La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

sábado, 3 de septiembre de 2011

Cultura de Alianza: un proceso de vida


En la entrada de hoy quisiera compartir con ustedes una experiencia de vida. Una experiencia muy reciente que surgió a partir de lo que hoy está vivo en la sociedad chilena: el movimiento estudiantil. Quisiera mirar este fenómeno social desde la perspectiva de la vida que suscitó en los estudiantes de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Varios de los que allí estudiamos somos religiosos, pertenecientes a las más diversas congregaciones y comunidades religiosas –Padres de Schoenstatt, Jesuitas, Salesianos, Sodalicios de Vida Cristiana, etc.-, muchos somos extranjeros, y también algunos son estudiantes laicos… Toda esta diversa realidad hace a la recepción vital del movimiento estudiantil y sus demandas al interior de la Facultad de Teología.

Siendo sincero hay dos cosas que a mí me han impresionado fuertemente: por una lado la vida que este tema suscitó entre nosotros como estudiantes de Teología, y como hombres y mujeres de fe; y por otro lado, el tomar conciencia de que lo que nos aunó a todos fue la misión, el anhelo de dar una respuesta a la realidad social en que vivimos.

Como les contaba, los estudiantes de Teología procedemos de diversos orígenes, sea de distintos países, sea de distintas comunidades religiosas y espiritualidades. Y nunca antes –al menos en el tiempo en que yo llevo estudiando en esta Facultad- habíamos logrado encontrarnos tan fuertemente.

El movimiento estudiantil y su demanda por una educación de calidad y para todos, una educación que no genere desigualdad social, sino que ayude a sanar el tejido social; nos llegaron de fuera de la Facultad, fue, por decirlo de alguna manera, vida que surgía no desde nuestro interior, sino extra muros, más allá de las puertas de la Facultad y de la Iglesia. Esta vida que surgía y su fuerza, nos obligaron a paralizar nuestras actividades académicas, y darnos el tiempo para dejarnos tocar, para dejarnos afectar por lo que la sociedad chilena está viviendo[1].

He aquí un “primer paso” de este proceso de vida: dejarse tocar por la realidad que otros viven, dejarse afectar y acoger esa realidad.

El dejarnos interpelar por la realidad nos llevó a encontrarnos entre nosotros como estudiantes de Teología y compañeros de estudio. De a poco, los rostros que nos eran familiares desde la distancia fueron teniendo nombres. Esos nombres se transformaron en personas a las cuales empezamos a conocer un poco más. Empezamos a saber no sólo lo que pensábamos los unos y los otros, sino de dónde proveníamos, cuáles eran nuestras inquietudes y nuestras reacciones frente al tema. En síntesis el abrirnos a la realidad que nos interpelaba nos llevó a un “segundo paso” de este proceso de vida: encontrarnos mutuamente, conocernos, escucharnos, intercambiar ideas, respetarnos; entrar en una relación más personal. Ya no éramos personas que estaban simplemente unas al lado de las otras, sino que estábamos unos con otros, y para los otros; se empezó a gestar una “comunidad estudiantil”; y desde esa comunidad nos dispusimos a dar una respuesta a la realidad social.

“Hemos experimentado en carne propia los frutos del diálogo y del encuentro, aun cuando entre nosotros no había y no hay un parecer uniforme sobre muchos de los problemas que aquejan a la educación en particular y al país en general. Sin embargo, a pesar de ello, hemos decidido paralizar nuestras actividades académicas, a fin de identificarnos con los que paran, miran, se compadecen y actúan (cf. Lc 10,34-36) en relación a los que más padecen la injusticia”[2]. Es éste el “tercer momento” de este proceso de vida: la unidad en la misión.

Vida y misión ha sido lo que nos unió, lo que nos permitió reconocernos los unos a los otros y formar una comunidad orientada hacia una meta: dar testimonio de Jesucristo en la sociedad. Creo que es ésta también la experiencia de la Iglesia. La Iglesia no es otra cosa que una basta y multiforme comunidad de hombres y mujeres que encuentra su unidad en Jesucristo y su misión. La Iglesia es Iglesia cuando en los “signos de los tiempos”[3] reconoce una voz del Espíritu y se abre a dejarse tocar por esa voz, se abre a dejarse impulsar por ese viento (cf. Jn 3,8); y así, poniendo su mirada y su corazón en los otros, vuelve a encontrar a Jesucristo y a encontrarse ella misma.

Se trata, me parece a mí, de una experiencia muy concreta de lo que es la cultura de Alianza. Se trata de vivir en Alianza con Cristo y María, pero una Alianza que siempre implica vivir en Alianza con otros; es la dimensión eclesial o social de la Alianza de Amor. La relación personal con el Dios vivo en Jesucristo, por su propia dinámica, nos lleva a una relación personal con aquellos que nos rodean. Nos lleva a salir de relaciones anónimas para entrar en relaciones personales –con todo el desafío que ello implica-, nos lleva a entrar en relaciones de alianza; y así, en el día a día, vamos gestando una nueva cultura, una nueva manera de vivir, una nueva manera de comprender nuestra sociedad y de hacer las cosas: la cultura de Alianza, la vida en Alianza.


[1] La primera asamblea de estudiantes de Teología se llevó a cabo el día martes 16 de agosto. En ella, la comunidad estudiantil decidió ir a paro hasta el día lunes 22 de agosto. Hasta la fecha (2 de septiembre) seguimos en paro a la espera del diálogo entre dirigentes estudiantiles y el gobierno.
[2] Declaración de Estudiantes de Teología UC, “¿Y quién es mi prójimo?” Lc 10,30. Disponible en: http://encarnaccion.blogspot.com/2011/08/y-quien-es-mi-projimo-lc-1030.html
[3] Cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, Nº 4: “Para cumplir esta misión, es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas”. Disponible en: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html

2 comentarios:

  1. Mencantó. Lo voy a usar con el grupo q dirijo! Un fuerte abrazo Oscar, de esos q supimos darnos! Saludos de la JM de La Plata!

    Rau

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  2. Raulo!!!
    Qué gran alegría saber de vos! Cómo estás? Che dale un gran saludo a los muchachos, y lo que te sirva usalo, para eso está este espacio. Un fuerte abrazo!

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