La Natividad del Señor –
Ciclo B - 2023
Misa de la Noche
Lc
2, 1 – 14
«Salió de Nazaret»
Queridos hermanos y
hermanas:
Una vez más nos reunimos para celebrar juntos la Natividad del Señor en esta “santísima
noche”[1],
en esta Noche Buena. Una vez más nos
hemos acercado al pesebre, para poder representar y contemplar el nacimiento
del Salvador en Belén de Judea. Una vez más hemos escuchado los textos de la Sagrada Escritura que nos transmiten el
misterio del nacimiento de Jesús.
Sin duda la celebración de la Navidad y todo lo que ella implica tiene una atemporal y constante atracción
para todos nosotros; de tal modo, que siempre de nuevo nos encaminamos hacia
Belén con la fe, con los afectos y con el corazón.
«Salió de Nazaret»
José y María también se han encaminado hacia Belén, lo
hemos escuchado en el texto evangélico proclamado hoy (Lc 2, 1 – 14).
“«En aquellos
días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo
entero» (2, 1). Lucas introduce con estas palabras su
relato sobre el nacimiento de Jesús, y explica por qué ha tenido lugar en
Belén. Un censo cuyo objeto era determinar y recaudar los impuestos es la razón
por la cual José, con María, su esposa encinta, van de Nazaret a Belén. (…) Y
así, aparentemente por casualidad, el Niño Jesús nacerá en el lugar de la
promesa.”[2]
Sin
duda que la travesía que realizaron José y María desde Nazaret hasta Belén ha
sido más exigente que nuestra propia peregrinación interior; sobre todo por la
condición en la que se encontraba María y por todo el movimiento de personas
que habrá supuesto el censo ordenado por la autoridad imperial. Moverse es
siempre exigente, y más aún en medio de una multitud de personas.
Sin
embargo, toda peregrinación es movimiento, es salir de la propia casa, de la
propia realidad conocida, de la propia zona de confort para ponerse en camino
hacia un nuevo lugar. José y María han salido de Nazaret, aparentemente por una
causa humana, sin embargo, al mirar la historia con ojos de fe, vemos que detrás
de esa causa segunda, se encuentra la llamada “causa primera”, el Dios vivo y
providente, que guía la gran historia universal y la pequeña gran historia de
cada uno de sus hijos.
José
y María han salido de Nazaret, ¿de qué lugares, espacios o situaciones Dios me
ha invitado a salir en el último tiempo? ¿Qué situaciones han hecho que tenga
que ponerme en movimiento dejando atrás lo conocido? ¿He mirado estas
situaciones a la luz de la fe práctica en la Divina Providencia para descubrir
así la conducción de Dios en mi vida?
«Mientras se encontraban
en Belén»
José y María se dirigían a Belén para poder inscribirse
en el censo. Y “mientras se encontraban
en Belén, [a María] le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su
Hijo primogénito.”
San José y el Niño.
Pesebre, Iglesia
Santa María de la Trinidad
Es cierto que Belén era el lugar de la promesa, el lugar
donde debía nacer el Salvador; sin embargo, el hecho del nacimiento de Jesús en
estas circunstancias no deja de ser inesperado. Tal es así, que no había lugar
preparado para el nacimiento del Salvador; María debe acostar en un pesebre a
su pequeño Hijo envuelto en pañales.
Salir de lo conocido nos expone siempre a lo inesperado,
a lo sorpresivo. Pero precisamente allí, en lo inesperado, en lo no planeado,
en lo sorpresivo, irrumpe Dios, irrumpe el mensaje de Dios, irrumpe la
salvación de Dios.
Cada vez que nos dejamos sorprender por Dios más allá de
nuestros propios planes, cálculos, previsiones y deseos, permitimos que su luz
irrumpa en nuestra vida y así la alumbre con un nuevo esplendor: «el pueblo que caminaba en las tinieblas ha
visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha
brillado una luz» (Is 9, 1).
«Les ha nacido un
Salvador»
Tal ha sido la irrupción de lo divino en lo inesperado de
Belén, que los pastores -que se encontraban en la región cercana- recibieron el
gozoso y luminoso anuncio del nacimiento de Jesús: «Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el
Señor».
Cuando permitimos que Dios sea Dios en nuestras vidas;
cuando confiamos en su conducción providente –aún por medio de limitados
instrumentos humanos-, dejamos que su cálida luz alumbre nuestras vidas y
corazones y así resplandezca en nuestra vida cotidiana. Y ese resplandor no
puede sino difundirse, compartirse con los demás y así convertirse en alegre
anuncio y testimonio de la acción de Dios: «¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!».
En esta Noche Buena,
en que todos peregrinamos hacia Belén, dejemos atrás y soltemos todo aquello
que no nos permite caminar con libertad y generosidad; permitamos que Dios nos
saque de nuestros lugares conocidos y seguros, de modo que, dejándonos guiar
por Él, permitamos que nuevamente hoy se realice el milagro de Belén: la
irrupción de Dios en lo inesperado y pequeño, la irrupción de Dios en un Niño
que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,
5).
A María, Mater
peregrinans – Madre que peregrina, le pedimos que motive y acompañe siempre
nuestro peregrinar, nuestro caminar, nuestro salir de nosotros mismos hacia la
meta que nos indique la Providencia de Dios, de modo que también nosotros
veamos la cálida y tierna luz que hoy resplandece en Belén: Jesús Niño, Mesías
y Señor.
Amén.
P. Oscar Iván
Saldívar, P.Sch.
Rector
del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt
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