Queridos amigos:
La Iglesia celebra hoy (25.I.2012) la conversión de San Pablo... Sin duda nos unimos a toda la Iglesia y celebramos a este gran apóstol del cristianismo, a este gran hombre. Pero sobre todo celebramos la gran experiencia de su vida: su conversión.
Desde qué y hacia quién se convirtió Pablo?
La gran experiencia de Pablo nos plantea una primera pregunta para nosotros, cristianos de hoy: desde qué y hacia quién se convirtió Pablo?
Desde qué. Pablo se convierte desde la Ley, la Torá judía, que había sido pensada como un camino pedagógico de encuentro con Dios, había sido pensada como un medio y no como un fin en sí misma. Con el tiempo, para muchos israelitas, La Ley se había convertido en un fin en sí misma, se había convertido en un "ídolo" cuya praxis ya no conducía el encuentro con el Dios vivo sino con el propio orgullo.
No debemos olvidar que Pablo era fariseo, tal como él mismo lo señala en sus escritos (cf. Gal 1,14 y Flp 3, 4-6), y como tal, un celoso cumplidor de la Ley. Sin embargo el problema no es que Pablo haya sido fariseo. Los fariseos eran una corriente dentro del judaísmo del siglo I que propugnaba la celosa observancia de la Ley mosaica, lo cual en sí no tenía nada de malo. El problema se hallaba en creer que por el solo cumplimiento de ritos exteriores, Dios debía otorgar su amor y su salvación al fiel. Entonces el amor de Dios ya no es gratuito, sino más bien debido al hombre que cumple los preceptos de la Ley. El hombre termina pretendiendo salvarse a sí mismo por medio de sus méritos y su autosuficiencia.
Hacia quién. Pablo se convierte entonces desde el mérito, desde la autosuficiencia y desde la Ley -que es un algo-, hacia un alguien: hacia Cristo Jesús. Pablo, en el camino a Damasco, y sobre todo en el proceso vital que vive luego de esa experiencia (cf. Gal 1,15-24), se convierte a Jesús, a su gracia, a su amor. En el fondo Pablo comprende que no es un algo lo que nos puede salvar, no son nuestros propios méritos, sino una persona: Cristo Jesús.
Qué significa la conversión? Qué significa convertirse?
Entonces, qué significa la conversión? Qué significa convertirse? Responder a esta pregunta es esencial para nuestra vida, para nuestro camino cristiano. Creo que el Papa Benedicto XVI, en su carta encíclica Deus caritas est, nos hace un aporte para responder a esta pregunta. Dice el Papa: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
Convertirse no es en primer lugar algo ético o moral. Convertirse no es en primer lugar una acción intelectual. Sin duda que la conversión involucra las dimensiones ética, moral e intelectual de la persona. Pero no se limita a esas dimensiones. Como bien lo señalan las palabras de Benedicto XVI, la conversión acontece cuando nos encontramos con Cristo, y sobre todo, cuando nos dejamos encontrar por Él. Tal como le sucedió a Pablo camino a Damasco.
Cuando nos encontramos con Jesús, dejamos de lado nuestros méritos, nuestro cumplir y simplemente nos abrimos a su amistad. En el fondo, la conversión consiste en hacerse niños frente a Dios.
Cómo vivimos la conversión?
Si la conversión se trata de un encuentro, un encontrar y un dejarse encontrar; entonces la conversión es un proceso de vida. Y como todo proceso de vida debemos vivirlo una y otra vez, y aprender a hacerlo una y otra vez. En particular cuando se trata de nuestros límites y pecados. Si los vivimos de la manera correcta, éstos nos pueden ayudar en nuestro proceso de conversión.
El P. José Kentenich nos enseña qué es lo que NO debemos hacer frente a nuestras debilidades y pecados, y qué es lo que SI debemos hacer frente a nuestras debilidades y pecados.
En primer lugar frente al pecado no debemos asombrarnos, no debemos confundirnos, no debemos desanimarnos y no debemos acostumbrarnos. A veces ante nuestros propios pecados no solo nos asombramos sino que nos asustamos. Y este susto muchas veces deriva en la confusión -"tal vez este camino no es para mí"- en el desánimo y la tristeza. La tristeza a su vez nos paraliza y hace que las mejores fuerzas de nuestra personalidad se desvanezcan.
Entonces, qué es lo qué si debemos hacer frente a nuestros pecados y debilidades? Debemos llegar a ser un milagro de humildad, de confianza, de paciencia y sobre todo de amor. Humildad para reconocer aquello en lo que nos hemos equivocado, aquello en lo cual hemos lastimado a nuestros hermanos y a nosotros mismos... Confianza para volver a acercarnos a Dios con nuestras debilidades en las manos, y para ponerlas en sus manos. Y paciencia y esperanza para saber esperar de Él la salvación. Finalmente el amor es clave, porque se trata del amor que nos saca de nosotros mismos, de ese camino que nos lleva del yo hacia el encuentro con el tu de nuestros hermanos y sus vidas.
En último término queridos amigos, la conversión consiste en convertirnos de nuestro autosuficiencia a la infancia espiritual, al ser niños ante Dios. Pidámosle a María el poder hacer este camino de conversión, este camino de filialidad, este camino de encuentro con Cristo en nuestras propias vidas. Amén.
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