Vigilia Pascual 2015
El camino pascual
Queridos hermanos y
hermanas en Cristo:
Reunidos en esta “noche de
gracia”[1]
para celebrar esta Vigilia Pascual
les invito a que hagamos un recuento de los acontecimientos y celebraciones que
hemos vivido durante la Semana Santa.
Un camino pascual
Desde el Domingo de
Ramos nos hemos puesto en camino con Jesús y sus discípulos. Nos hemos
unido a su peregrinación hacia Jerusalén; una peregrinación cuya meta última “es
la entrega de sí mismo en la cruz”[2],
y con ello el cumplimiento de su amor
hasta el fin por nosotros (cf. Jn 13,1).
Al caminar con Jesús y sus discípulos en estos días
santos hemos descubierto que ser cristiano es un “camino de conversión”. Un
camino que nos exige dar pasos día a día; un camino, cuyo fruto es la
transformación de la cruz en amor entregado. Se nos revela entonces el
verdadero sentido del camino cristiano: se trata de un “camino pascual”.
Un camino en el cual, siguiendo a Jesús día a día, paso a
paso, vamos transformando nuestro egoísmo en generosidad; nuestra indiferencia
en ternura; nuestro rencor en perdón; nuestro pecado en arrepentimiento
esperanzado; nuestra cruz en amor entregado hasta el fin. Sí, el camino
cristiano es un camino pascual, es la transformación por el amor de Cristo Jesús.
El
amor siempre transforma, nos toca en lo más profundo y nos abre a un nuevo
horizonte lleno de luz y de esperanza.
Un camino mistagógico
Comprendemos entonces el sentido profundo de las
celebraciones y los ritos de la Semana
Santa, y en particular, del Triduo
Pascual. Se trata de hacer nuestro el camino de Jesús, se trata de hacer
nuestro su camino pascual.
Sí, la Iglesia como Madre que nos dio a luz en el Bautismo, nos toma de la mano con ternura, paciencia y sabiduría, y nos introduce en el Misterio Pascual de Cristo, en la vida cristiana. Nos toma de la mano con ternura en el sacramento de la Reconciliación y sana nuestras heridas. Nos toma de la mano con paciencia y nos muestra múltiples signos en la Eucaristía para que nuestro corazón se abra a la presencia del Resucitado. Finalmente nos toma de la mano con sabiduría y nos explica las Sagrada Escrituras y el sentido de los acontecimientos de la historia de salvación.
Y como buena Madre la Iglesia quiere que vivamos lo que
nos ha enseñado, que entreguemos lo que hemos recibido. Por eso nos envía a
glorificar al Señor Jesús con nuestra vida[4],
nos envía para que en la vida cotidiana podamos ser hombres y mujeres
pascuales.
«No teman. Jesús de
Nazaret ha resucitado»
Sí, somos enviados a nuestra vida cotidiana luego de
estos intensos días santos para que allí caminemos como hombres y mujeres
pascuales, como testigos de la resurrección de Cristo.
Sin embargo, al igual que a los discípulos, la
resurrección de Jesús nos sorprende y supera. No la comprendemos del todo y
muchas veces nos cuesta percibir la presencia del Resucitado en el día a día.
Incluso a veces nos dejamos ganar por la oscuridad “del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento.”[5]
En esos momentos recordemos las palabras del ángel: “«No teman. Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado»” (cf. Mc 16,6).
Cuando nuestro camino pascual se torne difícil renovemos
en nuestros corazones ese mensaje reconfortante: «No temas». Es como si el
mismo Jesús nos dijese a cada uno: «No temas. Yo hice este camino y lo volveré
a hacer contigo. Yo te mostraré el camino de la vida y te saciaré de alegría en
mi presencia» (cf. Sal 16 (15), 11).
Sí, en este camino pascual, Cristo, verdadero cirio pascual, va delante de nosotros y así nos regala la luz de la fe pascual, “una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce el ocaso.”[6]
Que María, Madre y Compañera del camino pascual, nos
enseñe a percibir al Resucitado en nuestra vida cotidiana para que todas las
dimensiones de nuestra existencia reciban la luz pascual, la transformación por
el amor. Amén. Aleluya.
[1]
Pregón Pascual
[2] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús
de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Ediciones
Encuentro, Madrid 2011), 17.
[3]
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 1075: «La catequesis litúrgica pretende
introducir en el Misterio de Cristo (es “mistagogia”), procediendo de lo
visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los “sacramentos” a los “misterios”.»
[4]
Cf. MISAL ROMANO, Ordinario de la Misa, Rito de conclusión.
[5] PAPA
FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii
Gaudium 1.
[6]
PAPA FRANCISCO, Carta encíclica Lumen
Fidei 1.
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