La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

domingo, 16 de abril de 2023

Jueves Santo 2023 - «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?»

 

Misa vespertina de la Cena del Señor – Ciclo A – 2023

Jn 13, 1 – 15

«¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?»

Queridos hermanos y hermanas:

            Cuando iniciamos la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, quisimos acompañar a Jesús. Acompañarlo en su entrada a Jerusalén, pero sobre todo, acompañarlo en los días santos de su Pasión, Muerte y Resurrección.

            Con María, Nuestra Señora de los Dolores, y san Juan, el discípulo amado, fuimos parte de esa gran muchedumbre que desde Jericó acompañó al Señor en su peregrinación a Jerusalén, una peregrinación cuya meta última era “la entrega de sí mismo en la cruz” manifestando así su amor por nosotros, su amor hasta el fin (cf. Jn 13, 1).

Acompañar a Jesús

            En este Jueves Santo, seguimos acompañando a Jesús y a sus discípulos. También nosotros, al igual que los discípulos, en estos días le hemos preguntado al Señor: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?» (cf. Mt 26, 14 – 25); y escuchando su voz en nuestros corazones y en nuestros anhelos, hemos preparado la Pascua; hemos preparado nuestros corazones, hemos preparado el lugar y los ritos para celebrar el Triduo Pascual.

            Sí, queremos acompañar a Jesús en estos días santos, en estos días de su “gran semana”, la gran semana de nuestra fe. Sin embargo sabemos, por propia experiencia, que no es fácil velar en oración y acompañar al Señor. Aún en medio de los preparativos; aún medio de los momentos de oración y de reflexión, nos distraemos, nuestro corazón se duerme y dejamos de acompañar a Jesús.

            Volvemos a preguntarnos entonces: ¿qué significa acompañar a Jesús? ¿Qué debemos hacer para acompañarlo sincera y auténticamente?

¿Qué debemos hacer para acompañarlo?

            Y precisamente con la celebración de esta Misa vespertina de la Cena del Señor, nos damos cuenta de que para que nosotros podamos acompañar a Jesús durante estos días santos –y durante todos los días de nuestra vida-, en realidad, en primer lugar debemos dejarnos acompañar por Él.

            Como lo expresa tan bellamente un pasaje de la Primera Carta de san Juan: «el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero» (1 Jn 4, 10). Sí, el amor de Dios siempre es primero; el amor de Dios en Cristo, siempre es primero. Llega a nosotros, nos asombra, nos sana y nos capacita para responder con nuestro pequeño amor, al amor más grande, el amor hasta el fin.

            Es lo que experimentaron los discípulos, y se llenan de asombro. También ellos han querido acompañar a Jesús, pensando que lo harían con sus propias fuerzas. Sin embargo, el Maestro debe lavarlo sus pies –lavar sus corazones, sus vidas, sus heridas- y sólo después podrán los discípulos lavarse los unos a los otros, y juntos a los demás.

            Primero es Jesús quien nos acompaña, y como respuesta a esa experiencia, nosotros nos animamos a acompañar a Jesús en su caminar.

            Somos un poco como Pedro, quien asombrado –y casi escandalizado- dice: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?». Y ante la serena, pero firme respuesta de Jesús, Pedro –y también nosotros- acepta que el Señor debe lavar sus pies, el Señor debe acompañarlo para que luego él pueda seguirlo: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte».

«¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?»

           

Rito del lavatorio de pies.
Iglesia Santa María de la Trinidad.
Sí, necesitamos dejarnos acompañar por Jesús, para que nosotros podamos acompañarlo a Él, para que nosotros podamos seguirlo a Él. Necesitamos dejarnos lavar por su misericordia.

            Hoy, es el mismo Señor que vuelve a lavar nuestros pies y nuestros corazones; hoy es el mismo Señor que vuelve a darse en su Cuerpo y en su Sangre como alimento e íntima presencia en nuestro corazón. Hoy es el mismo Señor, quien con el gesto del lavado de los pies y de la cena, anticipa su entrega redentora en la Cruz por nosotros y por toda la humanidad.

            También a nosotros nos dirige la pregunta: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?». ¿Comprenden que es mi amor misericordioso el que los capacita para seguirme y para amar conmigo a los demás?

            En esta noche santa, dejemos que el Señor lave nuestros pies y nuestros corazones; recordemos en oración, todos los momentos y situaciones en los que el Señor nos ha lavado con su misericordia, nos ha amado con su misericordia, nos ha acompañado con su misericordia.

            Y la memoria agradecida y viva de ese amor, nos dará fuerza para responder a su amor hasta el fin, con nuestro amor día a día.

            Que María Santísima y el discípulo amado intercedan por nosotros para que abramos nuestros corazones a ese amor que Jesús nos tiene, ese amor hasta el fin que nos permite también a nosotros amar día a día y hasta el fin. Que así sea.

 

P. Oscar Iván Saldívar, P.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda- Schoenstatt

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