San José, sacramental del
Padre
“Seré un padre para él, y
él será para mí un hijo” (2 S 7,14)
El
texto que la Liturgia de la Palabra propone como primera lectura de hoy (2 S 7, 4-5a. 12-14a. 16) refiere a una
profecía que en un primer momento se aplica a David y a un descendiente directo
suyo, Salomón. Sin embargo, desde los primeros siglos los cristianos han
aplicado esta profecía, y otras, a Jesús mismo, aquél en quien se cumplen todas
las promesas y profecías del Antiguo Testamento.
Y si nos fijamos atentamente en el texto bíblico
tomaremos conciencia de lo que nos dice también a nosotros hoy. Dios será Padre
para el Mesías –descendiente de David-. Y lo será realmente. Pero esta promesa
de paternidad, Dios la llevará a cabo a través de san José.
¡Cuánta importancia otorga Dios a sus criaturas, a la
creación! ¡Cuánta importancia a las causas
segundas! La causa primera de
toda la realidad es Dios mismo, pero Él hace participar sus atributos, sus capacidades
y su misión a sus criaturas, que devienen así en causas segundas.
Dios transfiere
a san José parte de su paternidad, lo hace participar de su paternidad, y en
este caso concreto paternidad para su Hijo. ¡Cuánta responsabilidad! ¡Cuánta
confianza!
Sí, “Dios nos hace sentir su belleza, su bondad, su
misericordia a través de las criaturas.”[1]
Y lo mismo ha hecho con su propio Hijo, con Jesús. Le ha hecho sentir su
paternidad, su belleza, su bondad y su misericordia a través de san José.
El Hijo de Dios, aquél cuya misión es mostrar el rostro
del Padre, en su infancia y adolescencia aprende a decir “papá”, “abbá” (cf. Mc 14,36) mirando a José, viviendo con él, experimentando de él
toda la riqueza de la paternidad. Aprende sensiblemente –no sólo
intelectualmente- lo que es ser hijo para un padre en su relación con José.
Al contemplar la figura de san José debemos volver a
tomar conciencia del rol de un padre para sus hijos, para su familia. Se trata
de la presencia firme y al mismo tiempo serena, es aquél que asegura el
sustento tanto material como espiritual; aquél que es fundamento de la
personalidad de sus hijos; aquél que es autoridad certera y misericordiosa.
“Tu padre y yo te
buscábamos angustiados” (Lc 2, 48)
El evangelio de hoy (Lc
2, 41-51a), aunque con palabras muy parcas, nos muestra a José como verdadero
padre de Jesús en la tierra: es aquél que con su ejemplo instruye a su hijo en la
fe de Israel, en la fe de su pueblo. Si Jesús entiende que debe “ocuparse de
los asuntos de su Padre” (cf. Lc
2,49) es porque en primer lugar ha visto durante años a sus padres –María y
José- ocuparse de los asuntos del Padre: “los
padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua” (Lc 2,41).
José es aquél que con prontitud sale a buscar a su hijo.
Sí, cada vez que un hijo se pierde un padre lo busca (cf. Lc 2, 43-45), lo espera anhelante y lo recibe con alegría (cf. Lc 15, 20b. 22-24).
Y José es capaz de traspasar
el amor filial de su hijo al Padre. Recibe ese amor con sinceridad en su
corazón y lo conduce hacia Dios, hacia el Padre de quien procede toda
paternidad en el cielo y en la tierra (cf. Ef
3,14-15). Realmente san José es un sacramental del Padre Dios.
San José y nosotros
En este día en que contemplamos la figura de san José
vale la pena entonces que cada uno de nosotros vuelva a tomar conciencia de que
Dios nos ha regalado algo de su paternidad, bondad y misericordia para
irradiar. Cada uno de nosotros puede conducir hacia el Padre. Vale la pena que
tomemos conciencia especialmente hoy de la gran misión, responsabilidad y
confianza que Dios ha puesto en cada padre y madre de familia, en cada persona
que de alguna manera ejerce paternidad para otros.
En este día podemos también implorar de san José la
gracia de su paternidad, y así, asumir su misión como aliados de María, cada uno de nosotros es como san José: cuidemos
que las personas que custodiamos se acerquen a María, para que en cada uno Ella
dé a luz a Cristo, el hombre nuevo. Amén.
[1] H.
ALESSANDRI, El Padre Kentenich. Principales
etapas de su vida desde el punto de vista de su paternidad (1976), 13.
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