Soy amado y escogido, por eso
soy apóstol, testigo del Resucitado
Queridos amigos:
La Liturgia de hoy (14.V.2013, fiesta de San Matías)
nos regala un evangelio riquísimo en contenido. Una perícopa del Evangelio de
Juan (Jn 15,9-17) que vale la pena
leer y releer, una y otra vez, hasta que las palabras de Jesús se graben en
nuestro corazón, hasta que las palabras de Jesús den forma a nuestra vida.
Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí
Me impresionan las palabras iniciales de este
evangelio: “Yo los he amado a ustedes
como el Padre me ama a mí” (Jn 15,9).
Son las palabras del Maestro a sus discípulos en un contexto del todo especial…
No olvidemos que el capítulo 15 del Evangelio según San Juan está inserto en la
“cena pascual”, aquella que nosotros conocemos como “la última cena”. Es la
hora de Jesús, “la hora de salir de este
mundo para ir al Padre” (Jn 13,1).
Son palabras decisivas de Cristo en un momento
decisivo. ¿Y qué les dice a sus discípulos antes de entregarse en la cruz? Les
dice: “Yo los amo…”. A cada uno de sus discípulos –a los que entonces
compartieron su cena pascual y a los que hoy compartimos su mesa eucarística-
Jesús les dice: “Yo te amo”.
Me pregunto si dejamos que estas palabras de Cristo
Jesús resuenen en nuestro corazón… Yo te amo. ¿Le tomamos el peso a
estas palabras?
Permanezcan en mi amor
El Señor todavía nos hace un pedido más: “Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9). Es como si Jesús nos dijese: “no
se olviden de que los amo, no duden, no teman…”. Permanezcan en mi amor.
Pero este permanecer en el amor de Jesús no es una mera idea ni tampoco sólo
sentimentalismo religioso. Hay un camino, una manera muy concreta de permanecer
en el amor de Cristo: “Si guardan mis
mandatos permanecerán en mi amor” (Jn
15,10). Y ¿cuál es el mandato de Cristo?: “Ámense unos con otros, como yo los amo a ustedes” (Jn 15,12).
¡Qué paradoja! Permanecemos en el amor de Cristo,
experimentamos que somos amados, no tanto cuando recibimos muestras de amor
sino cuando las damos… Cuando amamos, cuando salimos de nuestro propio yo hacia
el encuentro del tú de los que nos rodean, entonces permanecemos en el amor de
Cristo. Cuando compartimos las alegrías y tristezas de otros, cuando
acompañamos a otros, cuando nos damos, entonces recibimos. “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13).
Soy yo quien los escogí a ustedes
Todavía
hay algo más que quisiera compartir con ustedes. En este evangelio el Señor no
sólo nos vuelve a decir “te amo”, sino que también nos recuerda que Él nos ha
escogido, Él nos ha elegido (cf. Jn
15,16).
Queridos
amigos, cada uno de nosotros es amado, cada uno de nosotros es escogido, y
cuando en nuestra vida cotidiana vivimos de este amor y de esta elección,
entonces somos apóstoles, testigos de que Cristo ha resucitado en nuestras
vidas.
Dejémonos
amar por Cristo, para que así amemos a nuestros hermanos. Amén.