La amistad de Jesús
Domingo VI de Pascua
–Ciclo B
“Durante
la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo
los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Ustedes son mis amigos.»” Jn 15,9.14a
Queridos hermanos y hermanas:
En
el evangelio de hoy (Jn 15, 9-17)
Jesús nos dirige palabras hermosas y a
la vez comprometedoras y desafiantes. Hermosas porque nos hablan de su amor por
nosotros; comprometedoras y desafiantes porque corrigen nuestra idea de amor y
amistad.
«Como el Padre me amó,
también yo los he amado a ustedes.»
Durante
la última Cena, en el momento previo a su Pasión, Jesús le dice a sus
discípulos –y a nosotros-: «Como el Padre
me amó, también yo los he amado a ustedes.»
«Como el Padre.» ¿Cómo
ama el Padre? En la segunda lectura (1Jn
4,7-10) lo hemos escuchado: «Dios nos
manifestó su amor. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó primero.» (1Jn
4,9a. 10a).
Sí,
Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8)
siempre toma la iniciativa en el amor. Su amor es primero, su amor nos
“primerea”.[1]
Su amor es eterno, anterior a toda iniciativa e historia humana. Anterior a
todo intento de respuesta humana. Y Jesús, el Hijo, sabe que el Padre lo ha
amado y lo sigue amando desde siempre y para siempre. Ser hijo es saberse
profundamente amado en todas las circunstancias de la vida. Y la certeza de ese
amor nos salva y posibilita nuestra respuesta de amor. Cuando nos
experimentamos amados entonces nos hacemos capaces de amar.
Como
Dios Padre ama, así nos ama Jesús. Él nos ha elegido antes de que podamos
elegirlo a él; Él nos ha amado antes de que nosotros le amemos. Él nos ha
conocido antes de que le conozcamos. Él se ha entregado por nosotros antes de
que nosotros nos entreguemos a él.
Y
este amor de Jesús por nosotros es tan grande que Él nos constituye en amigos
suyos: «Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les
ha dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,15).
«Ámense los unos a los
otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los
amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.»
Jesús
nos ha constituido amigos suyos, pero ¿qué significa esto? “Porque Jesús muere
por los suyos, éstos pasan a ser sus amigos.”[2]
Es decir, porque se entrega totalmente por sus discípulos, ellos pasan a ser
sus amigos. Porque se entrega totalmente por nosotros y a nosotros, pasamos a
ser sus amigos.
El
amor consiste precisamente en salir de uno mismo, elegir al otro y darse por el
otro. Se trata de un éxodo desde el propio yo hacia el tú.[3]
Cuando libremente elegimos al otro y le servimos, entonces amamos.
Y
aquí es donde Jesús nos desafía y
compromete. Nos desafía porque su palabra y su vida, corrigen nuestra visión de
la amistad y del amor. Normalmente consideramos amigos a aquellos que nos dan
alegría y satisfacción, aquellos que comparten nuestros intereses, ideas y
criterios. Sin embargo, Jesús nos muestra que amigos no son sólo los que nos
dan alegría, sino aquellos a quienes –más allá de nuestras naturales simpatías-
elegimos dar alegría. Cuando tomo la iniciativa y me entrego a alguien y por
alguien, esa persona se vuelve mi amigo.
«Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les mando»
Sí,
el amor de Jesús obra una transformación en nosotros. Por su amor, por su
entrega nos convertimos de servidores en amigos, entramos en su intimidad y Él
entra en la nuestra. Y en la medida en que nosotros amamos como Él nos ama,
permanecemos en su amor, permanecemos en su amistad.
En
esto consiste el ser amigos de Jesús: en creer verdaderamente que Él nos ha
amado y nos ama; en recibir su amor y vivir de ese amor acrecentándolo amando a
los demás. “Ser cristiano es ante todo un don, pero que luego se desarrolla en
la dinámica del vivir y poner en práctica este don.”[4]
Que
María, Madre del Amor Viviente, nos enseñe a recibir el don de la amistad de
Jesús y a vivirlo en el amor a los demás. Amén.
[1]
Cf. PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii
Gaudium, 24.
[2] J.
BLANK, El Evangelio según San Juan,
Tomo II (Herder, Barcelona 1984), 154.
[3]
Cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est,
6.
[4] J.
RATZINGER/BENEDICTO XVI, Jesús de
Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Encuentro,
Madrid 2011), 83.
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