LA FILIALIDAD COMO CAMINO
PASCUAL
Domingo XXV del Tiempo
Ordinario – Ciclo B
“«El
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres
días después de su muerte, resucitará.» Pero los discípulos no comprendían
esto.”
(Mc 9, 31-32)
Queridos hermanos:
Una vez más vemos a Jesús y sus discípulos en camino… Y
en este caminar –desde Galilea hacia Jerusalén-, Jesús se refiere con toda
claridad a la dinámica central de su vida: darse a sí mismo para que los demás
tengan vida. Se trata de una “dinámica pascual”. Todas sus acciones, gestos y
palabras están orientados y conformados por esta dinámica pascual.
Se trata del misterio central de su vida y de nuestra fe
cristiana: el Misterio Pascual.
“Pero los discípulos no
comprendían esto”
A pesar de la claridad de sus palabras y de la
contundencia de sus gestos, los discípulos no comprenden, no entienden… Entrega-Muerte-Resurrección, no forman
parte de las categorías mentales, religiosas y existenciales de los discípulos
de Jesús de Nazaret en el siglo I.
Y tampoco los seguidores de Jesús en el siglo XXI
alcanzamos a comprender del todo el Misterio
Pascual de Cristo y sus implicancias existenciales para nosotros.
Sabemos que el Misterio
Pascual de Cristo “es el culmen de todo el año litúrgico y también el
culmen de nuestra vida cristiana”.[1]
Pero, ¿comprendemos vivencialmente esto que sabemos? ¿Hemos hecho alguna vez
una experiencia de la Pascua de Cristo en nuestras vidas? ¿Hemos hecho alguna
vez una “experiencia pascual”?
“Tomando a un niño, lo
puso en medio de ellos”
Al poner a un niño, a un pequeño en medio de sus
discípulos y ante nuestro ojos, Jesús nos señala el camino del hacerse niño
como camino para comprender existencialmente el Misterio Pascual.
Así entendido, el camino de la filialidad –de la infancia
espiritual-, es un camino pascual. ¿Y cuáles son los pasos de este camino
pascual de filialidad? Lo señala Jesús en el Evangelio: entregarse, morir y resucitar.
Entregarse. Todo
camino pascual, todo camino filial, se inicia dando el paso de entregar y
entregarse. Entregar a Dios nuestra vida, entregar aquello que nos alegra y
entristeces, entregar sobre todo lo que nos supera. Y sobre todo aprender a entregarse.
En la Alianza de
Amor con María hacemos la experiencia de entregarnos total y
definitivamente a Ella, y en Ella, nos entregamos sin reservas a Jesús. Nos
entregamos todo, también nuestra fragilidad e incluso nuestras caídas, sabiendo
que en sus manos todo tiene sentido. Y Ella nos recibe total y definitivamente.
Cuando Ella nos recibe, nos recibe sin reservas y para siempre.
Morir. La
entrega confiada a Dios y a los demás, nos permite soltar, dejar ir tantas actitudes que no nos dejan vivir una vida
plena: el miedo, la desconfianza, el pecado, la desesperanza, la inautenticidad
y la autosuficiencia. Cuando morimos a la autosuficiencia, cuando soltamos
nuestras obsesiones, se inicia entonces el camino de la resurrección.
Resucitar.
Entonces recibimos de Jesús la vida nueva: la alegría, la autenticidad, la
confianza, la vida compartida. Entonces resucitamos, por medio de este camino
de filialidad, a la vida nueva, la vida pascual. Las pequeñas y grandes
resurrecciones del día a día nos permiten volver
a empezar siempre de nuevo, pues, su resurrección “nos permite levantar la
cabeza y volver a empezar”[2]
siempre de nuevo.
Recorrer este camino de filialidad, nos permite recibir
también a los pequeños y ver en ellos el rostro de Jesús (cf. Mc 9,37): los pobres, los que piensan
distinto, los que necesitan de nuestra
cercanía.
Que María, Madre y Compañera del camino pascual, nos
acompañe y eduque en el seguimiento de su hijo Jesús, que Ella nos ayude a
hacernos niños, para así vivir el Misterio
Pascual de Cristo. Amén.
[1] PAPA
FRANCISCO, Audiencia General del
miércoles 1 de abril de 2015 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de septiembre
de 2015]. Disponible en:<http://www.news.va/es/news/el-papa-francisco-explica-el-triduo-pascual-en-su>
[2]
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium, 3.
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