Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – 2021
Mc 11, 1 – 10
Mc 14, 1 – 15, 47
«¡Hosanna! ¡Bendito sea el Reino que ya viene!»
«Hosanna
al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel.
¡Hosanna en las alturas!» (cf.
Mt 21, 9)
Así
dice la antífona de entrada a la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. La antífona está tomada
del Evangelio según san Mateo. Se
trata de la aclamación que pronunciaban «los
que iban delante y los que seguían a Jesús» (Mc 11, 9).
Este
año, debido a las restricciones sanitarias impuestas por el gobierno y
siguiendo las orientaciones litúrgicas para este tiempo particular, no hemos
escuchado el texto evangélico que conmemora la entrada del Señor en Jerusalén (Mc 11, 1 – 10) ni hemos realizado la
procesión de la imagen del Señor de las palmas, tampoco pudimos bendecir de
manera presencial los ramos de todos los fieles que hubieran deseado estar
aquí.
De
alguna forma este Domingo de Ramos
tiene ya sabor a Viernes Santo. Sin embargo,
es Domingo de Ramos, y hoy la Iglesia
conmemora la entrada del Señor en Jerusalén.
El Señor entra en Jerusalén, entra a nuestro corazón
Hoy
nosotros conmemoramos la entrada del Señor en Jerusalén y así volvemos a tomar
conciencia de que el Señor entra hoy en su Iglesia, entra hoy a nuestras vidas,
entra hoy a nuestro corazón. Aún en medio de la pandemia, aún en medio de las
restricciones, Jesús viene a nuestro encuentro y entra en nuestras vidas, en
nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestras ciudades.
Tal
vez muchos no pudieron levantar sus ramos y saludar el paso de la imagen de
Jesús, tal vez muchos no pudieron venir y participar de forma presencial de
esta celebración en Tupãrenda. Sin embargo, ello no debe ser motivo de tristeza,
sino oportunidad de maduración en la fe y de crecimiento espiritual. No podemos
estar físicamente en Jerusalén, pero podemos hacer de nuestro corazón el
Jerusalén que recibe hoy a Jesús.Señor de las Palmas
Iglesia Santa María de la Trinidad
Tupãrenda - Paraguay
El Evangelio nos dice que «muchos extendían sus mantos sobre el
camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo [y] los que
seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene!» (Mc 11, 8 – 10a).
Hoy
nuestro corazón debe ser ese camino real cubierto de mantos y palmas para que
el Señor, el Rey que viene, pueda pasar. En realidad de eso se trató la Cuaresma, de preparar el corazón para la
entrada del Señor.
Mantos y palmas para el Señor
Cada
vez que hemos realizado una obra de misericordia, hemos puesto un manto en el
camino para el paso del Señor: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos,
visitar a los presos, enterrar a los difuntos y orar por ellos. Se trata de la
enumeración clásica de las obras de
misericordia corporales, a las cuales podemos agregar las obras de misericordia espirituales, y
hoy, las que podríamos llamar “obras de misericordia sanitaria”: usar
correctamente la mascarilla, respetar el prudente distanciamiento social y
lavarnos las manos.
Estas
últimas también son obras de amor muy concretas y necesarias. Obras de amor al
prójimo, a la propia familia y a la propia vida que es un don de Dios. Obras de
amor para con tantos hermanos y hermanas nuestros que cuidan de nuestra salud
en un sistema de sanitario sobre exigido. Cada obra de amor es un manto para el
camino del Señor que pasa.
La disminución
de actividades laborales y de otro tipo de encuentros, también ha sido –o ha podido
ser- una oportunidad para crecer en la vida espiritual, en la experiencia de la
oración y la intimidad con el Señor. Cada oración sincera, cada Eucaristía celebrada
de forma presencial o virtual, cada Reconciliación vivido, cada Rosario y Evangelio
meditado, son esas palmas con las cuales también preparamos el camino del Señor
y lo aclamamos.
«Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en
espíritu y en verdad»
Queridos
hermanos y hermanas, es cierto que las restricciones en la participación del culto
de la Iglesia nos duelen y especialmente en estos días santos tan significativos.
Sin embargo, esto no debe ser motivo para entristecernos ni desalentarnos. En realidad,
el no estar presencialmente en el templo no es un impedimento para rendir culto
a Dios y para reconocer a su Cristo, su Enviado. Recordemos lo que el mismo Señor
Jesús nos dice en el Evangelio: «Llega la hora en que ni en esta montaña ni en
Jerusalén se adorará al Padre. La hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque esos son los adoradores
que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu
y en verdad» (Jn 4, 21. 23 – 24).
«En espíritu», más allá de dónde nos encontremos
físicamente. «En verdad», con sinceridad
y autenticidad en cada circunstancia de la vida.
Sí, Jesús
entra hoy a Jerusalén, Jesús entra hoy a nuestro corazón. Lo recibimos con los mantos
de la caridad fraterna y con las palmas de la oración, y lo aclamamos con el hosanna de nuestras obras, de nuestra aspiración
a la santidad de la vida diaria.
Y precisamente
al acogerlo en el corazón nos damos cuenta que «el Reino que ya viene» (Mc
11, 10) debe arraigar en nuestros corazones, debe realizarse en nuestras vidas para
así manifestarse en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra patria.
Necesitamos corazones habitados por el Señor para llegar a ser una Nación de Dios. Corazones donde Él vuelva
a realizar su Misterio Pascual: la muerte
al pecado y al egoísmo para resucitar a la Vida nueva, la Vida plena del amor, la
justicia y la verdad.
Entonces
se cumplirán en nosotros las anhelantes palabras:
“Si así permanezco unido a ti [Jesús],
actúas en mí en todo instante;
y el Padre, lleno de felicidad,
me contempla desde lo eterno.
El construye por mí la Ciudad de paz,
la prometida Nación de Dios” (Hacia el Padre,
158 – 159).
«¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
¡Bendito el que viene a nuestro corazón! Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, I. Sch. P.
Rector
del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt
28
de marzo de 2021 – Domingo de Ramos