La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 29 de marzo de 2024

Pasión del Señor - Ciclo B - 2024 - «Quédense aquí, mientras yo voy a orar»

Acción litúrgica de la Pasión del Señor – Ciclo B - 2024 

Jn 18,1 – 19,42 

Mc 14, 32 - 42 

«Quédense aquí, mientras yo voy a orar» 

Queridos hermanos y hermanas:

            En este Viernes Santo hacemos memoria de los dramáticos acontecimientos de la Pasión del Señor. Jesús, al beber el cáliz que el Padre le ha dado (cf. Jn 18, 11) para nuestra redención, nos demuestra una vez más que nos ama hasta el fin (cf. Jn 13, 1).

            Como preparación a esta Acción litúrgica de la Pasión del Señor hemos revivido la Crucifixión del Señor con las imágenes sagradas de Cristo, la Dolorosa y el Discípulo amado. Y ahora hemos escuchado el relato de la Pasión del Señor.

            Todo esto en el contexto de un año dedicado a la oración, tanto en la Iglesia universal como en el Iglesia que peregrina en el Paraguay. Por ello, les invito a tomar la oración como clave de interpretación de los acontecimientos que estamos conmemorando, celebrando y actualizando.

«Quédense aquí, mientras yo voy a orar»

Por un momento volvamos a la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, concretamente al relato de la Pasión según san Marcos, y dentro de ese texto, al apartado de la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní (Mc 14, 32 – 42).

El texto nos dice:

 «Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar». Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.  Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando». Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».» (Mc 14, 32 – 36).

Me parece que este texto es clave y paradigmático. Clave para comprender en profundidad los acontecimientos de la Pasión del Señor, para asomarnos con fe, respeto y reverencia al corazón mismo de Jesús y contemplar con qué disposición interior ha vivido Él todos estos acontecimientos que hoy rememoramos y celebramos litúrgicamente. No basta con una conmemoración exterior, con una emoción pasajera o con visualizar una representación ritual. Debemos dejarnos tocar el corazón –núcleo de nuestra personalidad- por los acontecimientos salvíficos de la Pasión de Cristo.

Y para ello debemos adentrarnos en ellos desde nuestra interioridad por medio de la oración.

Por ello, el texto citado es también paradigmático; es decir, se torna un ejemplo de oración para todos nosotros en este momento en que contemplamos la Cruz del Señor, pero sobre todo, se torna modelo de oración al confrontarnos con nuestras propias cruces vitales.

«Yo voy a orar»

            Tanto en el relato de Marcos como en el de Juan, se nos dice que Jesús y sus discípulos, luego de la cena pascual, se retiraron a un lugar ubicado  «al otro lado del torrente Cedrón», a «una propiedad llamada Getsemaní» (Jn 18, 1 ; Mc 14, 32).

            ¿Y qué es lo primero que Jesús dice a sus discípulos? «Yo voy a orar». En el momento más dramático de su vida, en el momento en que «siente una tristeza de muerte»; lo primero -y único en realidad- que Jesús realiza es orar; es decir, buscar ponerse en la presencia del Padre Dios y bajo su mirada.

            Y en ese ponerse bajo la mirada providente de Dios, Jesús realiza una oración que lo involucra totalmente y de manera sincera. Lo involucra totalmente porque su experiencia de oración implica voluntad –Yo voy a orar-, alma y afectos –mi alma siente una tristeza de muerte- y cuerpo - se postró en tierra y rogaba-. Una oración total y totalizante. Personal y personalizante.

            ¿Cuál es nuestra reacción en los momentos de turbación y tristeza? ¿Acudimos a la oración o tratamos de evadirnos con mil distracciones y conexiones? Y si logramos hacer oración, ¿nuestra oración implica a nuestra voluntad, alma y cuerpo? ¿O nuestra oración se limita a un ejercicio intelectual que no logra abrir nuestro corazón al Dios de la vida?

            La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní es una oración sincera. Él no esconde su temor, su tristeza. Incluso pide abiertamente: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mc 14, 36).

           

Calvario 
Iglesia Santa María de la Trinidad.
Viernes Santo 2024.
Y en realidad, en esa oración total y sincera, se realiza la obra de la redención humana; es decir, de la liberación humana. En esa lucha en la oración, Jesús ha vivido ya su Pasión, la misma que se concretará en los acontecimientos de su Crucifixión y Muerte; en esa lucha en la oración, Jesús ha liberado nuestra voluntad humana del temor, de la tristeza y del sinsentido, al orientar y alinear nuestra voluntad con la voluntad el Padre. En eso consiste la redención, en eso consiste la auténtica liberación; asumir desde nuestra interioridad, con Cristo, la voluntad de Dios para nuestras vidas.

            Como bien lo expresaba Benedicto XVI: “Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8, 32).”[1]      

«No se haga mi voluntad, sino la tuya»

            Así, al aceptar ese proyecto salvífico de Dios, que contiene amor y verdad, Cristo responde libre y plenamente: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Y es por ello que con fuerza le dirá a Pedro: «¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?» (Jn 18, 11). Y así, al consumar su Pasión, dirá con soberana y filial libertad: «Todo se ha cumplido» (Jn 19, 30).          

            Vemos así la grandeza y profundidad de la oración de Cristo; vemos así lo grande y profunda que está llamada a ser la oración cristiana; la oración de toda la Iglesia y la de cada uno de los bautizados.

«Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre»

            A María, Mater Dolorosa – Madre Dolorosa, quien supo estar al pie de la Cruz de su hijo, le pedimos:

            Madre, enséñanos a orar.

“Haznos comprender que el silencio [y la oración] no es desinterés por los hermanos

sino fuente de energía e irradiación;

no es repliegue sino despliegue;

y que, para derramar riquezas,

es necesario acumularlas.”[2]

Madre, enséñanos a orar.

Haznos comprender que los momentos de cruz, son momentos de oración.

Haznos comprender, que solamente orando con tu Hijo, alcanzaremos un día

la gloria, la alegría y la plenitud de la resurrección.

Madre, enséñanos a orar. Amén.

 

P. Óscar Iván Saldívar, I.Sch.

Rector del Santuario de Tupãrenda – Schoenstatt

Viernes Santo 2024



[1] BENEDICTO XVI, Caritas in Veritate, 1.

[2] I. LARRAÑAGA, El silencio de María (Paulinas, Buenos Aires 20003), 7.

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