La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

jueves, 1 de septiembre de 2011

Crisis en la educación. Una mirada desde la teología.


La actual crisis educacional en Chile –y sobre todo el movimiento social que ha surgido en torno a este tema- pareciera poner en cuestión a la “racionalidad económica” como racionalidad directiva de la sociedad… De allí entonces surge la pregunta: ¿Cuál es la racionalidad adecuada para pensar la sociedad humana?

La Teología y la racionalidad
Al cuestionarse por la relación entre fe y razón, la Teología se pregunta por la razón humana. Se pregunta por su fundamento, su alcance y sus límites. En ese sentido, la pregunta por la razón desde la Teología no es una pregunta superflua o retórica. De acuerdo a la respuesta que se dé a esta pregunta la Teología podrá proponer su objeto: la fe. Y la fe, no puede renunciar a la razón, pues “la fe sin la razón no será humana”[1] .
Por eso la Teología tiene una palabra para decir y proponer sobre la razón humana y si tiene una palabra sobre la razón humana desde la fe, tiene también una palabra para ofrecer sobre el hombre y la sociedad.
Entonces, si la razón teológica aspira a la comprensión de Dios, del hombre y de la realidad –con sus límites-, la razón teológica puede cuestionar a la razón económica –íntimamente unida a la razón moderna positivista-, sobre todo si esta pretende erigirse como la única razón directiva de la sociedad.

La reducción de la razón y sus consecuencias
Ya en Ratisbona Benedicto XVI nos señalaba la “autolimitación moderna de la razón (…) radicalizada ulteriormente (…) por el pensamiento de las ciencias naturales”[2]. Así, esta razón moderna, basada en la síntesis entre cartesianismo y empirismo, ratifica su éxito por medio de la técnica[3]. De alguna manera de este “éxito” participa también la racionalidad económica. Ella se preocupa fundamentalmente de medir la realidad humana, de hacerla mensurable presentando la realidad como unidades a ser cuantificadas y organizadas a través de modelos matemáticos. ¿Pero puede la sola racionalidad económica dar cuenta de toda la realidad? ¿Se explica toda la realidad humana por medio de modelos matemáticos?
Se trata de poner en cuestión la reducción de la razón; pues al reducirse la razón –al reducirse la comprensión del hombre y de su realidad- se reduce al hombre mismo. Allí donde la razón sólo se ocupa de mensurara y cuantificar la realidad ya no queda espacio para los interrogantes propiamente humanos: la pregunta por el sentido de la vida, por la ética y por la fe. Es la reducción de lo humano lo que está en cuestión, la reducción de la educación, la reducción de la vida social que se manifiesta como “mercantilización de la vida social”[4].

Ampliar la razón humana
Si la razón ha de ser verdaderamente humana y por ello realmente “razón social” –razón que dirige la vida social- ha de ampliarse. No se trata de negar los avances de la razón moderna –científica y técnica-, sino de corregir su pretensión de absolutizarse como parámetro de validación de la realidad. Lo mismo se ha de decir de la razón económica, no se trata de negar su campo de acción, pero sí de corregir su pretensión de absoluta auto-regulación. “La dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental. La economía no funciona sólo son una auto-regulación mercantil, sino que tiene necesidad de una razón ética para funcionar para el hombre”[5], pues, “el sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y preciosamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente”[6].
Se trata entonces de “ampliar nuestro concepto de razón y su uso”[7] para que sea verdaderamente humana y por ello social. Junto a la razón científica y técnica, junto a la razón económica, habría que ubicar a la “razón relacional y orgánica”.
Razón relacional. Se trata de una razón –una manera de comprender la realidad- relacionada con el Dios de Jesucristo, y por eso abierta a la dimensión trascendente del hombre, abierta a la pregunta ética y de sentido. Se trata aquí de la confianza fundamental en que el si el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27), entonces el logos humano –la razón humana- es capaz de reflejar al Logos divino, Jesucristo. Cuando hablamos de razón hablamos siempre de persona. Por eso la razón puede ser relacional en el sentido de abierta a lo social, a lo comunitario y a las relaciones interpersonales. No se puede comprender la realidad en solitario, sino vinculados personalmente unos con otros.
Razón orgánica. La razón humana, y por ello la razón social, está llamada a ser orgánica en el sentido de que no es sólo ratio, conocimiento y saber científico, sino también amor, amor entendido como el constante salir del propio yo hacia el encuentro del y la formación del nosotros. Si la razón es también amor, entonces es humana, entonces da cuenta de la totalidad de lo humano. “Cristo es el Logos encarnado y es “el amor hasta el extremo””[8].
Ampliar la razón humana y social es ampliar la concepción del hombre y de lo humano, ampliar sus instituciones sociales y darle su verdadero horizonte y dignidad.

Una propuesta a nivel personal
Toda la reflexión precedente quiere mover a las personas y sobre todo generar la pregunta por cómo estamos viviendo nuestra vida en sociedad, cómo comprendemos nosotros nuestra realidad.
A nivel personal se trata de generar espacios de encuentro entre las personas, se trata de generar  confianzas y así dar espacio a la gratuidad. Como lo señala Benedicto XVI: “La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión”[9]. Se trata de tomar conciencia de que a nivel humano lo más importante se da en los encuentros gratuitos… La amistad, la fraternidad, el amor paterno-filial y el de pareja, cuando son verdaderos, nunca se dan como una relación mercantil, sino como encuentro gratuito. Si la razón humana es razón relacional, cuanto más el hombre mismo es ser relacional.
La relacionalidad que lleva al encuentro tiene sin duda su fundamento en el ser relacional del hombre, pero también tiene su fundamento en la limitación propiamente humana, en la finitud del hombre. Somos seres relacionales porque no podemos abastecernos a nosotros mismos de todo aquello que necesitamos, y mucho menos de aquello que más necesitamos: del amor, del encuentro con un . La vida misma nos es dada… Desde el primer momento somos donados a la existencia. Y desde la fe podemos decir que somos donados para donar.
La finitud humana así entendida es oportunidad de encuentro gratuito a nivel personal, pero cabe también la pregunta por esos encuentros humanos a nivel social. ¿Qué espacio queda para lo gratuito en las relaciones sociales? ¿Qué espacio queda para las relaciones verdaderamente humanas –y no sólo mercantiles- a nivel social?

De lo personal a lo social
Desde la perspectiva personal vale la pena hacerse la pregunta por lo social. Ya al inicio de este artículo decíamos que la racionalidad económica está puesta en cuestión como racionalidad social. ¿Cómo se articula entonces una razón relacional y orgánica en la vida en sociedad?
La primera concreción pasa por reconocer el carácter finito y relacional del hombre, y por lo tanto su necesidad de relaciones plenamente humanas. Es por ello que estas relaciones plenamente humanas deben darse primeramente en las relaciones personales, pero desde allí deben llegar a conformar la vida en sociedad.
La vida social pide nuevamente que lo propiamente humano sea puesto en el centro de la sociedad. El grito social pide dejar atrás el paradigma mercantil en las relaciones humanas y volver a recuperar las relaciones humanas, las relaciones con rostro. No son los objetos lo que dan rostro a una sociedad, sino los rostros humanos.
En este sentido se trata de cuestionar nuestras estructuras sociales y su sentido. ¿Cuánto ayudan nuestras instituciones a humanizar al hombre? ¿Cuánto ayudan nuestras instituciones a personalizar al hombre, a crear comunidad? La sociedad y sus instituciones debieran responder a ese anhelo de humanidad, a ese anhelo de una sociedad más humana, más relacional y orgánica. Se trata de caminar hacia una sociedad donde todos tengamos un lugar, donde estemos los unos al lado de los otros, con los otros y para los otros… No podemos seguir enfrentados como sociedad.
Una sociedad más humana, más relacional, es aquella que sabe preocuparse por otros, y en especial por los más débiles; se trata de generar condiciones de vida más humanas –educación, salud, vivienda, trabajo-. Se trata de entrar de nuevo en diálogo, confiando que en todo diálogo verdadero –y por ello humano y social- se encuentra en medio Cristo, el Logos que es amor, que es relación.


[1] Ratzinger, J., «Situación actual de la fe y la teología», en Humanitas, Número Especial (2005), 30-43.
[2] Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://humanitas.cl/html/destacados/ratisbona/Ratisbona.html>
[3] Cf. Ibídem
[4] Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Recuperemos la confianza y el diálogo, 4 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.iglesia.cl/>
[5] Benedicto XVI, Respuestas de Benedicto XVI  a los periodistas en el vuelo a Madrid [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.zenit.org/article-40094?l=spanish >
[6] Caritas in Veritate 36.
[7] Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://humanitas.cl/html/destacados/ratisbona/Ratisbona.html>
[8] Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del CELAM, 1 [en línea]. [fecha de consulta: 23 de agosto de 2010]. Disponible en: <http://www.celam.org/conferencias/Documento_Conclusivo_Aparecida.pdf >
[9] Caritas in Veritate 6.

2 comentarios:

  1. Muy interesante Oscar.
    Lo comparto -¿cómo no hacerlo?-, pero volviendo al tema que conversábamos el otro día (sobre la validez del movimiento actual), no me explico cómo se desligaría la razón económica de la educación si se acataran las "propuestas exigidas".
    Lo bueno, como bien decías, es que por lo menos ahora se cuestionaron las bases y se ha abierto un diálogo, aunque pareciera que la intransigencia está de moda...

    Nos vemos, un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Nacho! Gracias por tomarte el tiempo para leerlo... Bueno, no se trata de dejar de lado la economía, es parte de la vida en sociedad, sino de pensarla desde otros ángulos. Pero bueno, a creer en el diálogo! Un abrazo!

    ResponderEliminar