Domingo 15° durante el año
– Ciclo B
Mc
6, 7 – 13
«El Señor promete la paz
para su pueblo»
Queridos hermanos y
hermanas:
En este domingo el Evangelio
nos presenta el envío de los Doce a la misión (Mc 6, 7- 13). ¡Qué providencial terminar –por este año- las Misiones Familiares Schoenstattianas en
Villa Oliva con este texto!
De alguna manera el Evangelio
nos ayuda a recoger las experiencias de estos días, a evaluarlas según los
criterios de Jesús y a proyectar la misión en nuestra vida cotidiana.
«Jesús llamó a los Doce»
Los primeros versículos del texto evangélico de hoy nos
recuerdan que toda misión tiene su origen en el corazón de Jesús. Él es quien
llama y envía. No estamos aquí por propia iniciativa; no estamos aquí por nosotros
mismos, por nuestra propia voluntad o idea.
El misionero es en primer lugar alguien que ha sido
llamado. Alguien que en su vida y en su corazón escuchó la llamada, la voz de
Jesús. Y reconociendo esa voz, escuchándola y obedeciéndola, se puso a
disposición del Señor. Como dice el profeta Isaías:
«Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A
quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”.»
(Is 6, 8).
En realidad, todo cristiano, todo bautizado, es llamado
por el Señor. No sólo el misionero, el diácono, el sacerdote o la religiosa.
Todos somos llamados por Jesús de forma única, original y personal. Cada uno de
nosotros es elegido y llamado. Está en nosotros creer en esa elección y en ese
llamado.
Y como el llamado del Señor es único y personal para cada
uno, espera también una respuesta única y personal. Cada uno de nosotros debe
responder al Señor, nadie puede hacerlo por nosotros. Y si no respondemos al
Señor, una misión, una vocación quedará sin ser realizada.
Jesús sigue llamando hoy: llama en su Evangelio; llama en las necesidades de
nuestra comunidad y de nuestros hermanos; llama
en los anhelos que llevamos en el corazón; llama en nuestro deseo de
hacer algo bueno por los demás. ¿Estamos dispuestos a escuchar el llamado de
Jesús? ¿Estamos dispuestos a responderle: «Aquí
estoy: envíame»?
«El Señor promete la paz
para su pueblo»
Cuando el Señor nos elige y nos llama es para enviarnos a
anunciar su palabra a su pueblo. Es lo que vivió el profeta Amós: «El Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: “Ve a profetizar a mi
pueblo Israel”» (Am 7, 15).
Y esta es también la experiencia de muchos misioneros, de
muchos cristianos –hombres y mujeres-: Jesús los llama –de diversas maneras- y
los saca «de detrás del rebaño», los
saca de sus ocupaciones habituales, de sus casas y labores cotidianas, de sus
ambientes, y los envía hacia nuevos horizontes para hablar a su pueblo.
El Señor nos toma por sorpresa, nos sorprende con su
elección y envío. Y cuando le decimos que sí de corazón, nos sorprende con lo
que puede hacer con nosotros si nos ponemos en sus manos como instrumentos.
¿Y cuál es el anuncio que Jesús quiere que como
instrumentos comuniquemos a su pueblo tan sediento de sus palabras y tan
necesitado de su amor?
El salmista nos responde: «Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz
para su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de corazón.» (Salmo 84 [85], 9).
Eso significa que con nuestras palabras y gestos tenemos
la capacidad de transmitir la paz que viene del Resucitado, podemos ser anunciadores
y constructores de paz y así participar de la promesa de Jesús contenida en las
Bienaventuranzas: «Felices los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt
5, 9).
Y así, siendo anunciadores y constructores de paz y
amistad social nos identificaremos como discípulos y misioneros de Jesús. “No
es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie”[1]
sino que incluye a todos. “Requiere de una gran amplitud de mente y de corazón.
(…) Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que
requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza.”[2]
¿Estoy dispuesto a ser, con Jesús, misionero de paz en el
día a día?
«Los
envió de dos en dos»
Finalmente, el anuncio del mensaje de Jesús se realiza no
sólo con palabras, gestos y acciones. Este anuncio se realiza también en el
modo en cómo lo hacemos, en el estilo de nuestro anuncio, de nuestra misión. Por
eso Jesús envía a los suyos de dos en dos (cf. Mc 6, 7).
Imágenes de la Virgen Peregrina de la Campaña del Rosario del Movimiento Apostólico de Schoenstatt. Misiones Familiares Schoenstattianas, Villa Oliva, Ñeembucú. Julio 2018. Foto de Joha Goodacre. |
Jesús nos llama a cada uno de nosotros; nos envía para
anuncia su paz a nuestros hermanos y nos hace comunidad familiar en su Iglesia.
En esto consiste la alegría de la misión, la alegría del Evangelio. ¡Vivámosla y compartámosla!
A María, Madre de los
discípulos misioneros, le pedimos que nos siga animando y educando para vivir
como misioneros de paz en el día a día allí donde el Señor Jesús nos envíe.
Amén.