Domingo 4° de Pascua –
Ciclo B
Jn
10, 11 – 18
«Yo soy el buen Pastor»
Queridos hermanos y
hermanas:
En este Domingo 4°
de Pascua contemplamos a Jesucristo como “Buen Pastor resucitado que nos da
la Vida en abundancia y nos congrega en un solo rebaño”[1].
En efecto, en el evangelio que se proclama hoy (Jn 10, 11 – 18) escuchamos parte del discurso en el cual Jesús se
presenta a sí mismo como buen Pastor y nos indica cuáles son las
características que lo identifican como tal.
Los estudiosos de la Sagrada
Escritura nos dicen que el objetivo principal de este discurso es el “de
exponer la imagen cristiana del Mesías,
que sólo se puede entender rectamente desde la muerte en cruz de Jesús.”[2]
Precisamente, en el Misterio
Pascual de Cristo se revela plenamente el sentido de la afirmación: «El buen Pastor da su vida por las ovejas»
(Jn 10, 11). Abramos el corazón a
esta palabra de Jesús, acojámosla, meditémosla y dejémonos interpelar por ella.
«Yo soy el buen Pastor»
Las palabras con las cuales Jesús inicia este discurso
son categóricas: «Yo soy el buen Pastor».
Impresionan por su sencillez y contundencia. En estas palabras se nos revela la
auto-conciencia de Jesús, “con la imagen del buen pastor Jesús se está
caracterizando a sí mismo.”[3]
Así Jesús demuestra claramente ante los judíos, ante sus
discípulos y ante nosotros, que tiene conciencia de su identidad y misión. Él
es el «buen Pastor». Con esa
conciencia –y con esa misión- se presenta hoy ante nosotros.
Al presentarse de este modo, Jesús se distingue a sí
mismo de otros supuestos pastores. De hecho, en versículos anteriores del
Capítulo 10, el mismo Señor dice: «Todos
aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas
no los han escuchado» (Jn 10, 8).
La Sagrada
Escritura conoce y utiliza la imagen del pastor como “metáfora firmemente
establecida en el lenguaje figurado del antiguo Oriente para designar a los
gobernantes, así como el «apacentar» equivale frecuentemente a «gobernar».”[4]
Por esta razón, todos aquellos que tienen un rol de autoridad y de gobierno –sea
político o religioso-, en la historia del pueblo de Israel frecuentemente son
comparados con el pastor de un rebaño.
Así el ideal del pastor indica la manera en que reyes,
sacerdotes y profetas deben llevar adelante su misión de guiar al pueblo de Dios.
En efecto, el mismo Dios es el Pastor de Israel, así lo indica el Salmo 80:
«Escucha, Pastor de
Israel,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que tienes el trono sobre los
querubines,
resplandece entre Efraím, Benjamín y
Manasés;
reafirma tu poder y ven a salvarnos.» (Salmo 80, 2 – 4).
«El asalariado no se
preocupa por las ovejas»
Sin embargo, a pesar de que la imagen del pastor era
conocida para las autoridades del pueblo de Israel, no supieron vivir su misión
de acuerdo con este ideal.
En
efecto, por boca del profeta Ezequiel
el Señor Dios reprende a los pastores de Israel (cf. Ez 34, 2) que se apacientan a sí mismos y no al rebaño: «Ustedes se alimentan con la leche, se
visten con la lana, sacrifican a las ovejas más gordas, y no apacientan el
rebaño. No han fortalecido a la oveja débil, no han curado a la enferma, no han
vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, ni han buscado a la
que estaba perdida. Al contrario, las han dominado con rigor y crueldad.» (Ez 34, 3 – 4).
Por
esta razón el mismo Jesús distinguirá entre el buen Pastor y el asalariado: «El asalariado, que no es el pastor y al que
no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el
lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las
ovejas.» (Jn 10, 12 – 13).
Al
final, el pastor que no vive ni cumple plenamente su vocación y misión se
comporta como asalariado, es decir, no realiza su tarea pastoral por interés en
las ovejas que están a su cuidado, sino mirando a los beneficios que pueda
obtener. No le interesa servir a los demás, sino servirse de los demás. No le
interesa el crecimiento de los que están bajo su cuidado, en último término,
porque no se identifica con ellos: «el
asalariado no es el pastor, ni le pertenecen las ovejas» (cf. Jn 10, 11).
El
ideal del buen Pastor que se nos presente hoy con toda claridad en Jesucristo,
muerto y resucitado para nuestra salvación, es un ideal que sigue vigente para
todos nosotros, tanto en el ámbito de la comunidad familiar y eclesial, como en
el ámbito de la vida política y social. Todos podemos y debemos sentirnos
interpelados por este ideal cristiano en el ejercicio de la autoridad.
Nuestra
conciencia personal y cívica debe despertar y dejarse cuestionar por las
palabras del Evangelio de Jesús. En
la tarea pastoral que cada uno de nosotros lleva adelante, sea en la familia,
el apostolado, el trabajo, el estudio o la sociedad, ¿me comporto como pastor
de vocación, o más bien, como asalariado que busca sólo su comodidad y propio
interés? ¿Qué tipo de liderazgo y de ejercicio de la autoridad quiero promover
y apoyar? ¿Busco y apoyo una autoridad que sea capaz de «dar su vida por las ovejas», o más bien apoyo a uno que en
realidad «no se preocupa por las ovejas»?
«Ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo
Pastor»
Para poder discernir la manera en que debemos ejercer
nuestro rol como autoridad debemos en primer lugar dejarnos pastorear por el
mismo Jesús. Dejar que en nuestro interior resuene su palabra: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su
vida por las ovejas».
Mater Admirabilis, ora pro nobis. Litografía a color. Kunst Adelt. Maastricht, Holanda. |
Animémonos
a descubrir que Él es buen Pastor a través de tantas personas que nos rodean.
Jesús es buen Pastor en “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en
esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa”[5];
en las “personas sencillas y cercanas
que nos iniciaron en la vida de fe”[6];
en tantos agentes pastorales que “dan la vida por amor”.[7]
Dejándonos
pastorear por el mismo Jesús e inspirándonos en su manera de ser Pastor,
también nosotros podremos con Él ser buenos pastores –allí donde nos toque- y
entregaremos nuestra vida en el amor cotidiano de forma libre y generosa (cf. Jn 10, 18). Así también podremos
discernir la manera en que queremos que se ejerza la autoridad en nuestra
sociedad, y, ayudaremos a que se cumpla en nosotros la palabra del Señor: «Mis ovejas oirán mi voz, y así habrá un
solo rebaño y un solo Pastor» (cf. Jn
10, 16).
A María Santísima, Madre del Buen Pastor – Mater Boni Pastoris,
le pedimos que nos enseñe a dejarnos conducir dócil y fielmente por Jesucristo,
“para que pronto haya un solo rebaño y un solo Pastor, que conduzca a los
pueblos hacia la Santísima Trinidad. Amén.”[8]
[1] Cf.
MISAL ROMANO, Ritos Iniciales, Acto Penitencial, Tiempo de Pascua.
[2] J.
BLANK, El Evangelio según San Juan. Tomo
Primero B (Editorial Herder, Barcelona 1991), 229.
[3] P.
J. KENTENICH en P. WOLF (Ed.), Llamado,
consagrado y enviado. Textos escogidos del P. José Kentenich sobre el sacerdocio
(Editorial Nueva Patris S.A., Santiago – Chile 32011), 81.
[4] J.
BLANK, El Evangelio según San Juan…,
242.
[5] PAPA
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Gaudete
et Exsultate sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, 7.
[6]
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 13.
[7]
PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium,
76.
[8] P.
JOSÉ KENTENICH, Hacia el Padre 528.