La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 14 de junio de 2015

El Reinado de Dios

El Reinado de Dios

Hoy el Evangelio (Mc 4,26-34) nos propone dos parábolas sobre el Reino de Dios: 1. La semilla que germina y crece por sí misma; y, 2. La pequeña semilla de mostaza que llega ser un árbol frondoso.

Pero antes de intentar comprender lo que Jesús quiere decirnos con estas parábolas, debemos preguntarnos: ¿qué significa Reino de Dios?

Reino de Dios

            “«Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia”». Con estas palabras describe el evangelista Marcos el comienzo de la vida pública de Jesús y, al mismo tiempo, recoge el contenido fundamental de su mensaje (1,4s).”[1] Y el contenido central de su mensaje es que el Reino de Dios está cerca, está próximo.[2]

           
          Pero, ¿en qué consiste este Reino de Dios que está cerca? ¿En qué consiste este Reino de Dios que es semejante a una pequeña semilla que llega a ser un árbol frondoso, bello y cobijante?


            ¿Es acaso un reino como los reinos y países del mundo, con territorio y límites visibles y definidos? Sabemos que el mismo Jesús ha dicho: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36). Entonces, ¿es un reino futuro? ¿Se trata del Reino al que accederemos luego de la muerte en la eternidad?

            Las parábolas que acabamos de escuchar no acentúan esa dimensión escatológica del Reino. Pues el Reino de Dios es como una semilla sembrada en tierra, en la tierra de nuestro mundo, de nuestra realidad, de nuestra vida cotidiana, y allí quiere germinar, crecer y madurar.

Reinado de Dios

            Los exégetas, que son aquellos que se dedican a estudiar con cuidado y atención las Sagradas Escrituras, nos dicen que cuando en el Evangelio se habla de Reino de Dios se trata del «Reinado de Dios»; es decir, “de la soberanía de Dios sobre el mundo.”[3] “Hablando del Reino de Dios, Jesús anuncia simplemente a Dios, es decir, al Dios vivo, que es capaz de actuar en el mundo y en la historia de un modo concreto.”[4] Se trata de la presencia y acción de Dios en el mundo, en la historia y en nuestra vida.

Descubrir la acción de Dios

            Así entendido el  «Reinado de Dios» -su presencia y acción-, estamos en condiciones de comprender mejor –y así asumir personalmente- el mensaje de Jesús.

            Las parábolas que Él nos relata hoy apuntan a que descubramos la presencia y la acción de Dios en nuestras vidas. A que descubramos dónde quiere manifestar Dios Padre su soberanía en nuestras vidas, para que asumiendo su voluntad nos dejemos conducir por Él, y colaboremos con Él.

            En primer lugar, su reinado es como esa semilla que día y noche va germinando y creciendo en el vientre de la tierra, en lo escondido de la tierra. Para nosotros, esto es un gran consuelo. Porque significa que en todas las circunstancias de la vida el Señor actúa, incluso allí donde no lo notamos o pensamos que está ausente. Él actúa, su fuerza y su gracia están presentes. Su fuerza y su gracia sostienen nuestra vida. Y notamos su presencia “cuando el fruto está a punto”, cuando “ha llegado el tiempo de la cosecha”.

            Cuántas veces hemos experimentado en nuestra vida que cuando vemos maduro un fruto –el fruto de nuestro esfuerzo, el fruto de nuestro sacrificio, el fruto de una decisión tomada con fe y libertad-, entonces comprendemos que todo el proceso ha sido querido y guiado por Dios. Entonces adquieren sentido nuestras tristezas y alegrías, nuestras luchas y logros. El Reinado de Dios se ha manifestado. Pero eso requiere paciencia, perseverancia y esperanza. No podemos apurar los frutos.

            En segundo lugar el Reinado de Dios en nuestras vidas siempre tiene pequeños e inesperados inicios. ¡Cuántas veces lo pequeño ha sido el inicio de lo más grande!

            Cuántas veces una palabra de amor, una petición de perdón, una mirada comprensiva o un gesto de cercanía cambian una vida. A veces un saludo atento o una palabra alentadora pueden ser el inicio del Reino de Dios en la vida de una persona. Así, ese sencillo gesto de amor puede convertir a esa persona en un árbol capaz de cobijar a otros.


            Sí, el Reino de Dios está cerca de nosotros. Porque Dios Padre no se cansa de actuar en favor nuestro y en cada pequeño gesto está la oportunidad de participar de su reinado, de asumir su plan para nuestras vidas.

            El Reino de Dios está cerca de nosotros porque Jesús es el “reinado de Dios en persona”, en Él está presente y actuante Dios mismo. Y en la medida en que entramos en comunión con Jesús, descubrimos la presencia y la acción de Dios en nuestras vidas.

            Que María, la que supo decir «sí» al reinado de Dios en su vida, nos eduque con paciencia y ternura para que podamos dar nuestro «sí» al reinado de Dios. Amén.    



[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración (Planeta, Santiago de Chile 2007), 73.
[2] Cf. J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret…,74.
[3] Ídem, 83
[4] Ibídem

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