Jueves Santo 2015 – Ciclo B
«Hagan esto en memoria mía»
Queridos hermanos y hermanas:
Así como con el Domingo de Ramos abríamos la Semana Santa, con la celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor
abrimos el Sagrado Triduo Pascual “de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, que es el culmen de todo el año litúrgico y también el
culmen de nuestra vida cristiana.”[1]
Al escuchar el evangelio
proclamado para conmemorar la entrada del Señor en Jerusalén (Mc 11,1-10), veíamos cómo Jesús y sus
discípulos se aproximaban a Jerusalén (cf. Mc
11,1) en una peregrinación que tenía como meta última la entrega de Jesús en la
cruz, la entrega de Jesús en el amor hasta el fin (cf. Jn 13,1).
Hagan esto en memoria mía
La celebración de esta misa de la Cena del Señor nos pone de lleno ante el
misterio de la “entrega de Jesús”, ante el misterio de su “amor hasta el fin”: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo
Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había
amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13,1).
La Liturgia de la Palabra nos
invita en primer lugar a hacer memoria de este amor hasta el fin. Así lo
expresa la lectura tomada del libro del Éxodo
(Éx 12, 1-8. 11-14) que lleva nuestra
memoria hasta la Pascua judía, “la Pascua del Señor” (Éx 12,11), y nos invita a integrarnos a ese acontecimiento
salvífico de la liberación del pueblo de Israel, porque para nosotros la Pascua
judía prepara la Pascua cristiana, la Pascua de Cristo Jesús.
En la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios se presenta
nuevamente ante nosotros la memoria creyente: “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo
siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio
gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes.
Hagan esto en memoria mía». «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi
Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». (1Co 11, 23-24. 25b).
Resuena en nuestros oídos y
corazones la palabra de Jesús transmitida por San Pablo: «Hagan esto en memoria mía». ¿A qué se refiere el Señor? ¿De qué
tenemos que hacer memoria? ¿Por qué es importante para nuestra fe hacer memoria?
Porque “la fe contiene
precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del
encuentro con Dios.”[2]
Se trata de la memoria del amor. Necesitamos hacer memoria de que Jesús nos amó
hasta el fin (cf. Jn 13,1);
necesitamos hacer memoria de que su Cuerpo y su Sangre se entregan por nosotros
(cf. 1 Co 11,
24-25). La memoria
de su amor renueva nuestra fe y despierta nuestro amor.
“Jesús nos deja la Eucaristía como
memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua
(cf. Lc 22,19).”[3]
Sí, esta memoria nos introduce cada vez más en su misterio pascual. Su entrega
por nosotros nos lleva a renunciar a nosotros mismos y a entregarnos a Él en
los hermanos. Así nos vamos introduciendo día a día en su Pascua. Por eso “el
creyente es fundamentalmente «memorioso».”[4]
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice
con ustedes
“Sin
embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una
promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del
camino.”[5]
Por eso, junto con la memoria de la Última Cena, la Liturgia de la Palabra
propone hoy para nuestra meditación el relato del lavatorio de los pies contenido en el Evangelio según San Juan (Jn
13, 1-15).
Luego de
lavar los pies a sus discípulos Jesús les dice: “les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies los
unos a los otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice
con ustedes” (Jn 13, 14-15).
Así, la
memoria de la fe se vuelve camino a seguir. Y nos muestra que hacer memoria del
amor de Jesús, celebrar la Eucaristía, no consiste solamente en celebrar el
sacramento, sino en vivir este sacramento día a día. Sí, para hacer memoria de
su entrega debemos hacer lo mismo que Él hizo con sus discípulos y con cada uno
de nosotros: lavar los pies, es decir, abajarnos y servir a nuestros hermanos.
Lavar sus pies, lavar sus rostros, lavar sus corazones con nuestro amor y
misericordia. Por eso, hacer memoria del amor de Jesús no es sólo recordar,
sino vivir hoy ese amor a Él en nuestros hermanos.
La memoria
del amor se transforma en tarea de amor y así nos abre al futuro, a la
esperanza de la Pascua, a la esperanza de la felicidad plena. Como el mismo
Jesús lo dice a sus discípulos en un versículo que hoy no se lee pero vale la
pena recordar: “Ustedes serán felices si,
sabiendo estas cosas, las practican” (Jn
13,17).
Sí, vivir el
amor como Jesús lo vivió nos abre a la felicidad plena. Que estos días santos
renueven la memoria de nuestro encuentro con Jesús, y que esta memoria renueve
nuestro amor y nos abra así a participar plenamente de su Pascua amando a los
demás. Que así sea. Amén.
[1] PAPA
FRANCISCO, Audiencia General del miércoles 1 de abril de 2015 [en línea]. [fecha
de consulta: 1 de abril de 2015]. Disponible en:< http://www.news.va/es/news/el-papa-francisco-explica-el-triduo-pascual-en-su>
[2] PAPA
FRANCISCO, Memoria de Dios, Homilía
durante la Misa para la jornada de los Catequistas, Roma, 29 de septiembre de
2013. [en línea]. [fecha de consulta: 1 de abril de 2015]. Disponible en:
[3] PAPA
FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 13.
[4] Ibídem.
[5]
PAPA FRANCISO, Carta Encíclica Lumen
Fidei 9.
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