Sión de la
Trinidad, Santiago de Chile, 31 de marzo de 2013
Queridos amigos y amigas,
hermanos todos en Cristo:
Como cada año, desde el
2007[1],
quisiera compartir con ustedes unas breves reflexiones sobre la vida eclesial de
este tiempo y el eco de la misma en mi corazón. Ofrezco estas reflexiones como
saludo pascual, como saludo de alegría y esperanza.
Renuncia de Benedicto XVI
Sin duda esta Cuaresma
2013 estuvo marcada por el sorpresivo e impactante gesto de Benedicto XVI de
renunciar “al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro” –tal como él
lo expresó el 11 de febrero de 2013 ante los padres cardenales presentes en
Roma-.[2]
Luego de este inesperado
anuncio, pudimos todavía ver a Benedicto XVI introducir a la Iglesia en el
tiempo de Cuaresma –tiempo de conversión- por medio de la celebración del Miércoles
de Ceniza en la Basílica de San Pedro. Esta significativa y emotiva celebración
eucarística se convirtió en la última misa pública de Benedicto XVI como Papa
en ejercicio del ministerio petrino.
Luego del “shock” inicial,
del desconcierto, de las primeras reacciones y reconocimientos agradecidos por
su decisión “por el bien de la Iglesia”[3],
y de la avalancha de noticias, me parece que es tiempo de una serena
contemplación y reflexión.
Hay aquí sin duda una voz de Dios para la Iglesia y para toda la
humanidad, un paso de Dios por nuestra vida que es necesario acoger en la fe y
en la oración. Al impacto exterior de la noticia debe seguir la brisa suave del
Espíritu en el corazón (cf. 1 Reyes 19, 9-18).
Conversión de la Iglesia y
en la Iglesia
Tal vez el primer
significado de esta decisión –tomada en conciencia y ante Dios-[4]
es que Jesús mismo es el que guía a su Iglesia. Benedicto XVI nos ha recordado
que el Sumo Pastor de la Iglesia es Jesucristo. La barca es del Señor. El Papa
es solamente su vicario, es decir, es
aquel que busca hacer presente a Cristo -no a sí mismo-, el que busca hacerlo
presente en su Iglesia por medio del oficio pastoral de santificar, enseñar y
gobernar.
Y todavía Benedicto XVI
nos ha recordado a muchos católicos que el Papa –al igual que los demás
obispos, al igual que los sacerdotes y los diáconos- es un ministro de la Iglesia y para
la Iglesia. El papado es sobre todo un ministerio, un servicio a la Iglesia y a la humanidad. Un servicio de amor, un
servicio para el bien de la Iglesia y no para el bien o el prestigio de quien
lo ejerce. Lo ha recordado con palabras sencillas y claras el Papa Francisco en
el inicio solemne de su pontificado: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es
el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez
más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz.”[5]
Así podríamos decir que
esta Cuaresma ha sido el inicio de la conversión de la concepción del papado
que muchos católicos tenemos.
Pero creo que todavía hay
algo más en este tiempo de gracia que como Iglesia estamos viviendo. En torno
al inicio del cónclave que eligió como Obispo de Roma –y por ello Papa, es
decir, pastor con una responsabilidad por la Iglesia universal- a Francisco,
muchos cardenales fueron acusados de proteger a sacerdotes abusadores o de
velar más por el prestigio de la institución eclesial que por el bien de las
personas abusadas. Muchas personas pidieron que varios cardenales se abstuvieran
de participar en el cónclave… Unido a esto se percibía también una fuerte crítica
a los pastores de la Iglesia, una crítica –si bien necesaria y justa- hecha con
enojo e incluso con ira.
¿De dónde nace esta ira de
la sociedad ante la Iglesia, en particular hacia sus obispos y sacerdotes? Me
parece que nace sobre todo de la frustración ante obispos y sacerdotes que
muchas veces se han presentado ante la sociedad como personas “perfectas”, sin
debilidades ni límites… Y como tales, en lugar de anunciar el Evangelio, la
Buena Noticia de Jesucristo, han anunciado sobre todo exigencias y
obligaciones. Muchas veces, como Iglesia, hemos pretendido una perfección que
no es real. Y pienso que en parte de ahí nace ese enojo, esa ira. El mundo de
hoy nos pide no perfección sino misericordia, y sobre todo, esa misericordia
que nace del Evangelio de Jesucristo.
La esperanza de la
misericordia, la esperanza de la resurrección
Nuestro Papa Francisco,
con su actitud sencilla y sus gestos nos recuerda esta misericordia que nace
del Evangelio. Su lema como Obispo de Roma dice: Miserando atque eligendo – Mirándolo con amor y eligiéndolo.[6]
Se trata del llamado de Mateo, un publicano –un pecador público, alguien en la “periferia”
de la vida religiosa judía-, a quien Jesús mira con amor y elige para seguirlo
(cf. Mt 9,9).
Y se trata también de la
vocación cristiana de cada uno de nosotros. También nosotros hemos sido mirados
con misericordia y hemos sido elegidos. También nosotros experimentamos esa
conversión al amor cuando alguien –un amigo, un hermano, nuestros padres o un
desconocido- nos mira con amor. Y al percibir esa mirada de amor la esperanza
vuelve a renacer en nuestro corazón, es como si escuchásemos una voz en nuestro
interior que nos dice: “sí, yo soy amado
y puedo amar”, ·”soy amado en mi
fragilidad y puedo vivir y amar con mi fragilidad”.
Entonces, cuando
experimentamos la misericordia, experimentamos ya ahora algo de la resurrección
de Jesucristo. Y cada vez que regalamos misericordia a un hermano, a un hombre
o a una mujer que se hace mi prójimo, Jesús vuelve a resucitar en su corazón.
La misericordia, el amor gratuito, prefigura y preanuncia la resurrección universal al final de la historia cuando Cristo lleve a plenitud su obra salvadora.
Si ya hoy nos miramos los
unos a los otros con misericordia, entonces con María podremos contemplar a
Cristo Resucitado, y podremos experimentar la alegría del amor, y podremos
decir con el corazón y con nuestra vida esta oración:
“Llena
de júbilo, Madre,
lo
ves transfigurado y hermoso,
con
el resplandor que tendremos al resucitar en el cielo”[7]
Queridos hermanos y
hermanas, a cada uno le deseo una feliz Pascua de Resurrección, y deseo que todos podamos experimentar la
mirada misericordiosa del Resucitado.
Con cariño,
Oscar Iván
[1] La
primera meditación pascual que escribí en el año 2007 estuvo inspirada por las
palabras de Benedicto XVI en su Mensaje
para la Cuaresma 2007: Mirarán al que
traspasaron (Jn 19,37). Disponible en: http://vidaescamino.blogspot.com/2011/08/meditacion-pascual-2007.html
[2] BENEDICTO
XVI, Mensaje al Consistorio de Cardenales
del 11 de febrero de 2013. Disponible en: http://www.news.va/es/news/benedicto-xvi-anuncio-que-por-la-edad-avanza-renun
[3] BENEDICTO
XVI, Audiencia General del miércoles 13
de febrero de 2013. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130213_sp.html
[4] Cf. BENEDICTO
XVI, Audiencia General del miércoles 13
de febrero de 2013. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130213_sp.html
[5] FRANCISCO,
Homilía en el Solemne inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma.
Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130319_omelia-inizio-pontificato_sp.html
[6] Explicación
del escudo del Papa Francisco. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/elezione/stemma-papa-francesco_sp.html
[7] P. JOSÉ
KENTENICH, Hacia el Padre 351.