La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Domingo del gozo en la espera

 

Domingo 3° de Adviento – Ciclo C – 2021

Domingo del gozo en la espera

Lc 3, 2b-3. 10-18

Queridos hermanos y hermanas:

            En medio del tiempo del Adviento, la Liturgia de nuestra fe nos propone vivir un domingo del gozo en la espera. Y con ello nos enseña que en la espera paciente, vigilante y anhelante hay un gozo, una alegría por descubrir.

            Cuando la espera es auténtica hay una alegría interior, serena y constante que se irradia a toda la vida. Se trata de la alegría de lo que está por venir, la alegría de lo que se anhela, la alegría de lo que se espera.

            En el fondo, en la espera auténtica el corazón de alguna manera ya posee lo que anhela. Sí, cuando la fe cristiana espera, “ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera.”[1]

            Por ello, esta espera se convierte en gozo y en fuerza que nos pone en movimiento hacia Aquel que viene.

«Alégrense siempre en el Señor»

              Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento nos exhortan a la alegría. Dice el profeta Sofonías: «¡Grita de alegría, hija de Sión! (…) ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! (…) Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!» (Sof 3, 14. 16a. 17a).

            Por su parte san Pablo en Filipenses nos dice: «Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca.» (Flp 4, 4. 5b).

            En ambos casos el motivo de la alegría es la cercanía del Señor. En el Antiguo Testamento se trata de una promesa: «Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡El Señor está en medio de ti!». En el Nuevo Testamento se trata de ya de una certeza: «El Señor está cerca». Para san Pablo está claro que la promesa veterotestamentaria se cumple plenamente en Cristo Jesús.

            Por ello esta espera es gozo, es alegría interior que moviliza: «No se angustien por nada y, en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.» (Flp 4, 6).

            El que espera en el Señor no se deja dominar ni paralizar por la angustia. Al contrario, la fe y la esperanza mueven a la voluntad –y con ella a los afectos- a la oración que es al mismo tiempo súplica y acción de gracias.

           

Domingo 3° de Adviento
Domingo del gozo en la espera
Corona de Adviento. Cathopic. 

Súplica para pedir los dones que necesitamos de la bondad de Dios, y acción de gracias para agradecer la fe y la certeza de ser escuchados y acompañados. “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con nadie, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…, el que reza nunca está totalmente solo.”[2]

«¿Qué debemos hacer entonces?»

            La espera gozosa del Señor nos moviliza a la oración y también a la acción, ya que “toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto.”[3] Así lo demuestra el texto evangélico en el diálogo entre Juan el Bautista y la gente que acudía a él para recibir un bautismo de conversión: «“¿Qué debemos hacer entonces?”. Él les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga que comer, haga otro tanto”.» (Lc 3, 10 – 11).

            Esperar al Señor implica oración y acción misericordiosa: «Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres» (Flp 4, 5a). Oración y acción que brotan del gozo de la auténtica espera, de la auténtica esperanza de que «viene uno que es más poderoso que yo» (Lc 3, 16).

            A María, Madre del gozo del Adviento, le pedimos que nos eduque, que nos enseñe la espera auténtica en medio de un mundo apresurado que yo no sabe esperar. Que Ella nos ayude a descubrir el auténtico y sereno gozo de los que esperan en el Señor vigilantes en la oración y activos en la misericordia. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, P.Sch.

Rector del Santuario Tupãrenda – Schoenstatt



[1] BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Spe Salvi sobre la esperanza cristiana, 7.

[2] BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Spe Salvi sobre la esperanza cristiana, 32.

[3] BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Spe Salvi sobre la esperanza cristiana, 35.