Fiesta del 18 de Octubre
de 2023
Santuario de Tupãrenda
Jn
2, 1 – 11
María, mujer sinodal
Queridos hermanos y
hermanas:
Celebramos hoy los 109 años de la primera Alianza de Amor con María, la alianza
del 18 de octubre de 1914; celebramos además el 42° aniversario de la bendición
de nuestro querido Santuario de Tupãrenda.
¡Celebramos la alianza, el Santuario y la Mater! ¡Qué gran día de
celebración! ¡Qué gran día de bendición!
Celebramos este 18 de Octubre guiados por el lema: “Con María, familia en alianza al servicio
de una Iglesia sinodal”. Con este lema quisimos unir la espiritualidad de
Schoenstatt, la espiritualidad de alianza, con el impulso del Año del Laicado que estamos viviendo como
Iglesia que peregrina en el Paraguay.
Iglesia sinodal
La primera parte del lema nos habla de nuestra
espiritualidad de Schoenstatt, de nuestra identidad: “Con María, familia en alianza”. Como familia espiritual, el Movimiento Apostólico de
Schoenstatt está conformado por diversidad de ramas, comunidades e iniciativas
apostólicas.
Y lo que une esta
diversidad de comunidades es la Alianza
de Amor con María. Es Ella la que nos convoca en su Santuario, la que nos
llama a sellar una alianza de amor con Ella, y la que nos enseña a vivir en
alianza los unos con los otros; Ella nos hace familia. Una familia de
bautizados que nace de la Alianza de amor
con Ella, vive en y desde esa alianza, y quiere regalar el carisma de la Alianza de Amor a la Iglesia y a la
sociedad.
En la segunda parte del
lema de este año se nos invita a ponernos “al
servicio de una Iglesia sinodal”. Pero, ¿qué es una Iglesia sinodal? ¿Qué
significa ser Iglesia sinodal?
El término “sinodal” proviene de una institución
eclesial. La Iglesia
ha llamado Sínodo a uno de los órganos colegiales que aconseja al Papa,
concretamente al Sínodo de los Obispos. A su vez el término sínodo
proviene del griego y significa caminar juntos. Así el Sínodo quiere convertirse en una actitud sinodal, en un modo de ser
y vivir la Iglesia.
Por lo tanto la Iglesia sinodal es
la Iglesia que toma conciencia de que todos los bautizados caminamos juntos,
los unos con los otros, y todos, caminamos detrás de Jesús, nuestro Salvador,
nuestro Maestro y Señor.
En la alianza de amor, María nos
enseña vitalmente a vivir una actitud sinodal; es decir, la actitud de quien
sabe que no camina solo en la vida ni en la fe, sino en comunión con todos los
hombres y mujeres, con todos los bautizados. Recordémoslo una vez más: “el que
cree nunca está solo” (Cf. Benedicto XVI); sino que en Cristo Jesús está
íntimamente unido a todos los bautizados. Fiesta del 18 de Octubre en Tupãrenda.
Con María, familia en alianza
al servicio de una Iglesia sinodal.
Sí, en Cristo y por Cristo, nunca
estamos solos. Jesús está siempre con nosotros, y en realidad, siempre estamos
unidos a toda la Iglesia: se trata de la realidad del Cuerpo místico de Cristo.
“Nosotros somos sus miembros, Él la única cabeza” (Cf. P. J. Kentenich). Y esta
realidad sobrenatural, se nos hace accesible a través de la Alianza de Amor con
María. Lo que el bautismo nos da por gracia, la alianza de amor nos ayuda a
vivir y experimentar.
Iglesia orante
Es más, mirando a la Santísima Virgen comprendemos
vitalmente en qué consiste ser Iglesia sinodal.
La primera característica de la Iglesia sinodal es que
ella es una Iglesia orante. Así lo vemos en el texto tomado de los Hechos de los Apóstoles, en el cual se
nos dice que: «Todos ellos, íntimamente
unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la
madre de Jesús, y de sus hermanos.».
Sí, la primera característica de una Iglesia sinodal es
la oración vivida en comunidad. Se nos dice con mucha claridad que «después de subir Jesús al cielo», los
discípulos se reunieron para hacer oración en común. No individualmente, sino
en común, en comunidad, como Iglesia. La Iglesia se vive cuando oramos en
común; cuando juntos escuchamos, acogemos y meditamos la Palabra de Dios que se
nos dirige; cuando juntos celebramos con fe los sacramentos.
¡Cuánto nos falta aprender a orar en común! Puede que
hagamos oración de forma individual; puede que leamos y meditemos la Palabra de
Dios cada día de forma personal. Pero debemos dar un paso más: aprender a orar
en comunidad. Que nos es otra cosa que aprender a abrir el corazón a Dios y a
los hermanos. Aprender a poner el corazón –y todo lo que llevamos dentro- en
presencia de nuestros hermanos. ¡Qué hermoso sería que en cada familia, en cada
comunidad, cada uno pueda abrir el corazón en oración para que Dios reciba lo
que llevamos dentro! Y de ese modo hacer propias las intenciones de los demás.
Esa experiencia de oración en común auténticamente
vivida, y bajo la guía maternal de María, puede llevarnos a experimentar lo que
vivieron los primeros discípulos: «Todos
ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración». Esa íntima unidad
inicia, se cultiva y se fortalece con la oración. Esa íntima unidad es la
auténtica sinodalidad. Sin oración no podremos ser una Iglesia sinodal.
Iglesia diligente
La Iglesia sinodal es también una Iglesia diligente en el
servicio a los demás. Una vez más, es María la que nos muestra de forma vital y
concreta cómo ponernos al servicio de los demás.
Lo vemos en el pasaje evangélico de las Bodas de Caná (Jn 2, 1 – 11). Es Ella la que percatándose de la necesidad, se
acerca a Jesús y le dice: «No tienen
vino». Y más, aún. Ante la aparente resistencia de Jesús, Ella dice con
serena certeza: «Hagan todo lo que él les
diga»
Estar al servicio de los demás como Iglesia diligente es
prestar atención a las necesidades de los demás y tomar la iniciativa;
involucrarse concretamente venciendo toda comodidad e indiferencia. Así, la
Iglesia sinodal “es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se
involucran, que acompañan, que fructifican y festejan”.[1]
Estamos llamados a involucrarnos como lo hizo Jesús.
“Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los
suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a
los discípulos: «Ustedes serán felices
si, sabiendo estas cosas, las practican» (Jn 13, 17).”[2]
Por eso, siguiendo a Jesús y aprendiendo de María, la
Iglesia sinodal se adentra con obras, gestos y servicios en la vida cotidiana
de los demás. Y así se convierte en Iglesia diligente; es decir, en Iglesia que ama concretamente en el servicio,
la misericordia y la ternura.
Sin servicio, sin ternura, sin misericordia, no podremos
ser Iglesia sinodal, Iglesia en salida, que camina al encuentro de los demás,
al encuentro de Cristo Jesús presente en los más vulnerables: en los ancianos,
enfermos y necesitados de ternura. Ternura que no es otra cosa que tocar con
delicadeza y respeto la fragilidad del otro, para, con esa caricia darle consuelo.
María, mujer sinodal
En último término, queridos hermanos y hermanas, al
peregrinar hoy a Tupãrenda y celebrar la Alianza
de Amor con María, nos damos cuenta de que María es la personificación de
la Iglesia sinodal. Y esto es así, porque María es mujer sinodal; es decir,
María es mujer orante y diligente. Mujer de profunda y viva oración, que desde
la oración camina al encuentro de los demás en el servicio de amor.
A
María, la mujer sinodal, le pedimos que nos eduque en su Santuario, y nos
conceda las actitudes de la Iglesia sinodal: la oración y el servicio
diligente. A Ella, mujer de la alianza, le decimos en este Santuario y en este
día de gracias:
“Aseméjanos a ti y enséñanos
a caminar por la vida tal como tú lo hiciste:
fuerte y digna, sencilla y bondadosa,
repartiendo amor, paz y alegría.
En nosotros recorre nuestro tiempo
preparándolo para Cristo Jesús.”[3]
Con
María, familia en alianza.
Con
María, Iglesia sinodal.
Amén.
P. Óscar Iván Saldívar, P.Sch.
Rector del
Santuario Tupãrenda - Schoenstatt