La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 23 de septiembre de 2015

La Filialidad como camino pascual

LA FILIALIDAD COMO CAMINO PASCUAL

Domingo XXV del Tiempo Ordinario – Ciclo B

“«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará.» Pero los discípulos no comprendían esto.”
(Mc 9, 31-32)

Queridos hermanos:

            Una vez más vemos a Jesús y sus discípulos en camino… Y en este caminar –desde Galilea hacia Jerusalén-, Jesús se refiere con toda claridad a la dinámica central de su vida: darse a sí mismo para que los demás tengan vida. Se trata de una “dinámica pascual”. Todas sus acciones, gestos y palabras están orientados y conformados por esta dinámica pascual.

            Se trata del misterio central de su vida y de nuestra fe cristiana: el Misterio Pascual.

“Pero los discípulos no comprendían esto”

            A pesar de la claridad de sus palabras y de la contundencia de sus gestos, los discípulos no comprenden, no entienden… Entrega-Muerte-Resurrección, no forman parte de las categorías mentales, religiosas y existenciales de los discípulos de Jesús de Nazaret en el siglo I.

            Y tampoco los seguidores de Jesús en el siglo XXI alcanzamos a comprender del todo el Misterio Pascual de Cristo y sus implicancias existenciales para nosotros.

            Sabemos que el Misterio Pascual de Cristo “es el culmen de todo el año litúrgico y también el culmen de nuestra vida cristiana”.[1] Pero, ¿comprendemos vivencialmente esto que sabemos? ¿Hemos hecho alguna vez una experiencia de la Pascua de Cristo en nuestras vidas? ¿Hemos hecho alguna vez una “experiencia pascual”?

“Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos”

           
Jesús sabe que su dinámica pascual de vida, su Misterio Pascual, nos excede y supera… Supera nuestras categorías intelectuales, religiosas y existenciales. Y por ello nos propone una imagen para comprender y vivir su Misterio Pascual: “tomando a un niño, lo puso en medio de ellos” (Mc 9,36).

            Al poner a un niño, a un pequeño en medio de sus discípulos y ante nuestro ojos, Jesús nos señala el camino del hacerse niño como camino para comprender existencialmente el Misterio Pascual.

            Así entendido, el camino de la filialidad –de la infancia espiritual-, es un camino pascual. ¿Y cuáles son los pasos de este camino pascual de filialidad? Lo señala Jesús en el Evangelio: entregarse, morir y resucitar.

            Entregarse. Todo camino pascual, todo camino filial, se inicia dando el paso de entregar y entregarse. Entregar a Dios nuestra vida, entregar aquello que nos alegra y entristeces, entregar sobre todo lo que nos supera. Y sobre todo aprender a entregarse.

            En la Alianza de Amor con María hacemos la experiencia de entregarnos total y definitivamente a Ella, y en Ella, nos entregamos sin reservas a Jesús. Nos entregamos todo, también nuestra fragilidad e incluso nuestras caídas, sabiendo que en sus manos todo tiene sentido. Y Ella nos recibe total y definitivamente. Cuando Ella nos recibe, nos recibe sin reservas y para siempre.

            Morir. La entrega confiada a Dios y a los demás, nos permite soltar, dejar ir tantas actitudes que no nos dejan vivir una vida plena: el miedo, la desconfianza, el pecado, la desesperanza, la inautenticidad y la autosuficiencia. Cuando morimos a la autosuficiencia, cuando soltamos nuestras obsesiones, se inicia entonces el camino de la resurrección.

            Resucitar. Entonces recibimos de Jesús la vida nueva: la alegría, la autenticidad, la confianza, la vida compartida. Entonces resucitamos, por medio de este camino de filialidad, a la vida nueva, la vida pascual. Las pequeñas y grandes resurrecciones del día a día nos permiten volver a empezar siempre de nuevo, pues, su resurrección “nos permite levantar la cabeza y volver a empezar”[2] siempre de nuevo.

            Recorrer este camino de filialidad, nos permite recibir también a los pequeños y ver en ellos el rostro de Jesús (cf. Mc 9,37): los pobres, los que piensan distinto, los que necesitan de  nuestra cercanía.

            Que María, Madre y Compañera del camino pascual, nos acompañe y eduque en el seguimiento de su hijo Jesús, que Ella nos ayude a hacernos niños, para así vivir el Misterio Pascual de Cristo. Amén.      




[1] PAPA FRANCISCO, Audiencia General del miércoles 1 de abril de 2015 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de septiembre de 2015]. Disponible en:<http://www.news.va/es/news/el-papa-francisco-explica-el-triduo-pascual-en-su>
[2] PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 3.

No hay comentarios:

Publicar un comentario