La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

martes, 22 de octubre de 2024

Madre, en tu Santuario, enséñanos a orar - Tupãrenda 2024

 Fiesta del 18 de Octubre de 2024

Santuario de Tupãrenda

Jn 2, 1 - 11

Madre, en tu Santuario, enséñanos a orar

 

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos nuevamente un 18 de Octubre; celebramos el día de la Alianza de Amor con María, el día de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt  -nuestra querida Mater-, el día del Santuario de Tupãrenda. Y lo hacemos en el contexto del Año de la Oración; por eso, este año en Tupãrenda decimos con fe: “Madre, en tu Santuario, enséñanos a orar.”

«Aquí tienes a tu madre»

El mismo lema de nuestra fiesta es una pequeña oración, es una pequeña jaculatoria en la cual invocamos a María como Madre.

Misa del 18 de Octubre de 2024
Iglesia Santa María de la Trinidad
Santuario de Tup
ãrenda
El llamar a María con el título de Madre, con nuestros labios y nuestros corazones, es ya una oración. Al invocar a María como Madre hacemos nuestro el deseo y la voluntad del mismo Jesús, quien en la cruz, al ver al discípulo amado, le dijo a él y a cada uno de nosotros: «Aquí tienes a tu madre» (Jn 19, 27).

El mismo Señor nos ha entregado a María como Madre, y así, nos ha puesto bajo su cuidado y educación maternal. En el momento de la cruz, es Jesús, quien nos enseña a invocarla como Madre.

Y al hacerlo nos señala precisamente que la oración ha de ser realizada en todo momento y en todo lugar, sea en la alegría como en el dolor. La Iglesia “no ha de abandonar la plegaria en las dificultades ni la acción de gracias en la alegría”.[1]

Invocar a María como Madre es verdadera oración porque vuelve a ubicar a cada bautizado en su realidad e identidad más auténtica: somos hijos e hijas en el Hijo. Al invocar a la Madre volvemos a reconocer nuestra pequeñez, nuestra necesidad de ayuda y así volvemos a hacernos niños ante María y ante Dios. Y al hacernos niños, nos abrimos a recibir el Reino de Dios en nuestras vidas: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». (Lc 18, 16 - 17).

Hay toda una pedagogía, hay toda una sabiduría divina, en invocar a María como Madre en la oración.

La oración, antes que palabras o gestos de culto, es fundamental una actitud.[2] La actitud de ponerse en la presencia de Dios Padre, la actitud de ponerse en la presencia de María como Madre. Esa actitud nos ayuda a tomar consciencia de nuestro ser creaturas ante el Creador, nuestro ser hijos ante el Padre. Y con ello, recobramos la actitud correcta ante la vida y así recibimos la orientación fundamental para nuestra existencia.

La oración se vuelve entonces actitud filial ante Dios, diálogo filial con el Padre, en el cual abrimos el corazón para entregar nuestra vida y para recibir la Palabra que oriente nuestro caminar, nuestra existencia.

Así mismo, invocar a la Madre con el rezo del Santo Rosario, verdadera oración cristocéntrica en la cual contemplamos la vida de Jesús con los ojos de María[3], es encontrar cobijamiento espiritual en el corazón de María y por medio de Ella, en el corazón de Dios. Avemaría tras Avemaría, Ella nos va cobijando y al mismo tiempo nos va transformando. Por la auténtica oración cristiana, nuestro corazón se transforma en un santuario vivo donde María ejerce su acción maternal y educadora. Y así volvemos a experimentar que el que reza nunca está solo[4]. El que reza, constantemente es cobijado, transformado y enviado.

«Hagan todo lo que Él les diga»

En la vivencia de la oración  -sea en el Santuario de Tupãrenda, en el santuario hogar o en el santuario del corazón-, experimentamos no sólo que María nos cobija sino que también nos educa. En una renovado Caná, Ella nos dice: «Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2, 5).

Sí, ante cada petición, ante cada necesidad que presentamos a María en oración, Ella nos señala hacia Jesús, Ella nos invita a escuchar y a seguir sus palabras. Así, en un movimiento orgánico, propio de la vida de la gracia y del Espíritu, nuestra oración de petición a María se convierte en oración de escucha a Cristo Jesús. Pedir a la Madre se transforma, de a poco, en obedecer al Hijo. Es por ello que la auténtica oración mariana es al mismo tiempo auténtica oración cristiana.

Ante nuestras peticiones y necesidades, Jesús nos pide llenar con agua las tinajas (cf. Jn 2, 7), llenar con el agua de la oración nuestros corazones. Es decir, purificar nuestro mundo interior a través de la oración, para que así Él pueda obrar el milagro de nuestra transformación. El agua de la oración se transformará en el vino de la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón. Y con ello nuestra vida volverá a ser una constante boda de Caná, es decir, un constante desposorio entre nuestra pequeñez humana y la misericordia de Dios, un constante unir todas las dimensiones de nuestra vida con el amor de Dios. El que reza nunca está solo.

Y esto es así porque va uniendo todas las dimensiones de su vida, todos los misterios de su vida -gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos- con el Misterio mismo de Dios Uno y Trino. Pero también va uniendo su vida a la vida de los demás. “Rezar no significa salir de la historia y retirarse en el rincón privado de la propia felicidad. El modo apropiado de orar es un proceso de purificación interior que nos hace capaces para Dios y, precisamente por eso, capaces también para los demás.”[5] El que reza nunca está solo.

El que reza, el que ora, está constantemente con Dios y con los hermanos. El que reza auténticamente es siempre hijo para Dios y hermano para todos los hombres y mujeres. Ese es el sentido más profundo del pasaje de los Hechos de los Apóstoles: «Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1, 14). Íntimamente unidos.

Madre, en tu Santuario, enséñanos a orar

En este día de gracia, en este lugar de gracia, invoquemos una vez más a María como Madre y Educadora. Y dejemos que Ella, en la oración, nos cobije, nos transforme y nos envíe a testimoniar que el que reza nunca está solo, el que cree nunca está solo.

Cada bautizado, cada aliado,  cada orante, está siempre unido a Cristo y a María, está siempre unido a toda la Iglesia.

Hagamos un momento de silencio, y peregrinemos al santuario de nuestro corazón.  Allí, invoquemos una vez más a María:

Madre, en tu  Santuario, enséñanos a orar.

Madre, cobíjanos en tu corazón maternal, para que experimentemos verdaderamente que no estamos solos.

Madre, transformamos con tu corazón educador. Con ternura, aseméjanos a Ti para que escuchemos a tu hijo Jesús y hagamos lo que Él nos diga.

Madre, envíanos a testimoniar la belleza de la fe y de la oración, para que íntimamente unidos a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, caminemos esperanzados hacia el Padre.

Madre, en tu Santuario, enséñanos a orar. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

18 de Octubre de 2024



[1] Cf. MISAL ROMANO, Prefacio de los domingos durante el año X. Prefacio del Espíritu Santo II

[2] Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia general, 11 de mayo de 2011

[3] Cf. BENEDICTO XVI, Regina Caeli, 1 de mayo de 2005

[4] Cf, BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 32

[5] BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 33