La
Iglesia en la sociedad y ante la sociedad
Si bien ya han pasado casi
tres meses desde el juicio político que destituyera a Fernando Lugo como
presidente de la República del Paraguay, recién ahora tengo tiempo de volver a
escribir algunas reflexiones más a partir de la situación política del Paraguay[1].
Sin embargo no es tanto la
situación política misma la que me interesa reflexionar, sino, más bien el rol de la Iglesia Católica en la sociedad
y sus conflictos políticos. El tema
en sí es bastante complejo y amerita ser tratado con mayor seriedad y tal vez
en un escrito de mayor envergadura. Sin embargo creo que es posible hacer un
análisis serio de la situación política paraguaya y observar cómo la Iglesia ha
respondido a esto, y, sobre todo, preguntarnos qué nos dice de la Iglesia esta situación.
La Iglesia cumple su
misión evangelizadora inserta en el “mundo”, y este “mundo” no es otro que las
sociedades y países en los que ella se encuentra peregrinando.
La situación política
generada en el Paraguay y la reacción de la sociedad ante la misma, me parece
que es una gran oportunidad para reflexionar profundamente en torno a la situación
del país y en torno al rol de la Iglesia en la sociedad actual.
El actuar de la Iglesia
El actuar de la Iglesia se
ha manifestado de muchas maneras en esta situación política que afecta a la
sociedad paraguaya. Tal vez lo que más resonancia mediática tuvo fue la
petición de renuncia a Fernando Lugo formulada por los integrantes de la
comisión permanente de la Conferencia
Episcopal Paraguaya, y la visita que el nuncio
apostólico hizo a Federico Franco una vez instalado como presidente de la
República[2].
Me parece importante
distinguir las dimensiones implicadas en este actuar de la Iglesia. En varias
declaraciones, los obispos paraguayos han insistido en que su actuar respondía
a su oficio de pastores de la Iglesia,
y que en esta acción en concreto, les guiaba su interés por evitar la violencia
y “para poner paños fríos a la candente situación de
crisis política que vive el país”[3]. Por
otro lado hay que señalar que el nuncio apostólico actúa en su carácter de representante diplomático de la Santa Sede.
Por lo tanto hay que
distinguir lo político –es decir, lo relacionado a la polis, a la sociedad y su gobierno- de lo pastoral. No se trata de
separar estas actuaciones en concreto, pero sí de distinguir sus dimensiones respectivas.
Lo importante es siempre la dimensión pastoral. La dimensión política del
actuar eclesiástico está al servicio de su actuar pastoral, está al servicio de
la comunicación del designio salvífico de Dios para con todos los hombres,
comunicación que se realiza en un tiempo y espacio determinados, en una
sociedad concreta con sus desafíos concretos.
Esta distinción debiera ya
mostrarnos la complejidad del actuar de la Iglesia en la sociedad, y por lo
mismo, debería ayudarnos a matizar y sopesar nuestros juicios al respecto. Si
la Iglesia ha de comunicar el Evangelio a todos los hombres, en todo pueblo y
nación, ha de hacerlo tanto en su labor pastoral como en su labor
político-social. Por lo mismo la Iglesia nunca puede quedar indiferente ante
los problemas de la sociedad.
¿Cuál es el rol de la
Iglesia?
Cabe entonces la pregunta
de ¿cuál es el rol de la Iglesia en la
sociedad y ante la sociedad?
Para responder a esta
pregunta, debemos todavía considerar un aspecto fundamental: la relación Iglesia-sociedad. Ésta es
una relación multifacética, porque, tanto la Iglesia como la sociedad son
realidades multifacéticas; es más la Iglesia misma se encuentra en la sociedad, pero su actuar muchas
veces la manifiesta ante la sociedad.
Una manera de considerar
esta relación multifacética entre Iglesia y sociedad es hacerla a partir del
rol de los obispos y sacerdotes, de los fieles laicos y de los religiosos en
ambas realidades. Todos ellos son miembros de la Iglesia, pero cada uno con una
particularidad vocacional y sacramental, y por ello existencial. Al mismo
tiempo, todos ellos son también ciudadanos y por ello actores en la sociedad
civil, están en la sociedad y ante la sociedad.
Dicho esto, me parece
importante recordar las palabras del Papa Benedicto XVI con respecto a la ayuda
que puede ofrecer la Iglesia a la sociedad: «La Iglesia no tiene soluciones
técnicas que ofrecer y no pretende “de ninguna manera mezclarse en la política
de los Estados” (Pablo VI, Populorum
progressio 13). No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo
tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su
dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y
escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está
interesada en tomar en consideración los valores –a veces ni siquiera el
significado- con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige
la fidelidad a la verdad, que es la
única garantía de libertad (cf.
Jn 8, 32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral.»[4]
Entonces, la Iglesia al
actuar en la sociedad y ante la sociedad no trata de ofrecer “soluciones
técnicas”, sino de ofrecer una acción pastoral a favor de la dignidad humana y
de una sociedad verdaderamente humana; se trata muchas veces, de llamar al
diálogo y a la reflexión por más que no se posean las soluciones concretas, por
más que en este esfuerzo puedan cometerse errores.
Pienso que ésta ha sido la
intención de los obispos del Paraguay al actuar en medio de la crisis política.
La tarea es compleja. Los obispos, quienes al interior de la Iglesia tienen la
tarea de conservar “constantemente íntegro y vivo” el Evangelio de Jesucristo y
han sucedido a los apóstoles en el magisterio[5],
tienen un oficio pastoral, que es más claro y articulado al interior de la
Iglesia; sin embargo, este oficio pastoral alcanza también a la sociedad en su
conjunto, pues “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo” y “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.”[6]
Cuando esta tarea pastoral
alcanza a la sociedad en su conjunto, la misma se hace más exigente y difícil de
articular, pues las situaciones sociales no son siempre claras y el juicio
sobre las mismas requiere de información completa y precisa, de discernimiento
y de decisiones en favor del bien común.
Me parece que en su actuar
en la sociedad y ante la sociedad, los obispos del Paraguay han tratado de “meditar e interpretar” las “circunstancias,
los signos de los tiempos en nuestro país y en nuestra Iglesia en el Paraguay”[7]
y en la percepción de algunos han acertado en su actuar y en la de otros han
errado. Los mismos obispos señalan que “podemos discrepar con opiniones y
acciones que no conciernen directamente a la doctrina y moral cristiana, pero
evitando que éstas puedan generar divisiones y discordias en la comunidad”[8].
Y de hecho podemos hacerlo porque la situación política en toda sociedad es una
situación contingente, es decir, es una situación en proceso, una situación
dinámica que se genera a partir de la situación dada en una sociedad en
particular. A lo que los cristianos no podemos renunciar es observar esta
contingencia desde los valores del Evangelio y a proponer principios de
actuación conformes al mismo.
Esto supone grandes desafíos para toda la Iglesia, y no sólo
para los obispos. Se trata de adquirir una capacidad para discernir la
actuación de la Iglesia y sus dimensiones, y las situaciones políticas
concretas que se presentan en una sociedad dada. A esta capacidad de
discernimiento hay que unir sobre todo una capacidad de diálogo maduro, tanto
al interior de la Iglesia, como en la sociedad. Sin un sincero diálogo no
podremos encontrarnos en la sociedad y ciertamente no podremos aportar como
Iglesia al crecimiento de la misma.
Madurez cristiana
Sin embargo, y desde una mirada de fe, me parece que los cristianos
católicos estamos llamados particularmente a unir al discernimiento y a la
capacidad de diálogo, una madurez cristiana, una madurez en nuestra fe.
Ciertamente el tiempo de hoy nos exige esta madurez y la
situación del Paraguay es un llamado a ello. Un compromiso social serio y
verdadero, supone un verdadero y profundo encuentro con Jesucristo. Sólo desde
ese encuentro con Jesucristo -que por ser encuentro personal es siempre eclesial-
es posible dar respuestas a los desafíos de nuestra sociedad. Un compromiso
social sin fe a la larga puede volverse activismo ideológico que carece del
sustrato más profundo de dicho compromiso: el
amor al prójimo en Jesucristo. Ésta es la raíz del trabajo por el bien
común, por el bien de la sociedad. «Se ama al prójimo tanto más eficazmente,
cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales.
Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus
posibilidades de incidir en la pólis.»[9]
No podemos olvidar que «la “ciudad del hombre” no se promueve
sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones
de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el
amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y
salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo.»[10]
[1] Una
primera reflexión la compartí ya en una entrada anterior en este mismo blog.
Disponible en: http://www.vidaescamino.blogspot.com/2012/07/proposito-de-la-situacion-en-paraguay.html
[2] [en línea]. [fecha de consulta: 14 de septiembre de 2012].
Disponible en: http://www.ultimahora.com/notas/539395-Nuncio-apostolico-brinda-respaldo-al-nuevo-Gobierno-y-aboga-por-la-paz
[3] [en línea]. [fecha de consulta: 14 de septiembre de 2012].
Disponible en: http://www.ultimahora.com/notas/538637-Iglesia-Catolica-recomienda-a-Lugo-renunciar-para-evitar-violencia
[4] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate 9.
[5] CONCILIO
VATICANO II, Constitución dogmática Dei
Verbum sobre la Divina revelación, 7.
[6] CONCILIO
VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium
et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 1.
[7][en línea]. [fecha de consulta: 14 de septiembre de 2012].
Disponible en: http://www.episcopal.org.py/contenido/856/carta-de-los-obispos-del-paraguay.html
[8][en línea]. [fecha de consulta: 14 de septiembre de 2012].
Disponible en: http://www.episcopal.org.py/contenido/856/carta-de-los-obispos-del-paraguay.html
[9] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate 7.
[10] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate 6.
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