdad de las necesidades de nuestro pueblo, a la verdad del estado de derecho,
a la verdad que antepone el bien común a la ganancia personal de la corrupción,
a la verdad que es capaz de sacarnos de nuestros fanatismos, y finalmente a la
verdad que es Jesucristo, quien “en la misma revelación del misterio del Padre
y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la
sublimidad de su vocación.”[13]
Finalmente, como creyentes, a la par del actuar no debemos olvidar la oración, a nuestros cotidianos esfuerzos
debemos unir la súplica a Dios Padre por Cristo y con María, para que Paraguay
sea una tierra donde “siempre allí reinen amor,
verdad y justicia, y esa unión que no masifica, que no conduce al espíritu
de esclavo.”[14]
[1] LUIS
BAREIRO, Perjuicio político [en línea].
[fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://blogs.ultimahora.com/post/5782/94/perjuicio-politico.html˃
[2] Ibídem
[3] ALFREDO
BOCCIA, El conservadurismo paraguayo [en línea].
[fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://blogs.ultimahora.com/post/5826/50/el-conservadurismo-paraguayo.html˃
[4] Cf.
Ibídem
[5] Cf. IDILIO
MENDEZ GRIMALDI, Monsanto golpea en
Paraguay: los muertos de Curuguaty y el juicio político a Lugo [en línea].
[fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://ea.com.py/monsanto-golpea-en-paraguay-los-muertos-de-curuguaty-y-el-juicio-politico-a-lugo/˃
[6] CONCILIO
VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium
et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 8.
[7] Ibídem, 1.
[8] Ibídem, 34.
[9] Ibídem, 4.
[10] Ibídem,
4.
[11]
BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 35.
[12] [en línea].
[fecha de consulta: 2 de julio de 2012]. Disponible en: ˂http://www.mensaje.cl/index.php/component/content/article/13-internacional/329-benedicto-xvi-qcuba-y-el-mundo-necesitan-cambiosq.html˃
[13]
CONCILIO VATICNO II, Constitución
pastoral Gaudium et Spes sobre la
Iglesia en el mundo actual, 22.
[14] P. JOSÉ
KENTENICH, Hacia el Padre, 496.