Acción litúrgica de la Pasión del Señor – Ciclo B - 2024
Jn 18,1 – 19,42
Mc 14, 32 - 42
«Quédense aquí, mientras yo voy a orar»
Queridos hermanos y hermanas:
En este Viernes
Santo hacemos memoria de los dramáticos acontecimientos de la Pasión del
Señor. Jesús, al beber el cáliz que el Padre le ha dado (cf. Jn 18,
11) para nuestra redención, nos demuestra una vez más que nos ama hasta el fin
(cf. Jn 13, 1).
Como preparación a
esta Acción litúrgica de la Pasión del Señor hemos revivido la Crucifixión
del Señor con las imágenes sagradas de Cristo, la Dolorosa y
el Discípulo amado. Y ahora hemos escuchado el relato de la Pasión del
Señor.
Todo esto en el
contexto de un año dedicado a la oración, tanto en la Iglesia universal como en
el Iglesia que peregrina en el Paraguay. Por ello, les invito a tomar la
oración como clave de interpretación de los acontecimientos que estamos
conmemorando, celebrando y actualizando.
«Quédense aquí, mientras yo voy a orar»
Por un momento volvamos a la celebración del Domingo de Ramos en la
Pasión del Señor, concretamente al relato de la Pasión según san
Marcos, y dentro de ese texto, al apartado de la oración de Jesús en el
huerto de Getsemaní (Mc 14, 32 – 42).
El texto nos dice:
«Llegaron a una propiedad
llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo
voy a orar». Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir
temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de
muerte. Quédense aquí velando». Y adelantándose un poco, se postró en tierra y
rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba
–Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya».» (Mc
14, 32 – 36).
Me
parece que este texto es clave y paradigmático. Clave para comprender en
profundidad los acontecimientos de la Pasión
del Señor, para asomarnos con fe, respeto y reverencia al corazón mismo de
Jesús y contemplar con qué disposición interior ha vivido Él todos estos
acontecimientos que hoy rememoramos y celebramos litúrgicamente. No basta con
una conmemoración exterior, con una emoción pasajera o con visualizar una
representación ritual. Debemos dejarnos tocar el corazón –núcleo de nuestra
personalidad- por los acontecimientos salvíficos de la Pasión de Cristo.
Y
para ello debemos adentrarnos en ellos desde nuestra interioridad por medio de
la oración.
Por
ello, el texto citado es también paradigmático; es decir, se torna un ejemplo
de oración para todos nosotros en este momento en que contemplamos la Cruz del Señor, pero sobre todo, se
torna modelo de oración al confrontarnos con nuestras propias cruces vitales.
«Yo voy a orar»
Tanto en el relato de Marcos
como en el de Juan, se nos dice que
Jesús y sus discípulos, luego de la cena pascual, se retiraron a un lugar
ubicado «al otro lado del torrente Cedrón», a «una propiedad llamada Getsemaní» (Jn 18, 1 ; Mc 14, 32).
¿Y qué es lo primero que Jesús dice a sus discípulos? «Yo voy a orar». En el momento más
dramático de su vida, en el momento en que «siente
una tristeza de muerte»; lo primero -y único en realidad- que Jesús realiza
es orar; es decir, buscar ponerse en la presencia del Padre Dios y bajo su
mirada.
Y en ese ponerse bajo la mirada providente de Dios, Jesús
realiza una oración que lo involucra totalmente y de manera sincera. Lo
involucra totalmente porque su experiencia de oración implica voluntad –Yo voy a orar-, alma y afectos –mi alma siente una tristeza de muerte- y
cuerpo - se postró en tierra y rogaba-.
Una oración total y totalizante. Personal y personalizante.
¿Cuál es nuestra reacción en los momentos de turbación y
tristeza? ¿Acudimos a la oración o tratamos de evadirnos con mil distracciones
y conexiones? Y si logramos hacer oración, ¿nuestra oración implica a nuestra
voluntad, alma y cuerpo? ¿O nuestra oración se limita a un ejercicio
intelectual que no logra abrir nuestro corazón al Dios de la vida?
La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní es una
oración sincera. Él no esconde su temor, su tristeza. Incluso pide
abiertamente: «Abba –Padre– todo te es
posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya»
(Mc 14, 36).
Y en realidad, en esa oración total y sincera, se realiza
la obra de la redención humana; es decir, de la liberación humana. En esa lucha
en la oración, Jesús ha vivido ya su Pasión,
la misma que se concretará en los acontecimientos de su Crucifixión y Muerte; en esa lucha en la oración, Jesús ha liberado
nuestra voluntad humana del temor, de la tristeza y del sinsentido, al orientar
y alinear nuestra voluntad con la voluntad el Padre. En eso consiste la redención,
en eso consiste la auténtica liberación; asumir desde nuestra interioridad, con
Cristo, la voluntad de Dios para nuestras vidas. Calvario
Iglesia Santa María de la Trinidad.
Viernes Santo 2024.
Como bien lo expresaba Benedicto XVI: “Cada uno encuentra
su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo
plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta
verdad, se hace libre (cf. Jn 8, 32).”[1]
«No
se haga mi voluntad, sino la tuya»
Así, al aceptar ese
proyecto salvífico de Dios, que contiene amor y verdad, Cristo responde libre y
plenamente: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Y es por ello que
con fuerza le dirá a Pedro:
«¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?» (Jn 18, 11). Y así, al consumar su Pasión, dirá con
soberana y filial libertad: «Todo se ha cumplido» (Jn 19, 30).
Vemos así la grandeza
y profundidad de la oración de Cristo; vemos así lo grande y profunda que está
llamada a ser la oración cristiana; la oración de toda la Iglesia y la de cada
uno de los bautizados.
«Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre»
A
María, Mater Dolorosa – Madre Dolorosa,
quien supo estar al pie de la Cruz de su hijo, le pedimos:
Madre,
enséñanos a orar.
“Haznos comprender que el silencio [y la oración] no es desinterés por los hermanos
sino fuente de energía e irradiación;
no es repliegue sino despliegue;
y que, para derramar riquezas,
es necesario acumularlas.”[2]
Madre, enséñanos a orar.
Haznos comprender que los momentos de cruz, son
momentos de oración.
Haznos comprender, que solamente orando con tu
Hijo, alcanzaremos un día
la gloria, la alegría y la plenitud de la
resurrección.
Madre, enséñanos a orar. Amén.
P. Óscar Iván
Saldívar, I.Sch.
Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt
Viernes Santo 2024
Gracias Padre!
ResponderEliminarMater enséñanos a orar en todo tiempo 🙏