Domingo 29° durante el año
– Ciclo B
Mc
10, 35 – 45
«Cuando estés en tu
gloria»
Queridos hermanos y
hermanas:
El evangelio de hoy (Mc
10, 35-45) inicia con un interesante diálogo entre Jesús, por un lado, y los
discípulos Santiago y Juan, por el otro lado.
En este breve pero intenso diálogo inicial vemos cómo se
contraponen las expectativas humanas y el ideal de vida que nos propone Jesús.
Meditemos el texto evangélico para recibir su mensaje y así aplicarlo a nuestra
propia vida.
«Cuando estés en tu gloria»
Con mucha transparencia y espontaneidad, Santiago y Juan
se acercan a Jesús y le dicen: «Maestro,
queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir» (Mc 10, 35). ¿Y qué es lo que piden? «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando
estés en tu gloria» (Mc 10, 37).
Si tratamos de imaginar la escena, seguramente nos
sorprenderemos ante las palabras de los discípulos. ¿A qué aspiran Santiago y
Juan? ¿Qué es lo que están pidiendo a su Maestro?
Santiago y Juan aspiran al poder y al prestigio. Se trata
de las expectativas tan humanas –y al mismo tiempo tan mundanas- que anidan en
el corazón de los discípulos y en los corazones de tantos hombres y mujeres.
¿De dónde nacen estas expectativas tan humanas?
Por un lado, como ya lo señalé, nacen del mismo corazón
humano. Si somos sinceros y miramos en
nuestro interior, sin duda descubriremos también en nosotros expectativas
similares. Muchas veces, de nuestra vida de fe y de nuestro seguimiento a
Jesucristo, esperamos recibir alguna ventaja: una bendición que imploramos; la
ayuda en una situación personal, familiar o económica; o simplemente esperamos
que el Señor nos haga mejores personas perfeccionando tal o cual cualidad de
nuestra personalidad.
Por otro lado, las expectativas de los discípulos nacen
también de una imagen o idea de un “mesianismo triunfalista”. Sabemos que en la
Palestina del siglo I abundaban las ideas y expectativas mesiánicas de distinto
tipo. Muchos esperaban un Mesías con poder político y militar que estableciera
finalmente el Reinado de Dios en la
tierra, restableciendo un reino de Israel independiente del poder imperial
romano.
Por todas estas razones los discípulos se atreven a
decirle a su Maestro: «Concédenos
sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria»
(Mc 10, 37).
Incluso, si los discípulos imaginaban una gloria
escatológica – es decir, una gloria que se manifiesta al final del curso del
tiempo-, su pedido seguía estando motivado por un deseo de participar del poder
y del prestigio del Mesías.
«¿Pueden beber el cáliz
que yo beberé?»
Una primera pregunta que surge del pedido de los
discípulos a Jesús es: ¿en qué consiste la “gloria” de Jesús?
Tanto por los evangelios
sinópticos como por el Evangelio
según San Juan, sabemos que la gloria de Jesús no consiste en la gloria de
los reyes o gobernantes de este mundo. Ante Pilato, el mismo Jesús dirá: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi
realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para
que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí» (Jn 18, 36).
Por lo tanto, la verdadera gloria de Jesús, y su auténtica
glorificación, se manifiestan en la Cruz (Cf. Jn 17, 1-5). Muy lejos de los conceptos y expectativas mundanos de
gloria triunfalista. Por esta razón Jesús responde al pedido de sus discípulos
con las siguientes palabras: «No saben lo
que piden» (Mc 10, 38).
Sin embargo, Jesús sabe descubrir lo positivo que hay en
las expectativas e ideas muy humanas de sus discípulos. Jesús tomará estas
expectativas e invitará a los suyos a purificar sus motivaciones para seguirlo.
Ese es el sentido del siguiente diálogo: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y
recibir el bautismo que yo recibiré? Podemos, le respondieron.» (Mc 10, 38-39).
El «podemos» de
los discípulos es todavía un “sí” muy impulsivo y emocional. Probablemente
todavía requiere de maduración y crecimiento. Pero el anhelo de seguimiento de
Jesús está presente. Y eso es lo importante para el Señor.
«El que quiera ser grande,
que se haga servidor de ustedes»
Y por lo tanto, para purificar las motivaciones de sus
discípulos –y nuestras propias motivaciones- Jesús presenta un ideal de vida al
cual aspirar: «El que quiera ser grande,
que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se
haga servidor de todos.» (Mc 10,
43-44).
Sí, frente a la expectativa de poder y prestigio, Jesús
presenta el ideal del servicio y la entrega. Y lo hace no solamente con
palabras, sino con su propia vida: «Porque
el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su
vida en rescate por una multitud» (Mc
10,45).
Ecce Ancilla Domini. Dante Gabriel Rossetti, 1850. Óleo sobre tela. Tate Britain, Londres, Reino Unido. Wikimedia Commons. |
Hacer conscientes nuestras expectativas; asumirlas;
confrontarlas con los ideales que nos propone Jesús, y luego, decidirnos libre
y generosamente por los ideales y valores que Jesús nos propone.
Porque cristiano no es aquél que sabe mucho sobre la vida
de Jesús y habla mucho sobre Él; sino que, cristiano es aquél que día a día se
decide por los ideales y valores de Jesús; aquél que día a día trata de actuar
como Jesús lo haría en las distintas situaciones de su vida.
Por eso, a María, Ancilla
Domini – Servidora del Señor, le pedimos que nos ayude a conocernos a
nosotros mismos, para con Ella, poder educarnos a nosotros mismos como
auténticos discípulos de su hijo Jesucristo, de modo que lleguemos a la
verdadera grandeza, la verdadera gloria: ser auténticos y alegres servidores de
todos (cf. Mc 10, 43-44). Amén.
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