Domingo 3° de Adviento – Ciclo C – 2021
Domingo del gozo en la espera
Lc 3, 2b-3. 10-18
Queridos hermanos y hermanas:
En
medio del tiempo del Adviento, la
Liturgia de nuestra fe nos propone vivir un domingo del gozo en la espera. Y
con ello nos enseña que en la espera paciente, vigilante y anhelante hay un
gozo, una alegría por descubrir.
Cuando
la espera es auténtica hay una alegría interior, serena y constante que se
irradia a toda la vida. Se trata de la alegría de lo que está por venir, la
alegría de lo que se anhela, la alegría de lo que se espera.
En el
fondo, en la espera auténtica el corazón de alguna manera ya posee lo que
anhela. Sí, cuando la fe cristiana espera, “ya están presentes en nosotros las
realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera.”[1]
Por
ello, esta espera se convierte en gozo y en fuerza que nos pone en movimiento
hacia Aquel que viene.
«Alégrense siempre en el Señor»
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo
Testamento nos exhortan a la alegría. Dice el profeta Sofonías: «¡Grita de alegría, hija de Sión! (…) ¡Alégrate y regocíjate
de todo corazón, hija de Jerusalén! (…) Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡El
Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!» (Sof 3, 14. 16a. 17a).
Por
su parte san Pablo en Filipenses nos
dice: «Alégrense siempre en el Señor.
Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca.» (Flp 4, 4. 5b).
En
ambos casos el motivo de la alegría es la cercanía del Señor. En el Antiguo Testamento se trata de una
promesa: «Aquel día, se dirá a Jerusalén:
¡El Señor está en medio de ti!». En el Nuevo
Testamento se trata de ya de una certeza: «El Señor está cerca». Para san Pablo está claro que la promesa
veterotestamentaria se cumple plenamente en Cristo Jesús.
Por
ello esta espera es gozo, es alegría interior que moviliza: «No se angustien por nada y, en cualquier
circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de
gracias, para presentar sus peticiones a Dios.» (Flp 4, 6).
El
que espera en el Señor no se deja dominar ni paralizar por la angustia. Al
contrario, la fe y la esperanza mueven a la voluntad –y con ella a los afectos-
a la oración que es al mismo tiempo súplica y acción de gracias.
Domingo 3° de Adviento
Domingo del gozo en la espera
Corona de Adviento. Cathopic.
Súplica
para pedir los dones que necesitamos de la bondad de Dios, y acción de gracias
para agradecer la fe y la certeza de ser escuchados y acompañados. “Cuando ya
nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con nadie,
ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda
ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la
capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la
extrema soledad…, el que reza nunca está totalmente solo.”[2]
«¿Qué debemos hacer entonces?»
La
espera gozosa del Señor nos moviliza a la oración y también a la acción, ya que
“toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto.”[3]
Así lo demuestra el texto evangélico en el diálogo entre Juan el Bautista y la
gente que acudía a él para recibir un bautismo de conversión: «“¿Qué debemos hacer entonces?”. Él les
respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga
que comer, haga otro tanto”.» (Lc
3, 10 – 11).
Esperar
al Señor implica oración y acción misericordiosa: «Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres» (Flp 4, 5a). Oración y acción que brotan
del gozo de la auténtica espera, de la auténtica esperanza de que «viene uno que es más poderoso que yo» (Lc 3, 16).
A
María, Madre del gozo del Adviento,
le pedimos que nos eduque, que nos enseñe la espera auténtica en medio de un
mundo apresurado que yo no sabe esperar. Que Ella nos ayude a descubrir el
auténtico y sereno gozo de los que esperan en el Señor vigilantes en la oración
y activos en la misericordia. Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, P.Sch.
Rector del Santuario Tupãrenda
– Schoenstatt