La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

lunes, 20 de octubre de 2014

18 de octubre: un acontecimiento de fe

18 de octubre: un acontecimiento de fe

Queridos hermanos y hermanas,

Querida Familia del Santuario Joven:

“¡Alégrate!, el Señor está contigo” (cf. Lc 1,28), el saludo del Ángel Gabriel a la Virgen María resuena también hoy en nuestros oídos, en nuestras almas y en nuestros corazones.

Sí, a través de la presencia de María en el Santuario también nosotros experimentamos que el Señor está con nosotros, y la presencia del Señor en nuestras vidas es ya alegría, pues “alegría y gracia van juntas”.[1]

Sí, alegría y gracias van juntas, es lo que experimentamos en este día de celebración, en este día de renovación.

¿Qué celebramos el 18 de octubre de 2014?

            Y para profundizar esta alegría por la gracia recibida, vale la pena que volvamos a tomar conciencia de qué celebramos este 18 de octubre de 2014.

           
          Celebramos un acontecimiento histórico, un acontecimiento de fe ocurrido en una pequeña capillita en el valle de Schoenstatt a orillas del Rin. Como dice nuestro propio Padre Fundador: “¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande!”.[2] Y lo corrobora el texto evangélico que hemos escuchado: “el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1, 26).

            Sí, celebramos un acontecimiento de fe ocurrido hace 100 años en Schoenstatt y que hunde sus raíces en el acontecimiento de fe ocurrido en Nazaret hace más de 2000 años. Se trata de una nueva iniciativa divina, se trata de Dios que quiere entrar una vez más en la historia de la humanidad, se trata de la fe de José Kentenich y de los primeros congregantes, que como María dijeron que sí, primero en la intimidad de sus propios corazones y luego a lo largo de toda su vida. Es la Alianza de Amor: iniciativa divina y confiada respuesta humana.

            Pero el 18 de octubre no es sólo un acontecimiento histórico, sino un acontecimiento de fe actual. Por eso estamos aquí. Cada uno de nosotros, a su manera y en su historia personal, ha experimentado el acontecimiento del 18 de octubre y ha respondido con su sí. Cada uno de nosotros ha creído en el amor y la misericordia de María en su vida y ha sellado –para siempre- una Alianza de Amor con Ella. Se ha entregado totalmente, y Ella, lo ha recibido totalmente. Es la Alianza de Amor: alegría de pertenecerle a Ella y de que Ella nos pertenezca.

Un acontecimiento de fe

            Entonces, ¿en qué consiste este acontecimiento de fe que celebramos y queremos renovar? El evangelio de la Anunciación (Lc 1,26-38) puede ayudarnos a meditar en torno a este acontecimiento de fe.

            Así como el texto inicia diciendo: “El Ángel Gabriel fue enviado por Dios” (cf. Lc 1,26), de la misma manera nuestro Padre Fundador vivió el 18 de octubre de 1914 como una irrupción de lo divino en su vida, como una iniciativa de Dios. De distintas maneras en su vida, él fue percibiendo la Divina Providencia que lo guiaba a sellar una Alianza de Amor con María, que lo invitaba a dar un salto de fe en medio de las circunstancia de la Primera Guerra Mundial.

            Así como María y el ángel entran en diálogo: “¿Cómo puede ser esto?” (cf. Lc 1,34), José Kentenich se pregunta: “¿Acaso no sería posible que la Capillita de nuestra Congregación al mismo tiempo llegue a ser nuestro Tabor, donde se manifieste la gloria de María?”.[3] Se trata de nuestra pequeñez que se entrega confiada en las manos de Dios y así se convierte en filialidad y por ello en Alianza.

            Finalmente el sí de María, el “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) abre la historia a la encarnación del Verbo de Dios y en esa fecundidad nos trae al Salvador del mundo, a Jesús, el Cristo. Así también el sí de José Kentenich y de los primeros ha hecho posible la fecundidad de la Alianza de Amor que hoy cumple 100 años de vida.

            Iniciativa divina –misericordia-, entrega confiada –filialidad- y fecundidad es el acontecimiento de fe que llamamos Alianza de Amor y que hoy celebramos.

¿Qué celebra cada uno de nosotros en este día?

            Así, cada uno de nosotros hoy debe volver a recordar, a pasar por el corazón, aquel día, aquel momento, aquella hora de gracia en la cual Dios irrumpió de forma misericordiosa en su vida. Aquel día en que de forma original nos dijo: “¡Alégrate! Yo estoy contigo”. Y volver a responderle: “sí, yo creo que Tú estás conmigo, hágase en mí según tu palabra”; para que Él vuelva a hacer fecunda nuestra pequeñez entregada en sus manos.

            Al renovar hoy nuestra Alianza de Amor volvemos a entregarnos totalmente a María, volvemos a entregarle nuestra pequeñez, para que en Alianza con Ella seamos fecundos para su Obra de Schoenstatt.

            Quisiera terminar esta meditación haciendo nuestras las palabras de nuestro Padre Fundador:

            “Tres veces Admirable,
            benigna y poderosa,
            espiritualmente me postro ante tu imagen
            en unión con todos los consagrados a ti,
            que están dispuestos
            a morir por tu Reino.

            Queremos reflejarnos en tu imagen
            y volver a sellar nuestra Alianza de Amor.
            A nosotros, tus instrumentos,
            en todo aseméjanos a ti
            y en todas partes por nosotros
            construye tu Reino de Schoenstatt.”[4] Amén.

            Nos cum prole pia, benedicat Virgo Maria.

P. Oscar Iván Saldivar F.  



[1] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús (Buenos Aires, Planeta 2012), 35.
[2] J. KENTENICH, «Acta de Fundación» en Documentos de Schoenstatt (Córdoba, Patris 2007), 30.
[3] J. KENTENICH, «Acta de Fundación» en Documentos…, 29.
[4] J. KENTENICH, Hacia el Padre 179-180.

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