La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 6 de junio de 2021

Admirable Sacramento - Corpus Christi 2021

 

El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – Ciclo B – 2021

Admirable Sacramento

Mc 14, 12 – 16. 22 – 26

Queridos hermanos y hermanas:

            Celebramos hoy la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, una celebración que pone en el centro de nuestra vida, de nuestra experiencia  y de nuestra reflexión de fe el “sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía [que] es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre.”[1]

            Lo hacemos en el contexto eclesial del Año de la Eucaristía en el Paraguay, y en el contexto exigente de la situación sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19.

            Por ello, con más fuerza queremos centrar nuestra mirada y nuestro corazón en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, porque “en el Sacramento Eucarístico Jesús sigue amándonos «hasta el extremo», hasta el don de su cuerpo y de su sangre.”[2]

Y si así somos amados, «hasta el extremo» (Jn 13, 1) y de forma incondicional, entonces somos redimidos, pues “si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es «redimido», suceda lo que suceda en su caso particular.”[3]

Admirable sacramento

            La oración colecta de la Misa del día de hoy nos dice que la Eucaristía es un “admirable sacramento”[4], ya que el mismo es memorial de la Pasión salvadora de Jesús y actualización de la misma para nosotros.

            Esta Pasión salvadora se trata de un verdadero sacrificio de comunión (cf. Ex 24, 5). Jesús está dispuesto a darse por nosotros para entrar en comunión con nosotros. Se da a sí mismo para que consumiéndolo nos alimentemos de Él, y  así seamos transformados por el don que recibimos.

            En esto consiste la comunión eucarística: reconocer el sacrificio de amor que Jesús ha hecho por nosotros; venerarlo, admirarlo; y, recibiéndolo, dejarnos transformar por Él, para que nuestra propia vida se transforme en comunión con Dios y con los demás.

            Verdaderamente se trata de una Alianza, una Alianza de Amor; Alianza nueva y eterna. Nada puede romperla de parte del Señor, de nuestra parte, estamos llamados a renovarla cada día, con la actitud que expresa el salmista al decir: «Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo» (Salmo 115, 14).

«Obteniéndonos una redención eterna»

            Por su sacrificio de comunión, por su sacrificio de amor, Jesús nos redime, es decir, nos libera “del pecado, de la tristeza, del vació interior, del aislamiento”[5] y de la muerte eterna.

            Digámoslo con toda claridad: “el hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de «redención» que da un nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta también de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: «Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es «redimido», suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha «redimido». Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana «causa primera» del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: «Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Ga 2,20).”[6]

            Esta redención, esta liberación, Jesucristo la realizó en su entrega en la cruz y en su resurrección. Y en cada Eucaristía se hace presente para nosotros esa gracia, ese amor, esa redención. Por ello, se trata de un admirable sacramento, por ello, se trata de un sacramento de la caridad.

            Recibir esta redención consiste en dejarnos redimir por el Señor; dejar que su amor hasta el extremo nos libere de nuestros pecados y egoísmos, que Él sane nuestras heridas  y carencias; y así nos dé un nuevo horizonte de sentido. Con ello incluso la enfermedad y la muerte son transformadas; porque al unirlas a la Eucaristía de Jesús, a la entrega de Jesús, la enfermedad y la muerte pueden encontrar un sentido de entrega por amor. Enfermedad y muerte adquieren sentido al unirlas a la cruz del Señor, y así adquieren un valor redentor en Cristo Resucitado.    

«Jesús tomó el pan»

            En cada Misa Jesús realiza la obra de redención, en cada Misa Jesús realiza lo que nos relata el Evangelio según san Marcos: «Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos» (Mc 14, 22).

            En cada Misa se actualiza, se hace presente para nosotros, su entrega de amor: «Tomen, esto es mi cuerpo»; «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos» (Mc 14, 22. 24). Y cada Misa, verdaderamente Él bebe con nosotros el «vino nuevo en el Reino de Dios» (Mc 14, 25).

            Y así,  alimentados con su Cuerpo y su Sangre, sabemos que no estamos solos, ni en la alegría, ni en la tristeza; ni en la salud, ni en la enfermedad; ni en la vida, ni en la muerte. No estamos solos; Él está “enteramente con su ser en el santuario del corazón, así como reina en el Cielo y habita glorioso junto al Padre”.[7]

            Con ello tomamos conciencia de que “la verdadera alegría está en reconocer que el Señor se queda entre nosotros, compañero fiel de nuestro camino.”[8].

           

Corpus Christi -2021
Iglesia Santa María de la Trinidad
Y esa alegría es certeza de fe que nos sostiene, nos anima y nos permite seguir caminando en el día a día. Caminar como redimidos, con la certeza de que somos amados, y con la misión de comunicar ese amor a todos los hombres y mujeres de este tiempo. A todos el Señor nos dice: «Tomen, esto es mi cuerpo»; «esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos».

            Con María, Mujer eucarística, volvemos suplicarle hoy al Señor Jesús: “concédenos venerar de tal  manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que podamos experimentar siempre en nosotros los frutos de tu redención.” Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.P.

Rector del Santuario Tupãrenda- Schoenstatt



[1] BENEDICTO XVI, Sacramentum Caritatis, 1.

[2] Ibídem

[3] BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.

[4] MISAL ROMANO, El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Solemnidad, Oración colecta.

[5] FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 1.

[6] BENEDICTO XVI, Spe Salvi, 26.

[7] J. KENTENICH, Hacia el Padre, 143.

[8] BENEDICTO XVI, Sacramentum Caritatis, 97.

3 comentarios:

  1. El ser humano NECESITA un amor "incondicionado" y ese amor sooloo Dios en Jesús lo puede dar!! Que hermosisima reflexión padre Oscar ; Lo atesoramos

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  2. Durante la misa pusiste énfasis Padre en que el recibir a Jesús como alimento hace que nuestro ser se impregne de Él... me llevó a pensar en el impacto de las vitaminas, de un veneno o de las ansiadas vacunas... Cristo Eucaristía se hace carne en nosotros en una dosis poderosa, salvífica y eterna... qué grande es la gracia de poder recibirlo siempre.

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  3. Gracias Pater!
    Amor hasta las entrañas.. Eso Jesús me enseña.

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