Domingo
29° del tiempo durante el año – Ciclo C – 2022
Lc
18, 1 – 8
Novena a la Madre, Reina y Victoriosa Tres veces
Admirable de Schoenstatt
Santuario de Tupãrenda
Octavo
día: Llamados a dar testimonio de Jesucristo con coherencia de vida
Queridos hermanos y hermanas:
En el
marco de la preparación a la Fiesta del
18 de Octubre en Tupãrenda, fiesta de la Alianza de Amor con María y fiesta del Santuario, nos reunimos a celebrar Eucaristía en el domingo, día de Cristo Resucitado.
Es
Cristo quien nos convoca a celebrar Eucaristía,
es Cristo quien nos convoca a escuchar su Palabra y así nos desafía a vivir
según su Evangelio, como auténticos
discípulos suyos, como auténticos bautizados.
De
eso se trata el Año del Laicado que
estamos viviendo como Iglesia en el Paraguay. Por un lado estamos llamados a
“redescubrir el ser y la misión de los laicos” desde el sacramento del Bautismo; y por otro lado, estamos
llamados a vivir en coherencia con la gracia bautismal que hemos recibido, en
coherencia con nuestra fe, en coherencia con el Evangelio de Jesús.
Redescubrir
el gran don del Bautismo cristiano y
vivir en coherencia con ese don: esta es nuestra tarea, esto es lo que
esperamos de este Año del Laicado;
esta gracia imploramos también aquí en Tupãrenda.
Coherencia de vida
Vivir en coherencia con el gran don del Bautismo, con el gran don de la fe en
Cristo. Si queremos vivir en coherencia con ese don, en primer lugar debemos
re-descubrir ese don, re-descubrir ese gran regalo que es la fe en Cristo y el Bautismo. O más que re-descubrir ese
don, se trata en realidad de descubrirlo como don por vez primera.
Aunque
somos bautizados, no hemos descubierto toda la riqueza que contiene nuestro Bautismo cristiano; aunque somos
bautizados, no hemos descubierto toda la riqueza que contiene nuestra fe en
Cristo. Porque muchas veces vivimos nuestra fe solamente como compromiso ético
y no como don que nos da vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).
Olvidamos
que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”[1]
Sí, el gran don de la fe es el encuentro con la
persona de Jesucristo, vivo y presente en su Iglesia, en su Palabra y en los
sacramentos.
Y “sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el
amor de Dios [en Cristo], que se convierte en feliz amistad, somos rescatados
de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.”[2] Sólo gracias a ese encuentro recibimos la vida en
abundancia y estamos en camino hacia una vida auténtica, plena y feliz.
Ése es el gran don de la fe, ése el gran don del
cristianismo. Y es con este gran don que estamos llamados a vivir en
coherencia. Ser coherentes con el don recibido en el Bautismo.
En profundidad la coherencia cristiana es en primer
lugar ser coherentes con la identidad más auténtica que nos regala el Bautismo: hijos e hijas de Dios Padre en
Cristo Jesús; morada del Espíritu Santo y miembros del santo Pueblo de Dios.
¡Es hermosa la identidad que nos regala Cristo! Con esa identidad estamos
llamados a ser coherentes y así a dar testimonio de Jesús en nuestras vidas.Misa desde el Santuario de Tupãrenda
Novenario 2022
Una vez que comprendemos la raigambre bautismal de la
coherencia, podemos entonces decidirnos a cultivar con decisión la dimensión
ética de la coherencia de vida; es decir, actuar concretamente en todas las
dimensiones y ambientes de nuestra vida de acuerdo a nuestra identidad más
propia y profunda: bautizados en Cristo, aliados de María, con una vocación de
vida y con un ideal al cual aspiramos.
El testimonio de la viuda del Evangelio
En el
fondo, ese es el testimonio que ofrece la viuda del evangelio (cf. Lc 18, 3); ese es el testimonio que
ofrecen tantos hombres y mujeres de fe que a pesar de las adversidades e injusticas
sufridas, no dejan de «orar siempre sin
desanimarse» (Lc 18, 1), y así,
con su oración dan testimonio de que Jesús está presente en sus corazones, de
que Dios sigue obrando en el mundo de forma silenciosa pero eficaz allí donde
hay un corazón creyente, un corazón con fe (cf. Lc 18, 8).
En
efecto, el que permanece en oración constante, y al mismo tiempo hace todo lo
posible por realizar el bien concreto en su entorno, da testimonio de
esperanza, da testimonio de que “cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me
escucha. (…) El que reza nunca está totalmente sólo”.[3]
Y así
el hombre y la mujer orantes y activos en el servicio a los demás, dan
testimonio de Cristo, porque en el fondo son coherentes con su vocación
bautismal, con el gran don recibido en el Bautismo.
El que es uno con Cristo, el que está movido por el Espíritu y se sabe hijo del
Padre y hermano de todos los miembros del Pueblo de Dios, no puede sino
irradiar eso que lleva en el corazón con su oración y su acción.
El que conoce su identidad cristiana y la asume,
connaturalmente vive esa identidad en su obrar y así irradia desde su interior
a Cristo vivo y presente en él.
Al renovar hoy nuestra Alianza de Amor con María, renovemos
también nuestra conciencia de bautizados en Cristo, para que desde el corazón y
en oración, nos pongamos al servicio de la edificación de la Nación de Dios en Paraguay. Amén.
P. Oscar Iván Saldívar, P.Sch.
Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt
16 de octubre de 2022
Buenas Padre! Sus palabras son bien acogidas en mí. Hermosa reflexión! Gracias.
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