El Reinado de Dios
Hoy
el Evangelio (Mc 4,26-34) nos propone
dos parábolas sobre el Reino de Dios: 1. La semilla que germina y crece por sí
misma; y, 2. La pequeña semilla de mostaza que llega ser un árbol frondoso.
Pero
antes de intentar comprender lo que Jesús quiere decirnos con estas parábolas,
debemos preguntarnos: ¿qué significa Reino de Dios?
Reino de Dios
“«Cuando arrestaron
a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la Buena
Noticia”». Con estas palabras describe el evangelista Marcos el comienzo de
la vida pública de Jesús y, al mismo tiempo, recoge el contenido fundamental de
su mensaje (1,4s).”[1]
Y el contenido central de su mensaje es que el Reino de Dios está cerca, está
próximo.[2]
¿Es acaso un reino como los reinos y países del mundo,
con territorio y límites visibles y definidos? Sabemos que el mismo Jesús ha
dicho: «Mi Reino no es de este mundo»
(Jn 18,36). Entonces, ¿es un reino
futuro? ¿Se trata del Reino al que accederemos luego de la muerte en la
eternidad?
Las parábolas que acabamos de escuchar no acentúan esa
dimensión escatológica del Reino. Pues el Reino de Dios es como una semilla
sembrada en tierra, en la tierra de nuestro mundo, de nuestra realidad, de
nuestra vida cotidiana, y allí quiere germinar, crecer y madurar.
Reinado de Dios
Los exégetas, que son aquellos que se dedican a estudiar
con cuidado y atención las Sagradas Escrituras, nos dicen que cuando en el
Evangelio se habla de Reino de Dios se trata del «Reinado de Dios»; es decir, “de
la soberanía de Dios sobre el mundo.”[3]
“Hablando del Reino de Dios, Jesús anuncia simplemente a Dios, es decir, al
Dios vivo, que es capaz de actuar en el mundo y en la historia de un modo
concreto.”[4]
Se trata de la presencia y acción de Dios en el mundo, en la historia y en
nuestra vida.
Descubrir la acción de
Dios
Así entendido el «Reinado
de Dios» -su presencia y acción-, estamos en condiciones de comprender mejor –y
así asumir personalmente- el mensaje de Jesús.
Las parábolas que Él nos relata hoy apuntan a que
descubramos la presencia y la acción de Dios en nuestras vidas. A que
descubramos dónde quiere manifestar Dios Padre su soberanía en nuestras vidas,
para que asumiendo su voluntad nos dejemos conducir por Él, y colaboremos con
Él.
En primer lugar, su reinado es como esa semilla que día y
noche va germinando y creciendo en el vientre de la tierra, en lo escondido de
la tierra. Para nosotros, esto es un gran consuelo. Porque significa que en
todas las circunstancias de la vida el Señor actúa, incluso allí donde no lo
notamos o pensamos que está ausente. Él actúa, su fuerza y su gracia están
presentes. Su fuerza y su gracia sostienen nuestra vida. Y notamos su presencia
“cuando el fruto está a punto”,
cuando “ha llegado el tiempo de la
cosecha”.
Cuántas veces hemos experimentado en nuestra vida que
cuando vemos maduro un fruto –el fruto de nuestro esfuerzo, el fruto de nuestro
sacrificio, el fruto de una decisión tomada con fe y libertad-, entonces comprendemos
que todo el proceso ha sido querido y guiado por Dios. Entonces adquieren
sentido nuestras tristezas y alegrías, nuestras luchas y logros. El Reinado de
Dios se ha manifestado. Pero eso requiere paciencia, perseverancia y esperanza.
No podemos apurar los frutos.
En segundo lugar el Reinado de Dios en nuestras vidas
siempre tiene pequeños e inesperados inicios. ¡Cuántas veces lo pequeño ha sido
el inicio de lo más grande!
Cuántas veces una palabra de amor, una petición de perdón,
una mirada comprensiva o un gesto de cercanía cambian una vida. A veces un
saludo atento o una palabra alentadora pueden ser el inicio del Reino de Dios
en la vida de una persona. Así, ese sencillo gesto de amor puede convertir a
esa persona en un árbol capaz de cobijar a otros.
Sí, el Reino de Dios está cerca de nosotros. Porque Dios
Padre no se cansa de actuar en favor nuestro y en cada pequeño gesto está la
oportunidad de participar de su reinado, de asumir su plan para nuestras vidas.
El Reino de Dios está cerca de nosotros porque Jesús es
el “reinado de Dios en persona”, en Él está presente y actuante Dios mismo. Y
en la medida en que entramos en comunión con Jesús, descubrimos la presencia y
la acción de Dios en nuestras vidas.
Que María, la que supo decir «sí» al reinado de Dios en
su vida, nos eduque con paciencia y ternura para que podamos dar nuestro «sí»
al reinado de Dios. Amén.