La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 31 de marzo de 2013

Misericordia y resurrección - Meditación pascual 2013


Sión de la Trinidad, Santiago de Chile, 31 de marzo de 2013

Queridos amigos y amigas,
hermanos todos en Cristo:

Como cada año, desde el 2007[1], quisiera compartir con ustedes unas breves reflexiones sobre la vida eclesial de este tiempo y el eco de la misma en mi corazón. Ofrezco estas reflexiones como saludo pascual, como saludo de alegría y esperanza.

Renuncia de Benedicto XVI

Sin duda esta Cuaresma 2013 estuvo marcada por el sorpresivo e impactante gesto de Benedicto XVI de renunciar “al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro” –tal como él lo expresó el 11 de febrero de 2013 ante los padres cardenales presentes en Roma-.[2] 

Luego de este inesperado anuncio, pudimos todavía ver a Benedicto XVI introducir a la Iglesia en el tiempo de Cuaresma –tiempo de conversión- por medio de la celebración del Miércoles de Ceniza en la Basílica de San Pedro. Esta significativa y emotiva celebración eucarística se convirtió en la última misa pública de Benedicto XVI como Papa en ejercicio del ministerio petrino.

Luego del “shock” inicial, del desconcierto, de las primeras reacciones y reconocimientos agradecidos por su decisión “por el bien de la Iglesia”[3], y de la avalancha de noticias, me parece que es tiempo de una serena contemplación y reflexión.

Hay aquí sin duda una voz de Dios para la Iglesia y para toda la humanidad, un paso de Dios por nuestra vida que es necesario acoger en la fe y en la oración. Al impacto exterior de la noticia debe seguir la brisa suave del Espíritu en el corazón (cf. 1 Reyes 19, 9-18).

Conversión de la Iglesia y en la Iglesia

Tal vez el primer significado de esta decisión –tomada en conciencia y ante Dios-[4] es que Jesús mismo es el que guía a su Iglesia. Benedicto XVI nos ha recordado que el Sumo Pastor de la Iglesia es Jesucristo. La barca es del Señor. El Papa es solamente su vicario, es decir, es aquel que busca hacer presente a Cristo -no a sí mismo-, el que busca hacerlo presente en su Iglesia por medio del oficio pastoral de santificar, enseñar y gobernar.

Y todavía Benedicto XVI nos ha recordado a muchos católicos que el Papa –al igual que los demás obispos, al igual que los sacerdotes y los diáconos- es un ministro de la Iglesia y para la Iglesia. El papado es sobre todo un ministerio, un servicio a la Iglesia y a la humanidad. Un servicio de amor, un servicio para el bien de la Iglesia y no para el bien o el prestigio de quien lo ejerce. Lo ha recordado con palabras sencillas y claras el Papa Francisco en el inicio solemne de su pontificado: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz.”[5]

Así podríamos decir que esta Cuaresma ha sido el inicio de la conversión de la concepción del papado que muchos católicos tenemos.

Pero creo que todavía hay algo más en este tiempo de gracia que como Iglesia estamos viviendo. En torno al inicio del cónclave que eligió como Obispo de Roma –y por ello Papa, es decir, pastor con una responsabilidad por la Iglesia universal- a Francisco, muchos cardenales fueron acusados de proteger a sacerdotes abusadores o de velar más por el prestigio de la institución eclesial que por el bien de las personas abusadas. Muchas personas pidieron que varios cardenales se abstuvieran de participar en el cónclave… Unido a esto se percibía también una fuerte crítica a los pastores de la Iglesia, una crítica –si bien necesaria y justa- hecha con enojo e incluso con ira.

¿De dónde nace esta ira de la sociedad ante la Iglesia, en particular hacia sus obispos y sacerdotes? Me parece que nace sobre todo de la frustración ante obispos y sacerdotes que muchas veces se han presentado ante la sociedad como personas “perfectas”, sin debilidades ni límites… Y como tales, en lugar de anunciar el Evangelio, la Buena Noticia de Jesucristo, han anunciado sobre todo exigencias y obligaciones. Muchas veces, como Iglesia, hemos pretendido una perfección que no es real. Y pienso que en parte de ahí nace ese enojo, esa ira. El mundo de hoy nos pide no perfección sino misericordia, y sobre todo, esa misericordia que nace del Evangelio de Jesucristo.

La esperanza de la misericordia, la esperanza de la resurrección

Nuestro Papa Francisco, con su actitud sencilla y sus gestos nos recuerda esta misericordia que nace del Evangelio. Su lema como Obispo de Roma dice: Miserando atque eligendo – Mirándolo con amor y eligiéndolo.[6] Se trata del llamado de Mateo, un publicano –un pecador público, alguien en la “periferia” de la vida religiosa judía-, a quien Jesús mira con amor y elige para seguirlo (cf. Mt 9,9).



Y se trata también de la vocación cristiana de cada uno de nosotros. También nosotros hemos sido mirados con misericordia y hemos sido elegidos. También nosotros experimentamos esa conversión al amor cuando alguien –un amigo, un hermano, nuestros padres o un desconocido- nos mira con amor. Y al percibir esa mirada de amor la esperanza vuelve a renacer en nuestro corazón, es como si escuchásemos una voz en nuestro interior que nos dice: “sí, yo soy amado y puedo amar”, ·”soy amado en mi fragilidad y puedo vivir y amar con mi fragilidad”.

Entonces, cuando experimentamos la misericordia, experimentamos ya ahora algo de la resurrección de Jesucristo. Y cada vez que regalamos misericordia a un hermano, a un hombre o a una mujer que se hace mi prójimo, Jesús vuelve a resucitar en su corazón.

La misericordia, el amor gratuito, prefigura y preanuncia la resurrección universal al final de la historia cuando Cristo lleve a plenitud su obra salvadora.

Si ya hoy nos miramos los unos a los otros con misericordia, entonces con María podremos contemplar a Cristo Resucitado, y podremos experimentar la alegría del amor, y podremos decir con el corazón y con nuestra vida esta oración:

“Llena de júbilo, Madre,
lo ves transfigurado y hermoso,
con el resplandor que tendremos al resucitar en el cielo”[7]

Queridos hermanos y hermanas, a cada uno le deseo una feliz Pascua de Resurrección, y  deseo que todos podamos experimentar la mirada misericordiosa del Resucitado.

Con cariño,

Oscar Iván




[1] La primera meditación pascual que escribí en el año 2007 estuvo inspirada por las palabras de Benedicto XVI en su Mensaje para la Cuaresma 2007: Mirarán al que traspasaron (Jn 19,37). Disponible en: http://vidaescamino.blogspot.com/2011/08/meditacion-pascual-2007.html
[2] BENEDICTO XVI, Mensaje al Consistorio de Cardenales del 11 de febrero de 2013. Disponible en: http://www.news.va/es/news/benedicto-xvi-anuncio-que-por-la-edad-avanza-renun
[3] BENEDICTO XVI, Audiencia General del miércoles 13 de febrero de 2013. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130213_sp.html
[4] Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia General del miércoles 13 de febrero de 2013. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130213_sp.html
[5] FRANCISCO, Homilía en el Solemne inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130319_omelia-inizio-pontificato_sp.html
[6] Explicación del escudo del Papa Francisco. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/elezione/stemma-papa-francesco_sp.html
[7] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre 351.

jueves, 14 de marzo de 2013

¡Tenemos Papa Francisco!


¡Tenemos Papa Francisco!
Queridos amigos y amigas:

El día de ayer (13 de marzo), día de la elección del nuevo Papa ha sido un intenso y emocionante día.

Desde el Colegio Mayor P. José Kentenich –en Santiago de Chile- lo vivimos como un momento de sorpresa, de alegría y de gran esperanza. Para ser sinceros no esperábamos que la fumata de la tarde de ayer fuese blanca, sin embargo, a las 15:05 hora de Chile la famosa chimenea de la Capilla Sixtina nos sorprendía al despedir grandes bocanadas de humo blanco que anunciaban a Roma y al mundo la elección de un nuevo Papa, de un nuevo Obispo de Roma y Vicario de Cristo.

Con emoción sonó también la campana de nuestro Santuario Sión de la Trinidad, había que compartir esta gran alegría –gaudium magnum-. De a poco fuimos reuniéndonos en torno al televisor para conocer a nuestro nuevo Papa y escucharlo.

Un momento de sorpresa

A medida que veíamos cómo la gente se acercaba a la plaza de San Pedro en Roma, crecía también nuestra expectación. “¿A quién habrán elegido?”, “¿será italiano o norte americano?”, “¿de Milán, Boston, Sao Paulo, o de la Curia?”. Como lo eligieron relativamente rápido –en la quinta votación del Cónclave- muchos pensamos que podría ser alguno de los “papables” que tanto habían mencionado los medios de comunicación.

Grande fue nuestra sorpresa, cuando un anciano cardenal proto-diácono hizo el anuncio con la conocida fórmula en latín: “Annuntio vobis gaudium magnum; Habemus Papam: Eminentissimum ac reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclessiae Cardinalem Bergoglio, qui sibi nomen imposuit Franciscum”.[1]


“¡Es Bergoglio!”, “¡es argentino!”, “¡es latino americano!”. Estos fueron algunos de los gritos llenos de sorpresa y de alegría. Sinceramente no lo esperábamos, no lo podíamos creer. Para nuestra gran sorpresa Latino América ofrecía a la Iglesia universal un Sucesor de Pedro.

Un momento de alegría

A la sorpresa sucedió pronto la alegría al ver salir por el balcón de la logia de la basílica de San Pedro al nuevo Papa, a nuestro Papa, vestido sencillamente con la sotana blanca, característica de los Romanos Pontífices.

Fue una gran alegría escuchar su voz y sus primeras palabras: “Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias.”[2] Aquí tenemos a un hombre que sencillamente saluda al pueblo de Roma –y al mundo- presentándose como Obispo de Roma, como pastor de aquellos que lo esperan. Su actitud en esta primera aparición pública impresiona, denota ya la llaneza y la sencillez que ya la elección del nombre papal anuncia.
Un gesto que personalmente agradezco muy sinceramente fue el recuerdo a “nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI, pidió que “oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.”[3] También nosotros, en casa, a través de la televisión -pero sobre todo a través de una profunda comunión- nos unimos a Él y a tantos en San Pedro y el mundo, en ese momento de oración. ¡Qué impresionante! Ésta es la Iglesia viva: la Iglesia se orienta por la oración, por el ponerse en la presencia de su Señor.
Un momento de esperanza
Finalmente un gesto impresionante de nuestro Papa Francisco. Antes de dar la bendición Urbi et Orbi, Él, Obispo de Roma, pide a los fieles que oren por él y se inclina con sencillez para recibir la oración del pueblo de Dios por su pastor: “Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo.”[4]
Cuando rezamos por Él, en mi corazón le pedí a Cristo -quien nos ha regalado este pastor para este tiempo- que le infundiera valentía para su ministerio, que le hiciera sentir su cercanía y sobre todo que todos los cristianos le demos nuestro afecto, colaboración  y obediencia.
Empezamos con él una nueva etapa del camino multisecular de la Iglesia, un camino que Él ha descrito como “un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros”[5].
La esperanza vuelve una vez más a renacer, porque esperamos y confiamos, en que con ayuda de nuestro Papa Francisco podremos una vez más ponernos en camino para aprender a vivir el Evangelio. Personalmente pienso que este Papa querrá enseñarnos no sólo con sus palabras sino sobre todo con sus gestos y opciones, tendremos que estar atentos y abiertos. El Señor Jesús nos sorprende nuevamente y nos invita a ponernos en camino.
Finalmente, aquí en el Colegio Mayor, todos acudimos a nuestros Santuario para poner en manos de María, nuestra Madre, Madre de Dios y de la Iglesia, a Francisco, nuestro Obispo de Roma, nuestro Papa. Papa Francisco, rezamos por ti, rezamos por vos.



[1] FRANCISCO, Bendición Urbi et Orbi del 13 de marzo de 2013. Disponible: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/elezione/index_sp.htm
[2]Ídem
[3] Ídem
[4] Ídem
[5] Ídem