Solemnidad
de Todos los Santos - 2020
Ap 7, 2 - 4. 9 - 14
Mt 4,25 - 5,12
Extendernos
las manos los unos a los otros
en
la comunión de los santos
Queridos
hermanos y hermanas:
La providencia de Dios nos ha
regalado un hermoso día domingo en el cual confluyen varias celebraciones de la
Liturgia nuestra fe: el domingo mismo, como día del Señor
Resucitado; la Solemnidad de Todos los Santos,
con la cual nos alegramos por el don de encaminarnos hacia la “Ciudad santa, la
Jerusalén celestial”[1];
y, la visita al Santuario Tupãrenda de
la imagen sagrada de Nuestra Señora de
los milagros de Caacupé.
Verdaderamente razones no nos faltan
para alegrarnos en el Señor y en nuestra fe cristiana.
Bautismo:
puerta abierta a la comunión de los santos
Iniciemos nuestra reflexión a partir
de la primera lectura tomada del Libro del Apocalipsis (Ap 7, 2 – 4. 9 – 14). El vidente del Apocalipsis testimonia que vio «un Ángel que subía del Oriente, llevando el
sello del Dios vivo» (Ap 7, 2);
este mismo Ángel hace referencia a que debe «marcar
con el sello la frente de los servidores de Dios» (cf. Ap 7, 3).
El sello del Dios vivo puede ser
interpretado como el sello del Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo. Sí, todos los cristianos
estamos marcados interiormente con el sello indeleble del Espíritu Santo. Todos
los bautizados llevamos ese sello interior que nos dignifica, pues nos otorga
la dignidad de hijos de Dios; que nos identifica como morada y pertenencia de
Dios, y que nos arraiga en la familia de Dios.
Precisamente la solemnidad de Todos los Santos nos hace gustar “la alegría de
formar parte de la gran familia de los hijos de Dios.”[2]
Esta familia de Dios se trata de «una enorme muchedumbre, imposible de contar,
formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas» (Ap 7, 9); se trata de la “Iglesia
extendida por toda la tierra”[3],
la Iglesia celestial que ya alaba eternamente a Dios y la Iglesia peregrina que
sigue avanzando en la fe por los caminos de la historia humana.[4]
Se trata de la comunión de los santos, la misma que profesamos en el Credo y la cual “es una realidad que se
construye aquí en la tierra pero que se manifestará plenamente cuando veamos a
Dios «tal cual es» (1 Jn 3, 2)[5],
en el Cielo.
Esta comunión de los santos es un vínculo que une a todos los creyentes,
de todo tiempo y de todo lugar. “Un vínculo misterioso pero real, alimentado por
la oración y la participación en el sacramento de la Eucaristía. En el Cuerpo
místico de Cristo las almas de los fieles se encuentran, superando la barrera
de la muerte, oran unas por otras y realizan en la caridad un íntimo
intercambio de dones.”[6]
Sí, formamos parte de la familia de
Dios, de la Iglesia, de la comunión de los santos que es unión de los creyentes
en Cristo e intercambio mutuo de corazones y dones espirituales. ¡Qué gran don!
La
comunión de los santos: don y tarea
Vamos tomando conciencia de que la comunión de los santos se trata de un
gran don que se nos da por medio del Bautismo.
Sí, el Bautismo nos injerta en el
Cuerpo viviente de Cristo que es la Iglesia y así entramos en la comunión de los santos, en la
solidaridad del amor.
Por ello, el Bautismo y la fe viva nos regalan la alegría de ser Pueblo de Dios y así hacemos la
consoladora y esperanzadora experiencia de que “el que cree nunca está solo.”[7]
¡Qué gran don!
Pero también, qué gran tarea. Sí, la
comunión de los santos es también una
tarea cotidiana para nosotros. Al menos en dos sentidos.
Por un lado se trata de la comunión
espiritual. Aquella que se realiza en la vida de oración, en la celebración de
los sacramentos y en el ofrecimiento de nuestros actos de amor por otros: vivos
y difuntos.
Cada oración, cada acto de amor, es
como una caricia con la cual podemos llegar en Cristo hasta nuestros seres
queridos.
Por otro lado se trata de la
comunión fraterna. Aquella que se realiza cultivando la comunidad con el amor
fraterno concreto día a día. Viviendo el “estar el uno en el otro, con el otro
y para el otro”.[8]
Ambas dimensiones de la comunión de los santos realizan las Bienaventuranzas del Evangelio (Mt 5, 1 – 12), aquellas que declaran «felices» a los que viven con Jesús y como Jesús.
Es por ello que “si en el ser y en
la vida nos asemejamos a Cristo, podremos extendernos las manos los unos a los
otros: la santidad de uno favorece a todos a través de la sangre del Señor.”[9]
Cultivar
la comunión cuidando la comunidad
Hoy más que nunca debemos hacer vida esta verdad de
fe.
Hoy más que nunca debemos cultivar
el espíritu de la comunión de los santos,
el espíritu comunitario, cuidándonos concretamente los unos a los otros.
Cuidándonos los unos a los otros por medio de la oración por los demás, por medio de los sacrificios espirituales ofrecidos por los otros, por medio de la
aplicación responsable de las medidas de protección sanitaria, y, sobre todo,
renunciando a encontrarnos físicamente para así encontrarnos en la comunión
espiritual.
A veces el no estar el uno con el
otro nos permite estar más intensamente el uno en el otro, y juntos, en el corazón de Dios.
Imagen de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé.
Atrio de la Iglesia Santa María de la Trinidad,
Santuario de Tupãrenda.
1 de Noviembre de 2020.
Así como la imagen de María, Tupãsy Caacupé, nos visita hoy en Tupãrenda; Ella y su Hijo visitarán los
corazones anhelantes de aquellos que renuncien este año a la peregrinación
presencial a Caacupé, para iniciar un
profundo camino espiritual que los unirá a todos los creyentes, más allá de las
distancias físicas, porque el que cree nunca está solo.
Siempre está con Cristo y con María;
siempre está inmerso en la comunión de
los santos en la cual recibe amor, compañía, fortaleza y consuelo.
A María, Tupãsy Caacupé, Reina de los Santos, encomendamos una vez más a la
Iglesia que peregrina en el Paraguay, y
en esta hora exigente para la salud, la vida y la familia, le pedimos
que nos enseñe a “extendernos las manos los unos a los otros” en la comunión de los santos que es íntima
cercanía espiritual aún en tiempos de distanciamiento social. Que así sea.
Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.
Rector del Santuario de Tupãrenda
Solemnidad de Todos los Santos
y visita de la imagen de Nuestra Señora de los
Milagros de Caacupé
[1] MISAL ROMANO, Prefacio de todos
los santos, La gloria de la Iglesia, nuestra Madre.
[2] BENEDICTO XVI, Ángelus, 1 de
noviembre de 2005, Solemnidad de Todos los Santos [en línea]. [fecha de consulta: 1 de noviembre de 2020]. Disponible en: <http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/angelus/2005/documents/hf_ben-xvi_ang_20051101_all-saints.html>
[3] MISAL ROMANO, Plegaria Eucarística II
[4] MISAL ROMANO, Prefacio de todos
los santos, La gloria de la Iglesia, nuestra Madre.
[5] BENEDICTO XVI, Ángelus, 1 de
noviembre de 2005, Solemnidad de Todos los Santos…
[6] Ídem
[7] BENEDICTOXVI, Homilía, 12 de septiembre
de 2006 [en línea]. [fecha de consulta: 1 de noviembre
de 2020]. Disponible en: <http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060912_regensburg.html
>
[8] P. JOSÉ KENTENICH, Clave para
comprender Schoenstatt (Editorial Patris Argentina, Córdoba 2017), 16.
[9] P. JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre
489.
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