Llega a Simón Pedro; éste le dice: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?” Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde.” Le dice Pedro: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo.”
Jn 13, 6 – 8
Sión de la Trinidad , Santiago de Chile, 23 de marzo de 2008
Querida Familia y Amigos:
¡Feliz Pascua de Resurrección!
En la alegría de la Resurrección de Jesús quisiera compartir con ustedes unas breves reflexiones de estos días santos…
Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo.”
La cita del Evangelio según San Juan, corresponde a la lectura evangélica leída durante la celebración de la Misa de la “Cena del Señor”, la Misa del “lavado de los pies”, con la cual se abre el Triduo Pascual.
Es tal vez, una de los gestos más fuertes el del lavado de los pies. En nuestras iglesias y comunidades si hemos tenido la oportunidad de celebrar esta Misa, hemos visto una y otra vez al sacerdote retirarse la casulla y empezar a lavar los pies de todos los presentes o de un grupo elegido de personas que representan a toda la comunidad.
En lo personal, durante el lavado de pies de este Jueves Santo que pasó, volví a recordar todas las veces en que he participado de esta liturgia y en la que el sacerdote, en nombre de Cristo, lavó mis pies… Volví a recordar y a maravillarme por este gesto, por este regalo. Y allí resonaron en mis oídos las palabras de Jesús a Pedro: “Si no te lavo no tienes parte conmigo” – “Si non lavero te, non habebis partem mecum.”
“Si non lavero te, non habebis partem mecum.”
La reacción primera de Pedro ante el gesto de su Maestro, lavar los pies sucios por el polvo del camino a sus discípulos, aunque hoy nos parezca una reacción extraña, es en realidad una reacción muy humana creo, y una reacción que también a veces nosotros experimentamos ante ese Dios que quiere lavar nuestros pies.
Lavar los pies a los discípulos es un gesto de servicio, de amor… Pero Pedro ve en ello un gesto de humillación, gesto que no desea que su Maestro realice, por eso dice asombrado: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?”, para luego agregar con resolución: “No me lavarás los pies jamás.”
“No me lavarás los pies jamás.”
Creo que también nosotros a veces reaccionamos así ante Dios, reaccionamos así ante Jesús… Él quiere “lavar nuestros pies”, Él quiere lavar nuestros corazones, nuestras vidas. Y sin embargo nosotros nos avergonzamos ante Él de nuestros pies sucios por el polvo del caminar diario que puede hacerse pesado, nos avergonzamos del polvo de nuestras caídas, nos avergonzamos de nuestros pies heridos. Y así preferiríamos nosotros mismos lavar nuestros pies, nosotros solos sacarnos la polvareda de la vida, quisiéramos a veces presentarnos “ya limpios” ante Jesús nuestro Dios.
Y ¡qué paradojal es este Dios! Justamente Él nos invita a que nos presentemos ante Él tal y cual somos, Él nos invita a que les mostremos nuestros pies, que lo dejemos a Él limpiar el polvo de nuestras vidas y de nuestros corazones, pues si no dejamos que Él lave nuestros pies no podremos tener parte con Él.
De eso se trata la Semana Santa , de eso se trata toda la vida cristiana, de dejar con confianza que Jesús, que es Maestro y Señor, limpie nuestros pies, nuestros corazones y nuestras vidas. Si nos dejamos lavar por Él con confianza podremos tener “parte con Él”, podremos participar de su vida, de su resurrección, de su alegría, de su misión.
Y pienso que Jesús lava nuestros pies, nuestras vidas, no sólo en la noche del Jueves Santo, sino que a lo largo de toda la vida… Ya desde el Bautismo nos ha lavado con el agua bautismal; cada vez que acudimos a la Reconciliación Él vuelve a “lavar nuestros pies” y a besarlos con ternura; en la Eucaristía vuelve a lavar mi corazón y así también a través de tantas personas que a lo largo de nuestra vida nos han regalado algo de Jesús… Por eso queridos amigos les invito a que recordemos en estos días todas las veces en que Jesús “lavó nuestros pies” a lo largo de nuestra vida, agradezcamos por ello y recordemos que Él lava nuestros pies para que también nosotros podamos lavar los pies de nuestros hermanos y hermanas… En la medida en que yo me deje lavar, en que yo me deje amar por Jesús, podré también lavar y amar a otros, y así también en la medida en que yo imite a Jesús y lave los pies de otros y ame a otros estaré lavando los pies de Jesús y amando a Jesús.
Resurrexi, et adhuc tecum sum (Salmo 138, 18b)
Resucité, y aquí estoy contigo. Con estas palabras inició hoy el Papa Benedicto su mensaje pascual Urbi et orbe.
Luego de la entrega de Jesús en la Cruz , entrega que realizó por todos aquellos a quienes día a día lava los pies, el corazón y la vida; resucita con alegría y nos dice a cada uno de nosotros: “Resucité, y aquí estoy contigo”. ¡Qué alegría más grande puede haber que esta! Jesús resucitó; Aquel que me ama, Aquel que lava mi vida y entrega su vida por la mía ha resucitado y está aquí conmigo.
Especial experiencia de esto hemos hecho en la Vigilia Pascual en la cual volvimos a recibir a Jesús en la Eucaristía , a ese Jesús Resucitado que me dice estoy aquí contigo.
Querida familia y amigos, Jesús ha resucitado, Aquel que lava con cariño nuestros pies y nuestra vida toda, Aquel que quiere estar con nosotros, en nosotros… Vivamos con esta conciencia durante el tiempo pascual que hoy se inicia, Él está conmigo, Él quiere estar conmigo. Y si en el día a día nuestros pies, nuestra vida, vuelve a llenarse de polvo, no dudemos en presentarnos ante nuestro Dios, Él nos volverá a lavar, Él nos volverá amar y así tendremos parte con Él, así tendremos parte en su vida y misión, así tendremos parte en su Resurrección.
Que la Mater , Madre de Confianza y Reina del Cielo, nos eduque siempre como discípulos que confían ciegamente en el amor de su Maestro, su hijo Jesús.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Con cariño
Oscar Iván
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