La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

lunes, 3 de abril de 2023

Domingo de Ramos 2023 - Acompañar a Jesús

 

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – Ciclo A - 2023

Mt 21, 1 – 11

 Mt 26, 3 - 5. 14 — 27, 66

Acompañar a Jesús

Queridos hermanos y hermanas:

Como cada año, hemos conmemorado la entrada del Señor en Jerusalén. Lo hemos hecho con el rito de la bendición de las palmas y de los ramos; y sobre todo, con la procesión del Domingo de Ramos.

 La entrada del Señor en Jerusalén

            Gracias a esta expresión de nuestra fe y de nuestra religiosidad popular, nos hacemos contemporáneos a los acontecimientos vividos por Jesús, sus discípulos y seguidores, y los habitantes de Jerusalén. Por un momento, también nosotros, como Pueblo de Dios, nos pusimos en camino detrás de nuestro Maestro y Señor, y lo hemos aclamado diciendo: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!» (Mt 21, 9).

            El texto evangélico que se proclama luego de la bendición de los ramos y antes de la procesión (cf. Mt 21, 1 – 11), no nos da detalles de quiénes acompañaban a Jesús en su peregrinación y en su entrada a la Ciudad Santa. Simplemente nos dice que «cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos» (Mt 21, 1) para traer un asna atada, junto con su cría, sobre la cual Él haría su entrada mesiánica a Jerusalén.

            Por lo tanto, podemos inferir que sus discípulos acompañaban a Jesús. “Jesús se había puesto en camino junto con los Doce, pero poco a poco se fue uniendo a ellos un grupo creciente de peregrinos; Mateo y Marcos nos dicen que, ya al salir de Jericó, había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (Mt 20, 29; cf. Mc 10, 46).”[1]

La entrega de sí mismo

            Sí, de alguna manera lo hemos revivido hoy. Hemos sido nosotros esa “gran muchedumbre” que acompaña a Jesús y a sus discípulos. De manera especial, hoy, gracias a las imágenes sagradas de la Dolorosa y de san Juan, también hemos experimentado cómo María, la Madre y Compañera de Jesús; junto con el discípulo amado, acompañan este caminar del Señor a Jerusalén; acompañan su subida a Jerusalén, cuya meta última es “la entrega de sí mismo en la cruz, una entrega que reemplaza los sacrificios antiguos; es la subida que la Carta a los Hebreos califica como un ascender, no ya a una tienda hecha por mano de hombre, sino al cielo mismo, es decir, a la presencia de Dios (9, 24). Esta ascensión hasta la presencia de Dios pasa por la cruz, es la subida hacia el «amor hasta el extremo» (cf. Jn 13, 1), que es el verdadero monte de Dios.”[2]

            Precisamente, luego de la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, la liturgia nos presente la proclamación de la Pasión del Señor. La escucha atenta de este texto, proclamado de forma solemne y en al ámbito litúrgico de este día, también nos hace contemporáneos a los acontecimientos de la Pasión del Señor. De alguna manera también hemos acompañado a Jesús en su camino al calvario, en su camino a la cruz.        

Acompañar a Jesús

            Sin embargo, debemos preguntarnos ¿qué significa acompañar a Jesús? ¿Qué significa acompañarlo durante estos días santos?

            Los evangelios nos dicen que sus discípulos y una multitud de peregrinos lo acompañaron en su subida a Jerusalén y en su ingreso a la misma. Pero también nos refieren que los mismos habitantes de Jerusalén estaban conmovidos ante tal acontecimiento y se preguntaban: «¿Quién es este?» (Mt 21, 10).

Imágenes sagradas
Ntra. Señora de los Dolores; el Señor de las Palmas 
y san Juan.
Iglesia Santa María de la Trinidad
Itauguá/Ypacaraí, Paraguay.

Es cierto que los que lo acompañaban respondieron: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea» (Mt 21, 11). ¿Pero cuánto conocían a Jesús? ¿Cuánto conocían sus enseñanzas y su estilo de vida? ¿Cuánto de ese estilo de vida asumieron? Junto con la multitud entusiasmada, se habrán unido curiosos y otros que se sintieron atraídos por Jesús o por el ambiente festivo que se había generado con su entrada mesiánica a Jerusalén. ¿Cuántos lo acompañaron al calvario?

Sabemos que ni siquiera sus propios discípulos lo acompañaron, a pesar de que Pedro y los demás dijeron: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré» (Mt 26, 35). En efecto, en el momento de su arresto «todos los discípulos lo abandonaron y huyeron» (Mt 26, 56).

Además, nuevamente, tantos curiosos se acercaron al calvario… Pero no para acompañar a Jesús, ni siquiera para ser testigos de su entrega, sino más bien para burlarse y denigrarlo.

¿Qué significa acompañar a Jesús? ¿Cómo queremos acompañarlo en estos días santos? ¿Qué implica para nosotros acompañar al Señor?

Claramente, acompañar a Jesús en estos días santos es algo más que un caminar meramente exterior y físico. Sin duda que la participación en las celebraciones de la Semana Santa nos ayudarán a acercarnos a Él, a estar con Él. Pero debemos participar de ellas no sólo con una presencia exterior o por costumbre y tradición, sino con una presencia llena de alma, una presencia de corazón. Se trata de un camino interior, un camino del corazón.

El mismo Señor nos da una clave en la proclamación de la Pasión: «Quédense aquí, velando conmigo» (Mt 26, 38). Sí, acompañar a Jesús en estos días santos significa velar con Él, permanecer con Él despiertos en la oración. Sólo la constante oración, la oración que brota del corazón, es capaz de mantenernos despiertos y atentos; y así íntimamente unidos a Jesús.

Sólo si nuestro corazón está despierto podremos acompañar a Jesús en estos días santos; sólo si nuestro corazón está despierto verdaderamente nos dejaremos tocar por el Señor en los misterios de nuestra fe que celebraremos y viviremos en estos días santos; sólo si nuestro corazón está despierto nuestro mundo interior volverá a estar abierto a la presencia y a la acción de Dios en nuestras vidas.

Pidamos esa gracia al iniciar hoy la Semana Santa; que María Santísima, la Dolorosa que permanece con Jesús al pie de la cruz, y que Juan, el discípulo amado, nos inspiren a permanecer despiertos en estos días santos, velando junto a Jesús en su camino pascual, anhelando vivir intensamente con Él su Misterio Pascual. Amén.  



[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones Encuentro, S.A., Madrid 2011), 12.

[2] Ibídem

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