La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

viernes, 26 de agosto de 2011

Meditación Pascual 2009

Sión del Padre, 14 de abril de 2009
Resurrectio Domini, spes nostra!
Queridos hermanos y amigos:
¡Feliz Pascua de Resurrección! “¡La resurrección del Señor es nuestra esperanza!” Luego de una Semana Santa en misiones con el grupo platense Adsum Pater, quisiera tratar de sintetizar mi vivencia de la Cuaresma y de estos días santos como un pequeño saludo pascual para compartir con aquellos a quienes siempre llevo en el corazón.
Adsum Pater
Sin duda este año mi Cuaresma y mi Semana Santa estuvieron marcadas por la misión Adsum Pater. Desde marzo, un grupo de chicos y chicas de La Plata, han venido reuniéndose para preparar un tiempo de misión en Semana Santa. Cada uno quería “vivir una Semana Santa diferente”, cada uno quería dar todo de sí, cada uno quería decir como Jesús: Aquí estoy Padre.
La preparación para los días de misión nos llevó a centrarnos en dos misterios que queríamos vivir, celebrar y compartir durante la Semana Santa con el pueblo de Caseros: por un lado el misterio de la Pascua de Cristo; y por otro lado, el misterio de la Alianza de Amor. Estas dos corrientes de vida, de espiritualidad, marcaron nuestra Cuaresma. A medida que nos acercábamos a la Semana Santa se nos fue haciendo claro que si queríamos vivir profundamente el misterio de la Pascua de Cristo, debíamos hacerlo de la mano de María, en Alianza de Amor con Ella. Si queríamos regalar Schoenstatt a la Iglesia en Caseros, debíamos volver a lo esencial, a lo fundamental de nuestra vivencia espiritual: la Alianza de Amor con María.
Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Mc 10,13-15)
Al centrar mis propias meditaciones personales sobre la Alianza de Amor con María para poder acompañar a los misioneros, volví a descubrir algo de la infancia espiritual… El camino de la conversión cuaresmal, puede a veces ser un camino doloroso, sobre todo cuando nos confrontamos con nuestras caídas –viejas y nuevas- que muchas veces nos pesan y nos desalientan. Sin embargo al experimentar esas caídas, esas debilidades, nos experimentamos también pequeños.
En verdad somos niños –Puer-, pues si no nos tomamos de la mano de Jesús y de María nos perdemos, como los niños pequeños… Necesitamos tomarnos de las manos de Mamá, para no perdernos en el camino, para poder levantarnos de nuevo. Así, a la luz de la presencia maternal de María, a la luz de la Alianza de Amor, comprendemos por qué Jesús, nos invita a aceptar el Reino de Dios como niños. Si tratamos de entrar a ese Reino por nuestros propios medios, es probable que nos cansemos de intentar una y otra vez, es probable que nos dejemos caer. Se trata por eso de ser niños, y de alegrarnos por nuestras debilidades, pues ellas nos recuerdan que en verdad somos niños.
Vivir la Alianza de Amor para los demás
Sin embargo, este ser niños de María, este vivir en una íntima y tierna Alianza de Amor con Ella, no significa un intimismo, un encerrarse en uno mismo y sus inquietudes, pues, “el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará” (Mc 8,35). Por ello, se trata de vivir esta Alianza de Amor para los demás. Vivirla a fondo, en las alegrías y en las tristezas, en los momentos de cielo y en aquellos que experimentamos nuestras miserias, sabiendo que esta vivencia, si la compartimos, si la regalamos –y no la guardamos sólo para nosotros mismos- será fecunda. Si María nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos, es para comprender a otros, para ayudar a otros, para caminar con otros.
De eso se trata justamente la Semana Santa, de eso se trata justamente el Viernes Santo de Jesús; de no guardarse la vida, sino de entregarla, de perderla por los demás y en los demás para paradojalmente así ganarla. La muerte tiene que ver con “perder la vida”… Sin embargo este perder la vida significa para nosotros, cristianos, paradojalmente encontrarla. Es perdiéndola que la encontramos. Pero perdiéndola en Cristo y en los que Él pone a mi lado. Si trato de guardarme mi vida para mí mismo, en una actitud egoísta, en realidad, no gano mi vida, sino que la pierdo… Sin embargo si la doy a Cristo, si la doy a otros, entonces gano mi vida, entonces siento y experimento que estoy vivo. Así, aprender a morir como Jesús en el Viernes Santo, es aprender a salir de nosotros mismos, aprender a amar. De eso se trata; aprender a morir como Jesús, es a la larga, aprender a vivir (cf. Hacia el Padre, 631).

Resurrectio Domini, spes nostra
Esta muerte de Jesús, su entrega en la Cruz y su Resurrección son en verdad nuestra esperanza (cf. Mensaje de Pascua 2009 de Benedicto XVI).  Porque nos señalan que si amamos, si con su ayuda logramos salir de nosotros mismos a su encuentro y al encuentro de los demás, entonces por fin perderemos nuestra vida para encontrarla, para encontrar esa felicidad que tanto anhelamos.
Por su muerte y resurrección Él ya salió y sale constantemente a nuestro encuentro, así en cada persona, en especial en cada amigo, nos vuelve a decir: Resurrexi et adhuc tecum sum, “He resucitado, y aquí estoy contigo”. En cada Eucaristía Él nos vuelve a decir: “Aquí estoy contigo”. Y por el misterio pascual que vivimos en la Eucaristía nosotros le podemos decir: “Estás enteramente con tu ser en el santuario de mi corazón, así como reinas en el cielo y habitas glorioso junto al Padre” (Hacia el Padre, 143).
Si Él está con nosotros, Él nos enseñará a vivir, a perder la vida en Él y en nuestros hermanos -en nuestros amigos- para encontrarla. Él nos enseñará a amar, Él nos enseñará a vivir nuestra Alianza de Amor con María para los demás.
¡Feliz Pascua de Resurrección para cada uno!
Con cariño
Oscar Iván - PMSCP

No hay comentarios:

Publicar un comentario