La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 25 de diciembre de 2019

El hermoso signo del pesebre - Noche Buena 2019


Misa de la noche de la Natividad del Señor – Ciclo A – 2019


Lc 2, 1 – 14

El hermoso signo del pesebre

Queridos hermanos y hermanas:

            En esta “noche santa”[1] vuelve a resonar el anuncio profético de Isaías: «un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado» (Is 9, 5); vuelve a resonar el anuncio del Ángel del Señor: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.» (Lc 2, 10 – 11).

            En la noche de los pastores y en la noche de nuestras vidas, Dios anuncia su presencia y cercanía.[2] Los pastores recibieron el anuncio mientras «vigilaban por turnos sus rebaños». Y nosotros, ¿en qué situación existencial recibimos esta alegre noticia?

«Vigilaban por turnos sus rebaños»

            Puede que el anuncio también nos encuentre cuidando de los nuestros: de nuestras familias y comunidades; puede que nos encuentre velando por los pobres, enfermos y ancianos o acompañando a los encarcelados. Puede que el anuncio nos encuentre ocupados en un sinnúmero de tareas, obligaciones y compromisos.

            Pero también puede suceder que este anuncio nos encuentre dispersos y distraídos en la oscuridad de nuestro egoísmo y pecado. En la oscuridad de la superficialidad, la apariencia y la inmediatez.

            Pero aún en esos momentos en que “la noche envuelve nuestras vidas”[3] y nuestra fe; “incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia. (…) Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1, 79).”[4]

            Sí, «el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.» (Is 9, 1).

«Un niño recién nacido envuelto en pañales»

            ¿Y en qué consiste esta luz que ilumina nuestras oscuridades y orienta nuestras vidas? Se trata de «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 12). Se trata de Jesús, en quien “el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado.”[5]

            Sí, Jesús es la luz “que ilumina todo el trayecto del camino”[6] de nuestra vida porque Él es el hermano, el amigo y el Hijo Salvador que todos anhelamos en el corazón.

            Es el hermano que constantemente nos busca; que se ha unido a nosotros para siempre y nunca nos rechaza ni niega. El hermano que conoce nuestras capacidades y límites, nuestras virtudes y defectos. Y aún así sigue creyendo en lo bueno que hay en cada uno de nosotros y nos anima a compartirlo y así crecer. Es el hermano que nos mira con ojos de misericordia y ternura, y sabe enjugar nuestras lágrimas.

            Es el amigo fiel que siempre nos acompaña y nunca nos deja solos. Aquel cuya ternura y presencia sacia nuestra sed de amor y comparte su vida con nosotros. El amigo que con paciencia y constancia «nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad» (Tit 2, 12); es decir, para vivir como hombres y mujeres nuevos y libres, para vivir según nuestra vocación bautismal y nuestros ideales más auténticos.

            Es el Hijo Salvador que nos redime, el que «se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien» (Tit 2, 14). El Hijo en quien y con quien aprendemos a ser hijos del Padre y para el Padre. En definitiva, el Hijo en quien aprendemos lo que significa ser persona humana y en quien recibimos la paz de los que son amados por Dios (cf. Lc 2, 14).

El hermoso signo del pesebre

            Sea cual sea el lugar vital en el cual nos encuentre el anuncio del nacimiento del Salvador, queremos ser como los pastores, quienes “a diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, (…) se convirtieron en testigos de los esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece.”[7]

Procesión de entrada a la Misa de la noche
de la Natividad del Señor, 2019.
Santuario de Tuparenda, Paraguay.
            Sí, queremos ponernos en camino hacia “Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús”[8]. Lo encontraremos saliendo de nuestro egoísmo y comodidad; lo encontraremos en las personas que nos rodean –especialmente en los frágiles, pobres y necesitados-; lo encontraremos en el servicio generoso; lo encontraremos en la vida de oración cotidiana; lo encontraremos en el Evangelio leído, meditado y vivido; lo encontraremos en la Santa Misa, ya que hay un vínculo especial entre el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía[9]; lo encontraremos en el silencio e intimidad de nuestro santuario corazón.

            Y hoy especialmente, lo buscaremos y encontraremos en el pesebre de nuestros hogares e Iglesias. Y allí, ante el pesebre “la mente irá espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo”[10], y recordaremos que encontraremos al Niño, haciéndonos nosotros mismos, pequeños, humildes y esperanzados como niños.

            A María, Madre del Pesebre, nos encomendamos en esta Noche Buena para que nos enseñe a buscar al Niño, para que nos enseñe a contemplarlo en cada hombre y acontecimiento con ojos de ternura y de fe, de modo que en el día a día veamos “el hermosos signo del pesebre”, el hermoso signo del Dios-con-nosotros. Amén.


[1] MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística II, «Acuérdate Señor» propio en la Natividad del Señor y durante su octava.
[2] Cf. PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 4.
[3] PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 4.
[4] Ibídem
[5] PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 3.
[6] PAPA FRANCISCO, Lumen Fidei, 1.
[7] PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 5.
[8] Ibídem
[9] Cf. PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 2.
[10] PAPA FRANCISCO, Admirabile Signum, 10.


1 comentario:

  1. Ungido de Dios.. Sacerdote Santo empapado del Espiritu Divino hecho palabra ..Feliz Navidad Padre Oscar !!!

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