La vida es camino

Creo que una buena imagen para comprender la vida es la del camino. Sí, la vida es un camino. Y vivir se trata de aprender a andar ese camino único y original que es la vida de cada uno.
Y si la vida es un camino -un camino lleno de paradojas- nuestra tarea de vida es simplemente aprender a caminar, aprender a vivir. Y como todo aprender, el vivir es también un proceso de vida.
Se trata entonces de aprender a caminar, aprender a dar nuestros propios pasos, a veces pequeños, otras veces más grandes. Se trata de aprender a caminar con otros, a veces aprender a esperarlos en el camino y otras veces dejarnos ayudar en el camino. Se trata de volver a levantarnos una y otra vez cuando nos caemos. Se trata de descubrir que este camino es una peregrinación con Jesucristo hacia el hogar, hacia el Padre.
Y la buena noticia es que si podemos aprender a caminar, entonces también podemos aprender a vivir, podemos aprender a amar... Podemos aprender a caminar con otros...
De eso se trata este espacio, de las paradojas del camino de la vida, del anhelo de aprender a caminar, aprender a vivir, aprender a amar. Caminemos juntos!

miércoles, 6 de mayo de 2015

La amistad de Jesús

La amistad de Jesús

Domingo VI de Pascua –Ciclo B

“Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Ustedes son mis amigos.»” Jn 15,9.14a

Queridos hermanos y hermanas:

En el evangelio de hoy (Jn 15, 9-17) Jesús nos dirige palabras hermosas  y a la vez comprometedoras y desafiantes. Hermosas porque nos hablan de su amor por nosotros; comprometedoras y desafiantes porque corrigen nuestra idea de amor y amistad.

«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.»

Durante la última Cena, en el momento previo a su Pasión, Jesús le dice a sus discípulos –y a nosotros-: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.»

«Como el Padre.» ¿Cómo ama el Padre? En la segunda lectura (1Jn 4,7-10) lo hemos escuchado: «Dios nos manifestó su amor. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero.» (1Jn 4,9a. 10a).

Sí, Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8) siempre toma la iniciativa en el amor. Su amor es primero, su amor nos “primerea”.[1] Su amor es eterno, anterior a toda iniciativa e historia humana. Anterior a todo intento de respuesta humana. Y Jesús, el Hijo, sabe que el Padre lo ha amado y lo sigue amando desde siempre y para siempre. Ser hijo es saberse profundamente amado en todas las circunstancias de la vida. Y la certeza de ese amor nos salva y posibilita nuestra respuesta de amor. Cuando nos experimentamos amados entonces nos hacemos capaces de amar.

Como Dios Padre ama, así nos ama Jesús. Él nos ha elegido antes de que podamos elegirlo a él; Él nos ha amado antes de que nosotros le amemos. Él nos ha conocido antes de que le conozcamos. Él se ha entregado por nosotros antes de que nosotros nos entreguemos a él.

Y este amor de Jesús por nosotros es tan grande que Él nos constituye en amigos suyos: «Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les ha dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,15).

«Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.»

Jesús nos ha constituido amigos suyos, pero ¿qué significa esto? “Porque Jesús muere por los suyos, éstos pasan a ser sus amigos.”[2] Es decir, porque se entrega totalmente por sus discípulos, ellos pasan a ser sus amigos. Porque se entrega totalmente por nosotros y a nosotros, pasamos a ser sus amigos.

El amor consiste precisamente en salir de uno mismo, elegir al otro y darse por el otro. Se trata de un éxodo desde el propio yo hacia el tú.[3] Cuando libremente elegimos al otro y le servimos, entonces amamos.

Y aquí  es donde Jesús nos desafía y compromete. Nos desafía porque su palabra y su vida, corrigen nuestra visión de la amistad y del amor. Normalmente consideramos amigos a aquellos que nos dan alegría y satisfacción, aquellos que comparten nuestros intereses, ideas y criterios. Sin embargo, Jesús nos muestra que amigos no son sólo los que nos dan alegría, sino aquellos a quienes –más allá de nuestras naturales simpatías- elegimos dar alegría. Cuando tomo la iniciativa y me entrego a alguien y por alguien, esa persona se vuelve mi amigo.

«Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando»

Sí, el amor de Jesús obra una transformación en nosotros. Por su amor, por su entrega nos convertimos de servidores en amigos, entramos en su intimidad y Él entra en la nuestra. Y en la medida en que nosotros amamos como Él nos ama, permanecemos en su amor, permanecemos en su amistad.

En esto consiste el ser amigos de Jesús: en creer verdaderamente que Él nos ha amado y nos ama; en recibir su amor y vivir de ese amor acrecentándolo amando a los demás. “Ser cristiano es ante todo un don, pero que luego se desarrolla en la dinámica del vivir y poner en práctica este don.”[4]

Que María, Madre del Amor Viviente, nos enseñe a recibir el don de la amistad de Jesús y a vivirlo en el amor a los demás. Amén.






[1] Cf. PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 24.
[2] J. BLANK, El Evangelio según San Juan, Tomo II (Herder, Barcelona 1984), 154.
[3] Cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 6.
[4] J. RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Encuentro, Madrid 2011), 83.

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