Domingo 28° del tiempo
durante el año – Ciclo B – 2021
I Vísperas
Mc 10, 17 – 30
Novena a la Madre, Reina y
Victoriosa Tres veces Admirable de Schoenstatt
Santuario de Tupãrenda
Primer día: La Eucaristía y la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas:
Con
gran alegría e ilusión iniciamos hoy el novenario de preparación a la Fiesta del 18 de Octubre en Tupãrenda.
Sabemos que este 18 de Octubre será especial pues nuestro querido Santuario de Tupãrenda
cumplirá 40 años de bendición, 40 años de ser un lugar bendecido por la
presencia maternal de María y por su acción educadora. Desde aquí Ella nos
envía a forjar la Nación de Dios en
Paraguay.
Como
Santuario y como Familia de Schoenstatt nos unimos a la Iglesia en el Paraguay
en la celebración del Año de la
Eucaristía. Por ello, en cada día de nuestro novenario iremos meditando
juntos a partir de los temas propuestos para el Año de la Eucaristía y los tomaremos como impulso para nuestra misión
de forjar la Nación de Dios, con
María, nuestra Madre y Reina.
La Eucaristía y la Palabra de Dios
En
este primer día del novenario meditamos juntos en torno al tema de la Eucaristía y la Palabra de Dios. Pienso
que es muy adecuado iniciar este caminar del novenario tomando consciencia de
la íntima unión entre Palabra de Dios y
Eucaristía.
De
hecho, sabemos por propia experiencia que toda celebración eucarística tiene
dos partes fundamentales: la Liturgia de
la Palabra y la Liturgia Eucarística.
“La proclamación litúrgica de la Palabra
de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, es el diálogo de
Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y
propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza.”[1] Se
trata del “momento más alto de diálogo entre Dios y su pueblo, antes de la
comunión sacramental.”[2]Proclamación litúrgica de la Palabra de Dios
Iglesia Santa María de la Trinidad
Foto: Equipo de Comunicaciones,
Santuario Tupãrenda.
¡Qué
gran riqueza! ¡Qué gran don vivir así la Liturgia
de la Palabra dentro de la Eucaristía!
Como momento privilegiado del diálogo con Dios, un diálogo que ya está
entablado entre Dios y su pueblo, entre Dios y cada uno de nosotros en nuestro
corazón.[3]
Sí, antes de la comunión sacramental, estamos
invitados a entrar en un diálogo de comunión. De hecho, este diálogo de
comunión nos prepara a la auténtica comunión sacramental. Comprendemos entonces
que la Liturgia de la Palabra no es
un momento accesorio de la Eucaristía,
sino más bien, un momento fundamental de la misma, parte integral de la
celebración que nos abre al encuentro con el Dios de la vida y con Jesucristo
Resucitado, presente y actuante en cada Eucaristía.
«¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Precisamente la Liturgia
de la Palabra de la eucaristía dominical nos presente el diálogo entre Jesús
y un hombre que busca el camino para «heredar
la Vida eterna» (Mc 10, 17 – 30).
Ante la inquietud de este hombre, Jesús responde en
primer lugar señalando hacia los mandamientos de Dios contenidos en la Sagrada Escritura: «Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y
a tu madre» (Mc 10, 19).
Así el Señor nos señala que un primer paso en el
camino hacia la Vida eterna, la Vida plena, es el conocer la voluntad de Dios
contenida en la Sagrada Escritura. ¿Cuánto
conocemos la Palabra de Dios? ¿Cuánto la leemos y meditamos? ¿Cuánto nos esforzamos
por llevarla a la práctica en la vida cotidiana? «Tú conoces los mandamientos». También a nosotros está dirigida esa
respuesta de Jesús. Conocemos los mandamientos, pero, ¿los meditamos,
profundizamos y vivimos?
¿Comprendemos esos mandamientos como dirigidos a
nosotros? ¿Los comprendemos como orientación de Dios para hacer de nuestra vida
una vida plena y en camino hacia la Vida eterna?
Ante esta palabra de Jesús, el hombre responde: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi
juventud» (Mc 10, 20). Sin duda
su respuesta impresiona. Porque nos habla de un hombre con un anhelo sincero de
Vida eterna, de trascendencia. Un hombre que desde su juventud ha hecho un
camino.
«Ven y sígueme»
Tal
vez el mismo Jesús quedó impactado por su respuesta, por eso, «lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta
una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en
el cielo. Después, ven y sígueme”.» (Mc
10, 21).
Lastimosamente,
el diálogo entre Jesús y este hombre quedó trunco. Ya que «al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía
muchos bienes» (Mc 10, 22).
Por
un lado, resalta el drama de un hombre que tenía un anhelo pero no supo
transformar ese anhelo en decisión. Y así, su vocación juvenil quedó truncada. Por
otro lado, se nos muestra que el camino hacia una vida plena implica el conocer
los mandamientos de Dios, contenidos en la Sagrada
Escritura, y el vivirlos con generosidad en el seguimiento cotidiano de Jesús.
El camino hacia la Vida eterna, el cual se inicia en nuestra vida presente,
implica ambas cosas: conocer los mandamientos y vivirlos en el seguimiento de
Jesús.
Si le
tomamos el peso a esto, sin duda nos damos cuenta de que se trata de un camino
exigente. «¡Qué difícil es entrar en el
Reino de Dios!» (Mc 10, 24). Tal
vez, surja en nosotros el cuestionamiento de los discípulos: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» (Mc 10, 26).
Una
vez más Jesús nos ofrece una respuesta y con ello una esperanza y un camino: «Para los hombres es imposible, pero no para
Dios, porque para él todo es posible» (Mc
10, 27); es decir, vivir auténticamente los mandamientos de Dios en el
seguimiento de Jesús, confiando sólo en nuestras propias fuerzas, es imposible.
Pero, vivirlos y seguir a Jesús, confiando en su gracia y misericordia, es
posible. Es un camino que podemos realizar con Él. Un camino de alianza.
Así,
la Eucaristía se transforma en
compañía concreta de Jesús; en alimento que nos nutre, fortalece y capacita para
hacer vida lo que hemos escuchado en la Palabra
de Dios.
Viviendo
auténticamente la Eucaristía podemos
responder al llamado de Jesús: «ven y
sígueme», con la certeza de que en medio de las dificultades y desafíos de
este tiempo, recibiremos los consuelos de Dios «y en el mundo futuro la Vida eterna» (cf. Mc 10, 29 – 30).
Decidámonos por vivir los mandamientos de Dios Padre;
decidámonos por seguir a Jesús confiando en su gracia; decidámonos, con María
Reina, a forjar la Nación de Dios en
nuestro día a día. Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, I.Sch.
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