La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 28 de marzo de 2021

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – 2021

 

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – 2021

Mc 11, 1 – 10

Mc 14, 1 – 15, 47

«¡Hosanna! ¡Bendito sea el Reino que ya viene!»

 

«Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas!» (cf. Mt 21, 9)

            Así dice la antífona de entrada a la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. La antífona está tomada del Evangelio según san Mateo. Se trata de la aclamación que pronunciaban «los que iban delante y los que seguían a Jesús» (Mc 11, 9).

            Este año, debido a las restricciones sanitarias impuestas por el gobierno y siguiendo las orientaciones litúrgicas para este tiempo particular, no hemos escuchado el texto evangélico que conmemora la entrada del Señor en Jerusalén (Mc 11, 1 – 10) ni hemos realizado la procesión de la imagen del Señor de las palmas, tampoco pudimos bendecir de manera presencial los ramos de todos los fieles que hubieran deseado estar aquí.

            De alguna forma este Domingo de Ramos tiene ya sabor a Viernes Santo. Sin embargo, es Domingo de Ramos, y hoy la Iglesia conmemora la entrada del Señor en Jerusalén.

El Señor entra en Jerusalén, entra a nuestro corazón

            Hoy nosotros conmemoramos la entrada del Señor en Jerusalén y así volvemos a tomar conciencia de que el Señor entra hoy en su Iglesia, entra hoy a nuestras vidas, entra hoy a nuestro corazón. Aún en medio de la pandemia, aún en medio de las restricciones, Jesús viene a nuestro encuentro y entra en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestras ciudades.

           

Señor de las Palmas
Iglesia Santa María de la Trinidad  
Tup
ãrenda - Paraguay 
Tal vez muchos no pudieron levantar sus ramos y saludar el paso de la imagen de Jesús, tal vez muchos no pudieron venir y participar de forma presencial de esta celebración en Tupãrenda. Sin embargo, ello no debe ser motivo de tristeza, sino oportunidad de maduración en la fe y de crecimiento espiritual. No podemos estar físicamente en Jerusalén, pero podemos hacer de nuestro corazón el Jerusalén que recibe hoy a Jesús.

            El Evangelio nos dice que «muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo [y] los que seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene!» (Mc 11, 8 – 10a).

            Hoy nuestro corazón debe ser ese camino real cubierto de mantos y palmas para que el Señor, el Rey que viene, pueda pasar. En realidad de eso se trató la Cuaresma, de preparar el corazón para la entrada del Señor.

Mantos y palmas para el Señor

            Cada vez que hemos realizado una obra de misericordia, hemos puesto un manto en el camino para el paso del Señor: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los difuntos y orar por ellos. Se trata de la enumeración clásica de las obras de misericordia corporales, a las cuales podemos agregar las obras de misericordia espirituales, y hoy, las que podríamos llamar “obras de misericordia sanitaria”: usar correctamente la mascarilla, respetar el prudente distanciamiento social y lavarnos las manos.

            Estas últimas también son obras de amor muy concretas y necesarias. Obras de amor al prójimo, a la propia familia y a la propia vida que es un don de Dios. Obras de amor para con tantos hermanos y hermanas nuestros que cuidan de nuestra salud en un sistema de sanitario sobre exigido. Cada obra de amor es un manto para el camino del Señor que pasa.

            La disminución de actividades laborales y de otro tipo de encuentros, también ha sido –o ha podido ser- una oportunidad para crecer en la vida espiritual, en la experiencia de la oración y la intimidad con el Señor. Cada oración sincera, cada Eucaristía celebrada de forma presencial o virtual, cada Reconciliación vivido, cada Rosario y Evangelio meditado, son esas palmas con las cuales también preparamos el camino del Señor y lo aclamamos.

«Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad»

            Queridos hermanos y hermanas, es cierto que las restricciones en la participación del culto de la Iglesia nos duelen y especialmente en estos días santos tan significativos. Sin embargo, esto no debe ser motivo para entristecernos ni desalentarnos. En realidad, el no estar presencialmente en el templo no es un impedimento para rendir culto a Dios y para reconocer a su Cristo, su Enviado. Recordemos lo que el mismo Señor Jesús nos dice en el Evangelio: «Llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. La hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4, 21. 23 – 24).

            «En espíritu», más allá de dónde nos encontremos físicamente. «En verdad», con sinceridad y autenticidad en cada circunstancia de la vida.

            Sí, Jesús entra hoy a Jerusalén, Jesús entra hoy a nuestro corazón. Lo recibimos con los mantos de la caridad fraterna y con las palmas de la oración, y lo aclamamos con el hosanna de nuestras obras, de nuestra aspiración a la santidad de la vida diaria.

            Y precisamente al acogerlo en el corazón nos damos cuenta que «el Reino que ya viene» (Mc 11, 10) debe arraigar en nuestros corazones, debe realizarse en nuestras vidas para así manifestarse en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra patria. Necesitamos corazones habitados por el Señor para llegar a ser una Nación de Dios. Corazones donde Él vuelva a realizar su Misterio Pascual: la muerte al pecado y al egoísmo para resucitar a la Vida nueva, la Vida plena del amor, la justicia y la verdad.

            Entonces se cumplirán en nosotros las anhelantes palabras:

            “Si así permanezco unido a ti [Jesús],

            actúas en mí en todo instante;

            y el Padre, lleno de felicidad,

            me contempla desde lo eterno.

            El construye por mí la Ciudad de paz,

            la prometida Nación de Dios” (Hacia el Padre, 158 – 159).

 

            «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»

¡Bendito el que viene a nuestro corazón! Amén.

 

P. Oscar Iván Saldívar, I. Sch. P.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

28 de marzo de 2021 – Domingo de Ramos

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