Miércoles de Ceniza – 2024
Tiempo de conversión,
tiempo de libertad
Queridos hermanos y
hermanas:
Una vez más nos disponemos a iniciar el tiempo cuaresmal
con la celebración del Miércoles de
Ceniza. Nuevamente el calendario litúrgico nos pone en el umbral de la
Cuaresma, y así, en camino hacia la Pascua del Señor.
Si bien año a año celebramos el inicio de la Cuaresma con
esta Eucaristía y con el rito de la bendición e imposición de la ceniza,
siempre de nuevo es necesario preguntarnos: ¿Cómo queremos vivir el tiempo
cuaresmal? ¿Hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos, y sobre todo nuestro
corazón, durante el itinerario cuaresmal?
Tiempo de conversión,
tiempo de libertad
Sabemos que la Cuaresma «es el tiempo favorable, es el día de la salvación» (cf. 2Co 5, 20 – 6,2), pues es la oportunidad
de buscar nuevamente la conversión. “Dios no se cansa de nosotros”[1],
por eso nuevamente nos dice: «Vuelvan a
mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no
sus vestiduras.» (Joel 2, 12 -
18).
Sí, nuestro buen Dios no se cansa de nosotros; y por ello
una vez más nos llama, nos invita, nos pide volver a Él de todo corazón. Por
eso queremos vivir la Cuaresma como un tiempo de conversión. Un tiempo donde
volvamos a escuchar la voz de Dios en nuestros corazones, esa voz que nos
invita a volver; esa voz que nos llama a retornar al hogar, al corazón del
Padre.
Si para nosotros, el tiempo de Cuaresma es el tiempo de
volver al Padre; para el Padre Dios, el tiempo de Cuaresma, es el tiempo en que
Él « se conmueve profundamente, corre a nuestro
encuentro, nos abraza y nos besa» (cf. Lc
15, 20), tal como lo hace el Padre de la parábola del hijo pródigo.
Sin embargo, todavía debemos hacernos una pregunta más;
todavía debemos cuestionar nuestra conciencia y nuestro corazón. ¿En qué
consiste la conversión? ¿De qué necesitamos convertirnos?
En su mensaje para la Cuaresma 2024, el Papa Francisco
nos señala que la Cuaresma “es tiempo de conversión, tiempo de libertad”.[2]
Por lo tanto, la conversión consiste en ser libres, en buscar la auténtica
libertad.
Dice el Papa: “Cuando nuestro Dios se revela, comunica la
libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que
te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). (…) Del mismo modo que Israel en el desierto
lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el
pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de
Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar.”[3]
Sí, dentro de nosotros mismos, en nuestros propios
corazones, llevamos ataduras que nos impiden ser libres; cadenas que nos sacan
la libertad, la alegría y la capacidad de amar generosamente.
Así, la Cuaresma entendida como tiempo de libertad
consiste entonces en mirar nuestro propio corazón, mirar nuestra propia vida
con honestidad, para reconocer cuáles son las cadenas y ataduras que debemos
abandonar para vivir con Cristo en «la
gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8, 21).
Al recibir hoy la ceniza como señal de penitencia y de
inicio de un camino hacia la libertad; por un lado vayamos meditando qué
situaciones, qué actitudes, qué ataduras estoy llamado a abandonar; y, por otro
lado, pidamos la gracia de que en este tiempo el Señor Jesús vuelva a hablarnos
al corazón, para darnos la fuerza de abandonar la esclavitud del pecado y así
abrazar la libertad del amor.
A María, que supo dar su sí libremente al plan de Dios,
le pedimos que nos acompañe en este tiempo cuaresmal, en este tiempo donde
buscamos la libertad, para que su presencia maternal nos ayude día a día a
elegir la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Amén.
P. Óscar Iván
Saldívar, P.Sch.
Rector
del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt
14/02/2024